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Paysandú, Miércoles 29 de Abril de 2015

Por la justa memoria armenia

Opinion | 29 Abr Bien ha hecho la Junta Departamental de Paysandú al colocar una placa en plaza Constitución en memoria del centenario del genocidio armenio, bajo el régimen de Talat Pasha, quien posteriormente logró huir al extranjero pero fue finalmente asesinado por Soghomón Tehlirián, un armenio que sobrevivió a la matanza de su familia.
Bien ha hecho el legislativo sanducero en recordar explícitamente una tragedia de la humanidad provocada por humanos y sufrida por humanos. Más de un millón de armenios fueron asesinados, en actos que reflejan lo más oscuro del ser humano y que sólo a través de la memoria y la reparación podrá evitarse de nuevo.
Hoy, 100 años después del comienzo de la matanza, Turquía sigue negando el genocidio, y esa negación se extiende a buena parte de los turcos, que afirman que lo que el resto del mundo llama “genocidio” no fue más que una “catástrofe” o un “desastre”, conceptos que intentan eludir la responsabilidad que el Estado turco --como heredero del Imperio otomano-- tuvo como perpetrador, instigador y autor de los crímenes y violaciones que se cometieron contra más de un millón de personas con el fin último de llevar a cabo una limpieza étnica que terminara con las reivindicaciones nacionalistas de esta minoría.
Las formas de matanza fueron horrendas y claramente fueron inspiradoras de otra atrocidad mayúscula, como la muerte de millones de judíos durante la Segunda Guerra Mundial a manos de los nazis.
A una parte de los armenios se les obligó a caminar --a veces en círculos-- bajo un calor asfixiante, en condiciones extremas, sin poder beber ni descansar. Y si no, se los metía en vagones de tren y morían por asfixia. A los pocos supervivientes de las eternas marchas los abandonaron en el desierto de Der Zor.
El pueblo armenio, pasado un siglo, sigue golpeado por aquel genocidio, pues casi todas las familias han sufrido el terror de sus antepasados. Y a nivel internacional molesta especialmente la postura oficial del Estado turco y la mirada para otro lado de sus habitantes, que han construido una memoria manipulada en su beneficio. La negación del genocidio armenio no es otra cosa que la defensa de la impunidad.
La historia humana posterior, tan corta como de un siglo, lejos de mantener aquel genocidio como un único hecho repudiable los ha repetido contra judíos en los años cuarenta y bosnios en los noventa. No quedan dudas que son delitos contra el derecho a la existencia, el más esencial. Y ese delito además, no solamente tiene por objetivo lesionar al individuo sino especialmente aniquilar a la colectividad a la cual pertenece.
No hay que olvidar, cierto es, y por eso debe destacarse lo hecho por la Junta Departamental. Como toda matanza concertada, cubierta ni más ni menos que por un Estado, necesita de la verdad y la reparación. Hasta tanto eso no ocurra, el luto seguirá incompleto.


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