Paysandú, Domingo 19 de Abril de 2015
Opinion | 17 Abr Genocidio. Quizás la peor cara del ser humano. No es propio de una época ni de una parte específica del planeta; tristemente es propio de lo peor de la Humanidad. Todos recuerdan el holocausto del pueblo judío (gitanos y otras minorías también), a manos de los alemanes nazis. También es bien y tristemente conocido el holocausto armenio, cuando el mundo estaba shockeado ante la Primera Guerra Mundial.
Hay otras tristes tragedias humanas que registra la historia, como el genocidio de los pigmeos, en el centro de África; el bosnio bastante más cercano en el tiempo, en los años noventa; el de los irlandeses católicos a manos de los británicos protestantes (conocido como la hambruna de la papa); y por supuesto el terrible genocidio de los pueblos originarios de América a manos de los invasores y al mismo tiempo colonizadores que aniquilaron a incas, aztecas y otras etnias para adueñarse del continente.
Hay otro genocidio, ocurrido cerca de la ciudad de Paysandú, que comenzó el 11 de abril de 1831, en la zona del arroyo Salsipuedes. Fue, como han coincidido los historiadores, el primer acto de terrorismo de Estado en Uruguay, pues fue el gobierno quien envió al ejército para embaucar primero y asesinar luego a buena parte de la etnia india que residía en nuestro territorio.
Los sobrevivientes sufrieron las mismas desdichas que otras etnias no dominantes, como cautiverio, esclavitud, abuso físico y sexual, imposición de otras identidades y culturas, privación del idioma. Fue un genocidio pero también, como lo estableció el etnólogo francés Robert Jaulín, un etnocidio, pues no solamente el gobierno de la época quiso quitar vidas, sino también identidad y cultura.
En abril de 2002, el grupo Creativos de Guichón, con el decidido apoyo del intendente de la época, Álvaro Lamas, organizó el primer Encuentro de Salsipuedes, para honrar la memoria charrúa y para probar que más allá de la sangre derramada, de todos los esfuerzos por destruir el legado de la etnia esta se mantenía entonces (y hoy igualmente) viva, por la lucha de quienes son descendientes indígenas y de quienes como buenos orientales, comprenden lo que realmente vale la pena defender, recordar y mantener como memoria viva.
Han pasado catorce años, han cambiado los organizadores, pero el Encuentro de Salsipuedes se sigue realizando puntualmente, recordando el genocidio, reclamando el “Nunca Más”. Hace algunos años se inauguró el Memorial Charrúa, que hoy por hoy es el centro de concentración, donde se realiza el acto central.
En apenas catorce años, la conmemoración ha tenido altos y bajos, basados en el apoyo o falta de apoyo de los gobiernos departamental y nacional. Hoy vive, tristemente, una etapa de escaso patrocinio, lo que por cierto quedó patente en su decimocuarta edición celebrada entre el 10 y 12 de abril pasados.
No es razonable pensar que ni desde el gobierno departamental ni desde el nacional haya un rechazo ideológico a esta conmemoración, porque sin dudas bien reconocido es el aporte del pueblo originario a la causa artiguista, por ejemplo. Y vaya si la figura de Artigas modela e inspira a la sociedad uruguaya.
Pero lo concreto es que en los últimos años la falta de apoyo ha sido patente. Y no se trata de pensar en términos partidarios. Porque ni el gobierno nacional (Frente Amplio) ni el departamental (Partido Nacional) han demostrado interés alguno en apoyar, fortalecer y potenciar una conmemoración de tal importancia como la de Salsipuedes, ni más ni menos que la reafirmación de la etnia indígena u originaria.
Están los gobernantes en falta, porque hay que saber mirar hacia adentro primero, hacia nuestras raíces. Hay que comprender que es un recordatorio de una de nuestras peores culpas como nación, que debemos asumir mucho más que lejos estuvimos de planear, ejecutar o justificar aquel genocidio. Este merece --al menos-- que se cumpla con la ley 18.589, que establece que la educación pública incluya en sus programas acciones que promuevan el conocimiento y la reflexión de los niños y jóvenes.
Quizás la falta de apoyo del gobierno nacional se deba, en definitiva, a que impulsar Salsipuedes sería reconocer de manera explícita la responsabilidad estatal en esos nefastos hechos. Pero al menos hoy, se trata de levantar la mira y honrar la memoria indígena, bucear en lo que ha sobrevivido de su cultura e impulsar el reconocimiento de nuestra raza originaria.
Del gobierno departamental, la falta de apoyo se torna menos entendible aun. No hay razón alguna para que el encuentro se mantenga vivo solamente por esfuerzos personales o de grupos, que financian totalmente su participación, cuando este mismo gobierno departamental (aunque en otra administración) estableció el Encuentro con el Patriarca, que hoy sigue creciendo precisamente por la organización que le ofrece la intendencia.
El año que viene se cumplirán quince años del Encuentro de Salsipuedes. Es una oportunidad que deben aprovechar los gobernantes, a través de los ministerios de Educación y Cultura y Turismo, y de la Intendencia Departamental de Paysandú y el Municipio de Guichón (el único que sigue colaborando como puede) para realmente cambien la actitud y decididamente apoyen una conmemoración fundamental a nuestro ser nacional. No se puede seguir mirando para otro lado, nuestra historia reclama que con decisión en todos los rincones de la patria se conozca y se recuerde el genocidio de Salsipuedes. Es una responsabilidad que los gobernantes no pueden evadir. Les toca cumplir.
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