Paysandú, Miércoles 22 de Abril de 2015
Opinion | 18 Abr Difícilmente los uruguayos podamos olvidar aquellos períodos en que hubo ministros del Interior --de los dos últimos gobiernos-- como los casos de José Díaz y Daisy Tourné, quienes para justificar los serios problemas de sus respectivas gestiones adujeron que la inseguridad en Uruguay no era tal y que era poco menos que un invento de la oposición y de los medios, y que en realidad el crecimiento de la delincuencia en general y de la minoridad infractora en particular solo eran una “sensación térmica”.
Quedó demostrado igualmente que los uruguayos somos tolerantes y pasivos las más de las veces, pero que no nos gusta que se nos quiera hacer pasar por tontos, y quienes sucedieron a los secretarios de Estado mencionados, como el ministro que todavía ejerce estas funciones, Eduardo Bonomi, como así también otros connotados dirigentes de izquierda del propio gobierno, reconocieron que no se trataba únicamente de una sensación térmica, y que efectivamente había que hacer algo más que seguir tildando a los menores que agredían, robaban, violaban y mataban de “pobrecitos”.
En suma, que había que proteger a la población víctima de tales atropellos, en lugar de culpar a la sociedad por haber generado los problemas sociales que eran caldo de cultivo de delincuentes.
Bueno, algo de agua ha pasado bajo los puentes, pero todavía hay dirigentes que siguen promoviendo confusión y tratando de ocultar el sol con un harnero, procurando hacer ver que los uruguayos estamos equivocados respecto a lo que pasa a diario en nuestras calles, y que necesitamos de estas revelaciones de personas muy letradas, que saben ver lo que el ciudadano común percibe mal.
En este contexto corresponde evaluar el episodio que protagonizara recientemente en el Parlamento el presidente de la Federación Rural, Carlos María Uriarte, quien no ocultó a EL TELEGRAFO su molestia por lo acontecido la semana anterior en ocasión de concurrir a una reunión de la Comisión de Ganadería, Agricultura y Pesca de la Cámara de Diputados, cuando al analizarse la situación de inseguridad en el medio rural, “el doctor Luis Alfredo Fratti, presidente de esa comisión, nos dijo que es una mera sensación”.
El titular de la gremial ruralista explicó que el expresidente del Instituto Nacional de Carnes (INAC) y también de la Federación Rural --hoy diputado-- señaló que el tema “había trascendido porque le había tocado a connotados dirigentes gremiales”.
Acotó que “aplaudimos y vemos bien que esta comisión del Parlamento ponga el tema de la inseguridad en el seno del Parlamento, porque es un tema que preocupa mucho”. Consideró que “es positivo y hay muchas cosas para hacer. Lo que no vemos bien es que el propio presidente de esa comisión exprese dentro del Parlamento y sin reparos que la inseguridad en el medio rural es una mera sensación”.
Puntualizó que “se lo dijimos en ese momento y consta en las actas, no nos pareció feliz esa expresión porque sabemos que conoce la realidad del agro y cómo está pegando en forma fuerte la inseguridad, y si no lo conoce, lo debería conocer. Me remito a lo que consta en las actas para que después cada uno saque sus propias conclusiones”, señaló el titular de la gremial.
Explicó que es un tema que en la actualidad “preocupa a todos los productores”, y agregó que desde la Federación Rural se ha estado trabajando con las otras gremiales “para buscar soluciones al problema y motivarnos entre todos para que sea la sociedad en conjunto la que se defienda de este flagelo”.
Consideró que se debe apoyar “a los jueces y fiscales en entender y poder apreciar lo que es el sector rural. Hay graves carencias en el Poder Judicial para entender qué significa el abigeato”.
Enfatizó que en este tema “hay que involucrar al que compra también, incluso es más grave el que adquiere la carne o el animal faenado o robado, porque incentiva a esas personas. Se pone en riesgo la salud humana con esta actividad. No es solamente económico, sino la salud de quienes consumen productos que no tienen las garantías, porque no se sabe si ese animal tiene alguna enfermedad que se puede transmitir, como brucelosis o tuberculosis, o si tiene un producto tóxico inyectado”.
Estos conceptos con toda claridad ponen de relieve las connotaciones que tiene esta problemática, que no involucra solo el acto delictivo del abigeato en sí, donde hay claras omisiones en controles y respuestas de las autoridades, sino también la “exportación” de la delincuencia hacia el campo y centros poblados del interior del departamento, con el copamiento de chacras y casas de familia del área rural, así como robos en comercios y agresiones a pacíficos habitantes de nuestras áreas rurales.
A ello debe agregarse un sustancial crecimiento de la delincuencia “autóctona” en pueblos y centros urbanos del interior departamental, hacia donde lamentablemente ha comenzado a derramarse sistemáticamente la carencia de valores que se ha transformado en una constante en amplios sectores de la sociedad urbanizada.
Ello habla a las claras de que por más que se intente hacer creer otra cosa --las más de las veces para ocultar que se ha errado en el diagnóstico y las consecuentes respuestas--, no estamos ante delirios ni denuncias de ciudadanos que son influenciados por lo que dicen los medios o personas que se solazan con “cantarle errado” a sus vecinos.
Nos desborda una realidad que rompe los ojos, ante una delincuencia ensoberbecida en ciudad y campo que va creciendo en medios delictivos y en impunidad, lamentablemente, por lo que flaco favor se le hace al país y a cualquier intento de encontrar respuestas cuando se intenta minimizar los hechos y tratar de convencer a quienes sufren las consecuencias, que las cosas se arreglarán solas si nos callamos ante lo que ocurre.
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