Paysandú, Miércoles 08 de Abril de 2015
Opinion | 06 Abr Antes de asumir, el ministro de Transporte y Obras Públicas, Víctor Rossi, descartó que en la actual administración se vayan a generar grandes inversiones en infraestructura, desde que para ello se necesitan recursos con los que no cuenta el país, y además, los potenciales inversores e instituciones financieras se muestran reticentes a afrontar emprendimientos de gran envergadura.
Incluso el secretario de Estado guardó prudente distancia de proyectos o ideas lanzadas por el expresidente José Mujica, como el proyecto del puerto de aguas profundas en Rocha, en una región que en la última década se vio favorecida por los altos precios de los commodities y registró ingresos excepcionales, aún teniendo en cuenta el déficit en infraestructura para cargas de gran volumen.
Por lo pronto, sobre el final del período de su administración, Mujica incluyó el puerto de aguas profundas de Rocha como una de las iniciativas a corto plazo, apuntando a contar con un instrumento logístico de proyección regional, para constituirse en un centro de recepción y salida de cargas de gran volumen. De esa forma, Uruguay haría uso de su ubicación estratégica como puerta de entrada y salida entre las dos mayores economías del subcontinente, como son Brasil y Argentina.
El mandatario no ocultó que la suerte del emprendimiento dependerá del apoyo de los dos vecinos a efectos de su concreción y uso, dada la magnitud de la inversión y del movimiento requerido para hacerlo autosustentable. Por eso en sus contactos con su contraparte brasileña, el exmandatario se mostró satisfecho por lo que creyó y evaluó era un apoyo más o menos manifiesto de Brasilia a esta posibilidad.
Del lado argentino la cosa es diferente: una escasa o nula confiabilidad de la administración Kirchner, tan errática como impredecible, en escasa sintonía para actuar en consonancia con la visión regional. Es así que Buenos Aires ha enviado señales negativas por las restricciones en el uso de la hidrovía Paraguay-Paraná, en perjuicio de nuestro país y Paraguay. Incluso anunció que dragará un nuevo canal, dejando de lado el que comparte con Uruguay por el Río de la Plata, para tener su propio puerto de gran calado hacia el sur y, por ende, dando muestras de que no tiene ningún interés en compartir un puerto de aguas profundas.
De todas formas Mujica intentó seguir adelante con su idea, tratando de recoger apoyo para hacerla realidad, habida cuenta de que el puerto de Montevideo tiene serias limitaciones, sobre todo para la operativa de barcos de grandes dimensiones, con el peligro de quedar fuera de los grandes circuitos comerciales.
Se llegó a contratar un estudio técnico para determinar la viabilidad del puerto de aguas profundas en Rocha pero, según ha trascendido, el estudio no es favorable respecto a la viabilidad en este momento del puerto de aguas profundas, porque actualmente no hay una demanda concreta e inmediata de servicios portuarios de estas características.
El estudio explica que no hay indicativos concretos sobre cuáles serán los clientes iniciales del puerto en sus primeros años, generando el desconocimiento del tipo de mercadería, los medios de manipulación de cargas, las necesidades de depósitos, etcétera, para realizar una evaluación financiera y así establecer su viabilidad.
Más allá de ser una idea con proyección regional, se choca con una realidad que no siempre coincide con cómo deberían ser las cosas. Es indudable que una obra de estas características responde a una visión estratégica compartible desde el punto de vista de nuestro país y la región, pero para lograr la financiación compartida con otros países, los intereses regionales tiene que coincidir.
Debe tenerse presente, reforzando estos conceptos, que desde noviembre de 2013 no se hacen transbordos de mercadería argentina en los puertos uruguayos, y no hay certezas respecto a que la empresa Aratirí vaya a comenzar a extraer hierro. Hay muchas dudas sobre un proyecto --muy bien intencionado y con objetivos compartibles-- que costará aterrizar en la realidad de una región que tiene sus propios condicionamientos.
La consultora entiende que los ahorros que se obtendrían en la exportación de mercadería que supondría la construcción del puerto son demasiado teóricos, e inevitablemente la demanda es o debe ser el motor de desarrollo de las infraestructuras portuarias, que deben ser capaces de permitir el desarrollo de las instalaciones adecuadas para prestar la oferta de servicios requerida a corto, mediano y largo plazo.
Con un costo estimado no inferior a los 1.500 millones de dólares estamos, pues, ante más interrogantes que certezas por nuestras limitaciones, pero también por la imprevisibilidad de nuestros vecinos, sobre todo de Argentina, y las pretensiones de Brasil de ser autosuficiente.
Al fin de cuentas, todo indica que las perspectivas de una concreción siquiera en el mediano plazo del puerto de aguas profundas aparecen como muy inciertas e improbables, más allá de su indiscutible importancia como potencial instrumento logístico para el Cono Sur.
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