Opinion | 11 Abr Respondiendo a la convocatoria de la central sindical Pit Cnt, el ministro de Economía y Finanzas, economista Danilo Astori, transmitió un mensaje catalogado como tranquilizador a los sindicalistas respecto al escenario económico del país, y sobre todo haciendo hincapié en que el déficit fiscal es manejable, se está lejos de una situación económica crítica y que los salarios no son la causa de la inflación.
Este mensaje fue inmediatamente captado por Fernando Pereira, coordinador del Pit Cnt, quien comentó que “nos complace volver a coincidir en el tema; esto permite al movimiento sindical pelear por aumentos salariales”.
Astori, como ya lo había hecho en la comisión de Hacienda de la Cámara Baja el miércoles, evitó dar definiciones demasiado precisas: dijo que no podía cuantificar cuál será el margen fiscal este año, reiteró que las pautas salariales no están definidas y tampoco quiso precisar en cuánto se reducirá el gasto público. “Nosotros no tenemos definiciones al respecto, vamos a actuar con mucha moderación en materia de gasto pero también digo que vamos a cumplir con el programa”, señaló el ministro.
Volvió a enfatizar en la necesidad de que las empresas públicas coordinen mejor sus inversiones para que se llegue a los mayores niveles de eficiencia posibles.
Pero claro, el secretario de Estado está aprendiendo del “como te digo una cosa te digo la otra”, que al fin de cuentas le dio buenos resultados al expresidente José Mujica, y le dijo a los sindicalistas lo que éstos querían oír, porque la cosa tampoco está para generar muchos frentes de confrontación. Pero suponemos que llegado el momento el ministro va a hacer lo que tenga que hacer, más allá de haberle endulzado los oídos al interlocutor de turno.
Es que lo sustentado por el ministro en la oportunidad va contra las propias leyes de la economía, y fue solo “tranquilizador” para quien pretenda mantenerse ajeno a la realidad: los aumentos salariales sin un aumento en la productividad generan inflación, porque de otra forma se estaría erosionando la rentabilidad de las empresas, así como se vería afectada la competitividad internacional.
Las afirmaciones del ministro solo pueden considerarse como un “engañapichanga” dadas las circunstancias, para satisfacer a los voluntaristas o quienes pretendan creer que en economía se puede hacer magia.