Paysandú, Martes 14 de Abril de 2015
Locales | 14 Abr En la serie “El precio de la historia” (Pawn Stars, History Channel), Rick Harrison afirma que “la mejor parte, es que nunca sabes qué va a entrar por esa puerta”. En la redacción de un diario ocurre algo similar, nunca se sabe qué sucederá cuando se abre la puerta y se ingresa. Ayer fue un buen ejemplo, bueno-malo, pero en definitiva un buen-mal ejemplo.
Apenas llegar, encender la computadora y calentar el agua para el mate de la mañana, mientras se leen las noticias de la mañana, saltó la primer triste noticia: el fallecimiento del notable escritor uruguayo Eduardo Galeano, a los 74 años. Más tarde, la segunda: la muerte del escritor alemán y premio Nobel, Günter Grass, a los 87 años.
GALEANO, EL IMPRESCINDIBLE
Alrededor de las 10 de la mañana, cuando su familia confirmó su deceso, se supo que Galeano llevaba varios días ingresado en estado grave, en la última fase de un cáncer de pulmón que arrastraba desde hacía varios años.
La última aparición pública del escritor fue a finales de febrero pasado, poco antes de asumir Tabaré Vázquez, y fue para recibir al presidente de Bolivia, Evo Morales, quien viajó a Montevideo para saludar al presidente saliente, José Mujica.
Eduardo Hughes Galeano había nacido el 3 de setiembre de 1940 en Montevideo y para escribir adoptó su apellido materno. No fue más allá del primer año de Secundaria, pero supo aprender en la mejor universidad, la de la vida. Y en los viejos cafés de Montevideo. Igual que Mario Benedetti, era asiduo al Café Brasilero, en la Ciudad Vieja de Montevideo. Ayer, Mariano Arana, el exintendente capitalino y quien visitara Paysandú durante varios años en las primeras ediciones del Encuentro con el Patriarca, recordó que “eran momentos muy gratos los que pasábamos en ese local pequeño. Allí iba también Mario Benedetti. Galeano tenía una personalidad especialmente aguda y lúcida en su manera de expresar la realidad. Fue un referente para todo el país aunque no hizo la unanimidad”.
Fue a los 14 años cuando publicó su primera caricatura en el semanario “El Sol”, del Partido Socialista, bajo la firma de “Gius”, onomatopeya irónica de su primer apellido de origen galés.
Entre 1961 y 1964 fue editor de la prestigiosa revista “Marcha”, que dirigía Carlos Quijano y que era reducto de intelectuales latinoamericanos, en la que también escribió Mario Benedetti. Luego fue director del diario independiente de izquierda “Época”, entre 1964 y 1966.
En 1963 escribió la novela breve “Los días siguientes” y en 1967, el libro de cuentos “Los fantasmas de los días del león y otros relatos”. Allí reveló su veta literaria entre escenarios montevideanos, conflictos existenciales y atmósferas sutiles.
En 1971 escribió “Las venas abiertas de América Latina”, su obra más emblemática, en la que denunció la opresión y amargura del continente en medio de procesos dictatoriales a lo largo y ancho de la región. Traducido a una veintena de idiomas, el libro intenta --según palabras del propio Galeano-- “explorar la historia para impulsar a hacerla”.
“Vagamundo” (1973) y “La canción de nosotros” (1975, que le dio el premio Casa de las Américas) confirmaron sus dotes de narrador, mezclando la historia social con el mito y la leyenda, lo ficticio y lo testimonial. Con la llegada de la dictadura, se exilió en Argentina, fundó y dirigió la revista literaria “Crisis”. También vivió en Calella, España, donde escribió para publicaciones de ese país y colaboró con medios de Alemania y México.
Con la restauración de la democracia en 1985, Galeano regresó a Uruguay, donde residió desde entonces y mantuvo una prolífica producción.
En la espectacular trilogía “Memoria del fuego” (I - Los nacimientos, 1982, II - Las caras y las máscaras, 1984, y III - El siglo del viento, 1986), Galeano revive el pasado indigenista latinoamericano, donde la historia y el presente se entrecruzan en relatos breves de una potencia sin par.
En 1989 editó “El libro de los abrazos”, que el propio autor definió como “un libro sobre los vínculos con los demás”. Le siguieron recopilaciones de crónicas y artículos, e incluso un libro sobre el fútbol, del que era un gran fanático (hincha de Nacional): “El fútbol a sol y a sombra” (1995).
Obtuvo el premio Casa de las Américas en dos ocasiones (en 1975 y en 1978) y su trilogía “Memoria del Fuego” recibió en 1989 el American Book Award, distinción que otorga la Universidad de Washington.
En 2010 recibió el prestigioso premio sueco Stig-Dagerman, otorgado “porque su escritura apoya en forma inquebrantable a todos aquellos que están marginados y condenados”.
GALEANO POR GALEANO
De Galeano hay reflexiones realmente imperdibles que merecen ser recordadas. No solamente hoy, que acaba de irse, sino siempre, como el gran escritor que Uruguay le dio al mundo.
“En el siglo XX la mitad del mundo sacrificó la justicia en nombre de la libertad y la otra sacrificó la libertad en nombre de la justicia, y en el siglo XXI sacrificamos las dos en nombre de la Globalización”, dijo con profundo sentido político, donde supo militar siempre desde la izquierda. De hecho, en las últimas elecciones dio su apoyo explícito a Tabaré Vázquez.
“El miedo nos gobierna. Esa es una de las herramientas de las que se valen los poderosos, la otra es la ignorancia”, dijo en otra oportunidad.
Sobre la vida y la muerte indicó: “Habitamos un mundo que trata mejor a los muertos que a los vivos. Los vivos somos preguntones, y somos respondones, y tenemos otros graves defectos imperdonables para un sistema que cree que la muerte, como el dinero, mejora a la gente”.
En cuanto a la fuerza laboral opinó: “El trabajo no vale nada, no hay plata que alcance, se hace el doble a cambio de la mitad. ¿Qué producen nuestros países? Brazos baratos. La realidad se vuelve chiste de humor negro: ‘Hay que apretarse el cinturón’”.
Sobre los grafitis: “Las paredes son la imprenta de los pobres”.
Sobre la libertad: “La libertad del dinero exige trabajadores presos de la cárcel del miedo”.
Sobre el fútbol: “Para los intelectuales de izquierdas, el fútbol impide que el pueblo piense. Para los de derechas, prueba que piensa con los pies. ¿Que es un negocio? Eso vale para todo. ¿El sexo no lo es? Y los que saben me han dicho que el sexo no está mal”.
GÜNTER GRASS, EL TAMBOR QUE AÚN SE ESCUCHA
Cruzando el océano Atlántico, allá en la ciudad de Lübeck (Alemania), falleció también ayer Günter Grass, quien ganó el Premio Nobel de Literatura y el Premio Príncipe de Asturias, ambos en 1999. Nacido el 16 de octubre de 1927 en Gdansk (Polonia), fue reclutado en 1944 por la Fuerza Aérea alemana y tras la Segunda Guerra Mundial, estudió en la Academia de Arte de Düsseldorf.
Su obra más emblemática, “El tambor de hojalata” (1959), en la que narra la vida del niño-hombre Oskar Matzerath, irrumpió en la Alemania de posguerra y recibió tantos elogios como críticas de aquellos que veían en el libro un espejo demasiado real del surgimiento del nazismo y de la Segunda Guerra Mundial. La popularidad de esta obra, por la que fue a los tribunales por una acusación de pornógrafo, aumentó en 1978 cuando Volker Schlöndorff la llevó al cine y ganó por ella el Oscar a mejor película extranjera.
En agosto de 2006, cuando presentó su autobiografía “Beim Häuten der Zwiebel” (Pelando la cebolla), confesó haber pertenecido en su juventud a las Waffen-SS, unidad del partido nazi y cuerpo paramilitar de combate particularmente activo en la perpetración del Holocausto. Aseguró que su ingreso no fue voluntario y que fue destinado a los 17 años en Dresde, donde sirvió en la Décima División Blindada Frundsberg. Ante estas revelaciones, recibió fortísimas críticas, y el expresidente polaco Lech Walesa pidió incluso que devolviera su condecoración como ciudadano ilustre de Gdansk.
En su producción destacan también “El gato y el ratón” y “Años de perro”, que junto a “El tambor de hojalata” constituyen la denominada trilogía de Danzig (el nombre alemán de la ciudad polaca de Gdansk). Otras obras son: “El rodaballo” (1977), “En el cuarto trasero” (1982), “Un vasto campo” (1995), “Últimas danzas”, novela que publicó en 2003; “Mi siglo”, una recopilación de sus reflexiones sobre cada uno de los años del siglo XX, incluida una sobre el bombardeo nazi de Gernika en la Guerra Civil, y ensayos políticos como “Alemania: una unificación insensata”.
Fue gran defensor del canciller socialdemócrata Willy Brandt, pero más tarde se distanció del Partido Socialdemócrata.
En 1990 se mostró contrario a la unificación alemana. “La espeluznante experiencia de Auschwitz, que no se puede comparar con nada, excluye la posibilidad de un solo Estado alemán”, decía el escritor en febrero de 1990, tan solo ocho meses antes de que la República Democrática Alemana se disolviera. Grass habría preferido una confederación de Estados alemanes.
En 1989 firmó la carta que reclamó al entonces presidente de Estados Unidos George Bush (padre) un diálogo con Nicaragua. También fue implacable crítico con la política seguida por su hijo, George W. Bush, a quien consideraba una amenaza para la paz mundial por su actuación en la guerra de Irak. Defendió a Salman Rushdie cuando este autor recibía amenazas de muerte del régimen iraní por su obra “Versos satánicos”.
Criticó con dureza en 1997 el suministro alemán de armamento a Turquía y la denegación de asilo al pueblo curdo.
En 2012 publicó un poema llamado “Lo que hay que decir”, en el que acusaba al Estado de Israel de poner en peligro la paz mundial por su capacidad para producir bombas atómicas. El gobierno de Israel reaccionó prohibiéndole la entrada al país al escritor. En ese poema, el escritor aseguraba que estaba escribiendo con su “última tinta”.
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