Paysandú, Domingo 12 de Abril de 2015
Opinion | 11 Abr Pasan los meses y los años y pese a que el Mercosur ha resultado una gran frustración, sobre todo para países como Uruguay, que necesitan ampliar su comercio para crecer con desarrollo, no se han presentado alternativas valederas, y mucho menos se han colmado las expectativas respecto a que el propio Mercosur acordara convenios de tratamiento preferencial con otros bloques, para ampliar su horizonte.
Lamentablemente, en los dos anteriores gobiernos, pero sobre todo durante el de José Mujica, se reafirmaron amiguismos y visiones “integracionistas” en las que primaron los signos ideológicos de los gobierno.
Pero, la designación de un nuevo canciller con su particular visión mucho más liberal y desideologizada, plantea otras alternativas posibles, por lo menos en la intención, que es lo que vale, porque bien sabemos cómo se las gastan nuestros socios mayores cuando de priorizar sus intereses se trata.
Así, en el marco de lo que llamó una “política de sinceramiento”, el canciller Rodolfo Nin Novoa anunció que se preparan documentos para proponer la eliminación de trabas al comercio y servicios, al exponer ante la Comisión de Asuntos Internacionales de Diputados. “Buscaremos la manera de flexibilizar la posibilidad de acuerdos bilaterales”, agregó.
Si bien se mostró preocupado por la marcha del Mercosur y planteó una reformulación del tratado, dejó en claro que “el Mercosur es nuestro punto de partida, porque estamos en la región y somos de la región. No somos sepultureros del Mercosur, pero tiene que haber un sinceramiento en su funcionamiento”.
Claro, nadie puede pensar que hay que enterrar el acuerdo regional, pero tampoco es el caso de hundirnos atados ad eternum a su mediocridad con un ancla en el pescuezo.
Según Nin Novoa “la política exterior del Uruguay debe ser el reflejo de lo que piensa la mayoría de los uruguayos y no lo que piensa el partido que ganó las elecciones”, marcando así un cambio de política en relación al anterior gobierno de José Mujica, que formuló una política exterior fuertemente ideologizada y reflejando el pensamiento de una minoría –aunque importante, por cierto-- que él representa, y no precisamente la que es más apegada a la democracia y a la vigencia del derecho internacional.
Como principios generales de la política exterior, el canciller mencionó además “la protección de todos los derechos humanos en todas partes del mundo” y señaló que Uruguay trabajó para incluir en la declaración de la Unasur la referencia al respeto de los derechos humanos en Venezuela.
Nin Novoa reconoció que “hay matices” en el Frente Amplio sobre la política exterior que se lleva adelante respecto a Venezuela, pero aclaró que “no hay que dramatizar”. “Podemos tener una visión diferente sobre algunas cosas, pero tenemos informes dignos de preocupación sobre situaciones que se dieron en Venezuela”, indicó.
Por cierto que el Mercosur no aparece como muy tentador en cuanto a constituir un ámbito adecuado para potenciar la región de cara a los desafíos que plantea el comercio internacional, porque con tantos años de empantanamiento, de problemas, de falta de organicidad, de violaciones sistemáticas e incumplimientos de sus estatutos sin que a nadie se le moviera un pelo, con organismos de resolución de controversias que no resuelven nada, y trabas comerciales disfrazadas de barreras sanitarias, así como demoras en trámites para disuadir a quienes pretenden exportar para proteger la producción interna, terminan disuadiendo al más pintado y haciendo que se descrea en las posibilidades del instrumento.
Esto es precisamente lo que hay: un gran descreimiento en los actores, en los protagonistas del quehacer productivo en cada país, porque la integración y la complementación de producciones brillan por su ausencia, más allá de alguna honrosa excepción, y en cambio abundan los cabildeos políticos, los proteccionismos y las posturas amiguistas, para manejar el acuerdo regional como un club de presidentes amigos y no como un tratado en el que se concilian legítimos intereses comerciales y de integración productiva, cultural, deportiva, social, entre otros aspectos.
De ahí que las críticas que se formulan no deben caer en saco roto, porque con el paso del tiempo las frustraciones se agudizan y también el descreimiento, por lo que no puede extrañar si tenemos en cuenta por ejemplo que desde hace más de quince años está en consideración un tratado de libre comercio con la Unión Europea, el que no se ha podido lograr porque prevalecieron los intereses de Argentina y Brasil por sobre los de la región.
Ante este escenario, el nuevo canciller compatriota sostiene que no quiere ser “sepulturero”, pero reconoce que hay un CTI de por medio, y que deben buscarse sinceramientos y reformulaciones, pero sobre todo generar la flexibilidad que no se ha tenido para posibilitar la firma de acuerdos bilaterales que generen opciones a este estancamiento, con caminos de ida y vuelta y diversificación para nuestros productos, porque de lo que se trata es de tener oportunidades y no los corsés que nos han condicionado durante años, sin salidas a la vista.
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