Paysandú, Miércoles 08 de Abril de 2015

Los mercados que ahora nos condicionan

Opinion | 07 Abr Los precios mundiales de los alimentos cayeron en marzo a su nivel más bajo en casi cinco años, a medida que el suministro de materias primas, como cereales y carnes, se mantuvo sólido, de acuerdo al informe dado a conocer la semana anterior por la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). El índice de precios del organismo, que mide la evolución mensual de los precios de una canasta de cereales, semillas oleaginosas, productos lácteos, carne y azúcar promedió 173,8 puntos en marzo, su nivel más bajo desde junio del 2010 y 2,6 unidades por debajo de la lectura en febrero.
En fin, es sabido que el mercado mundial refleja en sus precios escenarios cambiantes, basados en la relación entre la oferta y la demanda, con un alto componente de especulación a través de los formadores de precios, y para llegar a esta situación evidentemente se está ante un cambio en esta relación, cuyas consecuencias son la depreciación de varios commodities.
“Tenemos un poco de exceso de suministros en el mercado y eso sin duda está presionando a la baja en forma generalizada, excepto en los precios de los lácteos”, dijo el economista de la FAO Abdolreza Abbassian.
La alta producción mundial y los bajos precios del petróleo han ayudado a limitar los precios de los alimentos durante el último año y el índice ha ido cayendo desde abril del 2014, según evaluaron los técnicos de la FAO, organismo que elevó su previsión de producción mundial de cereales para 2015 a 2.544 millones de toneladas, dos millones más que el pronóstico de febrero de 2.542 millones.
La agencia ahora prevé que las reservas de cereales al final de la temporada 2014-15 llegarán a 645,3 millones de toneladas, un máximo en casi 15 años, frente a una lectura anterior de 630,5 millones de toneladas.
Esta revisión al alza de las reservas de cereales “sin duda debería contribuir a una mayor presión a la baja” en los precios, dijo Abbassian, lo que se traduce en que los países exportadores de estos productos básicos, muchos de ellos países emergentes y del tercer mundo, reducirán sensiblemente sus ingresos por exportaciones de origen agropecuario, como es precisamente el caso de Uruguay.
En cambio, las cotizaciones de los lácteos rompieron la tendencia y subieron en marzo por segundo mes consecutivo, pero tras un período muy significativo en el que los valores fueron cayendo, y por lo tanto el repunte no alcanza a cubrir la diferencia generada por este retroceso, lo que afecta la situación del sector.
Estas tendencias recientes deben contextualizarse igualmente en lo que han sido las variaciones que se han registrado en los últimos meses, y precisamente un reciente informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) estimó que en los próximos años, los precios de los alimentos “seguirán disminuyendo en relación con los niveles actuales”.
“Estas proyecciones de línea de base son razonablemente parecidas a las de otras fuentes”, añadió el organismo en su informe macroeconómico 2015 “El laberinto. Cómo América Latina y el Caribe puede navegar la economía global”.
“Las recientes caídas de los precios de las materias primas desde sus máximos en 2012 han sido severas y han sido provocadas por una disminución de la demanda y un aumento de la producción. Hay escasa evidencia de que esas caídas de precios se revertirán y, si la recuperación (económica) global sigue retrasándose, es más probable que sigan cayendo en lugar de recuperarse”, señaló el BID.
El organismo explicó que “los precios de las materias primas son sumamente volátiles y todas las proyecciones están sujetas a grandes errores. La volatilidad de los precios de las materias primas subraya la necesidad de buscar mecanismos para gestionar la incertidumbre”.
Lo que no es fácil de lograr, aunque es un objetivo que nunca debería perderse de vista, desde que tener certezas debería ser la mejor opción para productores y consumidores, y lo que se genere en forma extra por los buenos tiempos debería servir para compensar lo que se pierde en época de vacas flacas.
Más allá de la tendencia manifiesta a un descenso de los valores de los granos, incluyendo además a otra materia prima como el petróleo, es evidente que nunca se sabe si se está lejos de haberse llegado a un piso, pero sí se ha revertido la evolución persistente al alza y estamos ante una moderada caída que refleja un momento neutro entre las bonanzas y las crisis.
Eventualmente, si se hubiera actuado con un margen de maniobra lógico, los sectores productivos y los países exportadores pudieron --o mejor dicho debieron-- haber aprovechado los ingresos extra para realizar las inversiones necesarias para mejorar la competitividad.
Pero la realidad indica que en muchos casos, mientras los productores invirtieron en mejorar su tecnología, los campos y la producción, además de pagar deudas históricas, en el caso de los estados beneficiados, como en Uruguay, no siempre se aprovechó la bonanza para potenciar ese crecimiento, por ejemplo en mejorar caminos y carreteras, que hoy no están en condiciones de mover las cargas que la exportación requieren y tampoco hay plata para solucionar el “atraso logístico”. Tampoco se ha hecho lo suficiente en puertos y dragado, todo lo cual genera costos extra para el productor y la producción nacional, que ahora necesita de cada dólar para lograr rentabilidad.
Por otra parte, en lugar de invertir en asegurar la sustentabilidad de los emprendimientos nacionales cuando los vientos dejan de soplar a favor, Uruguay ha multiplicado el gasto del Estado a una escala exorbitante, generando gastos fijos que se traducen en mayor costo país; todo lo contrario a lo que se debe hacer cuando se busca una economía contracíclica, que es ahorrar o invertir en bajar costos cuando sobra el dinero, para sortear los momentos difíciles que puedan llegar.


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