Paysandú, Domingo 26 de Abril de 2015

La maquinaria del Estado al servicio del partido

Opinion | 26 Abr Si se mira hacia Corea del Norte, desde la del Sur, en la zona desmilitarizada entre ambas naciones, se aprecia una enorme ciudad, Kijong-dong. A simple vista, edificios modernos, una comunidad próspera. Pero en realidad se trata de una ciudad fantasma, levantada sin reparar en gastos por el gobierno norcoreano con fines propagandísticos y con la intención de promover la deserción en Corea del Sur hacia filas del gobierno de Pionyang.
El 15 de octubre del año pasado se inauguró en Paysandú la planta de bioetanol de Alcoholes del Uruguay S.A. (ALUR), con la presencia del entonces presidente José Mujica y del entonces ministro de Industria, Roberto Kreimerman, quien fue el que cortó la cinta, con la que simbólicamente se da inauguración a las nuevas obras.
Sin llegar al ejemplo de Kijong-dong, la planta de ALUR en Paysandú continuó “vacía” de producción hasta no hace mucho, hasta bien entrado este año cuando finalmente comenzó la industrialización de bioetanol por un lado y de ración para animales por otro. Pudo ser que Mujica quiso inaugurar él la planta y no correr el riesgo que lo hiciera su sucesor? Quizás por eso inauguró una obra no terminada. No fue, hay que decirlo con claridad, algo tan inusual entre los gobiernos latinoamericanos, ni siquiera en Uruguay. Para nada. Desde Cristina Fernández hasta Ollanta Humala han inaugurado obras que no habían finalizado todavía, caso de Tecnópolis en Buenos Aires o del hospital Essalud, en Tarapoto, Perú. Y acá cerca nomás, cuando se inauguró la planta potabilizadora en Casa Blanca en noviembre de 2004 --con autoridades de OSE y todo--, la usina no tenía energía y funcionó sólo lo suficiente para cumplir con el protocolo alimentada por un generador provisorio, y ni siquiera estaba conectada a la red del pueblo.
Igualmente no es lo que en Uruguay se acostumbra, donde aún esas prácticas con fuerte contenido propagandístico felizmente son muy poco frecuentes, pero sí es lo que ocurrió. Se inauguró la planta de ALUR en Paysandú sin siquiera tener el personal que iba a operarla debidamente capacitado. Peor, sin haberse terminado completamente las obras. Más o menos como probar los fuegos artificiales antes del show, pero eso si, con visita presidencial y todo, a días de las elecciones nacionales.
Sorpresa, sin dudas sorpresa por la actitud del gobierno y por los actos casi majestuosos de inauguración que se desarrollaron donde no faltaron --¿casualidad quizás?-- las banderas partidarias afines al gobierno nacional.
En fin, que pasaron las elecciones nacionales, pasó el balotage y pasó el fin de año, con su carga habitual de buenos augurios y mejores esperanzas. Y hasta llegó el momento en que la planta de bioetanol estuvo lista y sin alharacas, sin corte de cinta, sin discursos altisonantes y sin brindis, ni siquiera un mínimo informe a la prensa; se encendió el sistema de producción y a por ello.
También llegó el “viva la democracia” con el cambio de gobierno y la posta a Tabaré Vázquez para que siga el camino, el mejor que pueda para beneficio de todos, sin distinción de ideología política, religiosa o cualquier otra, porque iguales somos -o deberíamos ser- ante el gobierno.
Después otras sorpresas y algunas desconfianzas, con dos Consejos de Ministros en el interior el país. En Maldonado, donde el Frente Amplio ve comprometida su permanencia en el gobierno departamental; y en Cerro Largo, donde el objetivo es arrebatar la intendencia al Partido Nacional, precisamente uno de sus principales bastiones.
Y ahora, hace pocas horas, el vicepresidente Raúl Sendic volvió a Paysandú para dos días de celebración en la planta de bioetanol de ALUR. ¿La razón? Había alcanzado cinco millones de litros de biocombustible y cinco millones de kilos de alimento animal. Cinco millones; no son tres, ni uno, ni diez. Son… cinco (¿?)
Todo esto, a semanas de las elecciones departamentales. ¿De nuevo coincidencia? ¿Lo ocurrido en octubre no es similar a lo que está pasando en estos días? ¿Se puede, sin tomar bandera por ninguna propuesta política, no coincidir en que el gobierno nacional una vez más está tratando de incidir en aquellos departamentos donde presume complejo el resultado electoral?
¿Qué lógica impulsa al gobierno y a Sendic, expresidente de Ancap, para “celebrar” los cinco primeros millones de litros de biocombustible? Lo que no solamente se redujo a un acto oficial con senadores y diputados oficialistas, candidatos y ainda mais frenteamplistas, sino también de una jornada de “integración” entre los trabajadores y sus familias, todo pagado por Ancap, que no en vano cobra uno de los precios más elevados del mundo por los combustibles.
Aquí no importa de qué ideología o partido es el gobierno nacional. Es apenas anecdótico. Lo que si no puede dejar de exponerse con toda claridad, es que no es de recibo que un gobierno nacional intente de una manera tan expuesta y clara inmiscuirse en las elecciones departamentales. Ya lo había hecho con las nacionales, es cierto, porque por algo se inauguró una obra inconclusa en octubre, a poco del acto eleccionario. Pero no por eso hay que quedarse en silencio.
No quedan dudas que los actos desarrollados en Paysandú, en “festejo” por la producción de cincuenta días tenían el propósito de llevar agua para el molino de los candidatos departamentales del Frente Amplio. ¿O es que acaso en cincuenta días más tendremos de nuevo al gobierno en Paysandú festejando los diez millones de producción? ¿Y qué se hará cuando se alcancen los cincuenta millones en año y medio aproximadamente si no hay inconvenientes o se detiene la industrialización?
Lejos de hacer este tipo de actos, estos Consejos de Ministros tan traídos de los pelos, o estos actos de “festejo” tan poco creíbles, el gobierno nacional debería ser el primero en proteger la libertad de los ciudadanos de elegir sin que nadie se entrometa. Mas no, es el Poder Ejecutivo el que parece más interesado en señalar en qué dirección los votantes deben ir. Un error grueso, una afrenta a los ciudadanos, eso sin medias tintas han sido estos actos propagandísticos del gobierno. No obstante, como tantas otras veces --sin ir demasiado lejos, la propaganda de la dictadura para cambiar la Constitución en el ‘80-- cada ciudadano dirá su verdad en el cuarto de votación. En paz con su conciencia, ese orgullo cívico esencialmente uruguayo.


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