Paysandú, Domingo 26 de Abril de 2015

OPINIÓN

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Locales | 19 Abr EDUARDO GALEANO
Varios hechos en estos días hacen cada vez más triste a este viejo mundo. El pasado 10 y 11 de abril, la Cumbre de las Américas celebrada en Panamá mostró a la sociedad un encuentro que tardó más de medio siglo entre dos naciones enemistadas y cargadas de reproches que desperdiciaron tiempo, mucho tiempo y recursos que hubiesen dignificado miles de vidas. Obama y Castro juntos era la portada de los principales diarios. Otro acontecimiento predecible fue el anuncio del FMI, que prevé un crecimiento de apenas un 1% para América Latina en lo que resta de 2015; para no perder las viejas mañas, esta lacra del mundo y gobierno de los gobiernos siembra el miedo y sigue mostrándose como el salvador del planeta, el Cristo Economista y se traga a todos los países obedientes a sus estadísticas manipuladoras. La triste historia de casi 45 años de Libia sigue dando que hablar. En estos días unos 400 inmigrantes de un país hecho ruinas, murieron en el mar Mediterráneo huyendo a Italia. Me hacía recordar los pobres abisinios masacrados por Benito Mussolini, que le imploraron por sus vidas y el dictador fascista no tuvo compasión. Los bombardeó junto con Hitler en los años 30. Cuando Abisinia pidió ayuda a la Sociedad de Naciones, fue como pedirle una mano al Diablo. Pero volviendo a Libia, ¿Quién es el verdadero culpable de su sangre derramada y su desolación? Es la propia ONU. Este añejo organismo empeñado y aferrado a hacer lo de siempre, intervenir en todo sin hacer nada.
Pero ninguna de estas noticias, a mi juicio, fue tan dolorosa y desgarradora para la literatura, el idioma, la cultura, la coherencia, la racionalidad y el sentido común, como la muerte de Eduardo Galeano. Sin rodeos, uno de los intelectuales más reflexivos del Siglo XX, y con algo del XXI. Amante del fútbol, hincha del Club Nacional, vivió en Malvín de Montevideo; escritor de más de 35 libros, crítico, pensador, viajero, sencillo, humilde y veraz. Tenía 74 años, cuando en la mañana del pasado 13 de abril de 2015, partió al otro viaje, al del retorno providencial, algún día. Qué triste noticia para el Uruguay, América Latina y parte de Europa, ya que era invitado a menudo a España, a programas televisivos, diarios, cafés y museos. Una ideología político partidaria definida y manifestada con claridad en sus libros y mensajes hablados, pero jamás solapado ni manipulador. Siempre franco, tan honesto que en Brasil, hace unos años, admitió lo difícil que sería interpretar para las nuevas masas las Venas Abiertas. Pero no fue por una equivocación de narrativa que haya tenido Eduardo, sino por el desvanecimiento de la América Latina unida a los organismos internacionales. La reiteración de la historia con la época de las conquistas, ahora son electrónicas y financieras, antes eran con rifles y crucifijos. Cómo vamos a extrañar tus conferencias, Eduardo, tus caviles para entender las trampas modernas del sistema, tus apariciones en la Feria del Libro de Bs. As., tu sonrisa…
A pesar de todo, tu voz para los sin voz, tu memoria para lo que el mundo ha olvidado, tus libros para una sociedad que supera los 7 mil millones y muere de hambre en un mundo que derrocha de todo, principalmente comida. La gramática está de duelo, espero algún museo lleve tu nombre o algún café, o alguna plaza. Fue un golpe duro para las bibliotecas, la literatura y el periodismo; pero nos acompañarás siempre, Eduardo, con tus pensamientos, tu mirada, tus obras y manuales para entender este mundo hipócrita. Ya no nos perteneces Eduardo, le perteneces a la historia. Hasta siempre amigo, te echamos de menos.
Diego Álvarez


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