Opinion | 30 Abr Bajo la consigna de “Únete a la construcción de una cultura de la Prevención en materia de Salud y Seguridad”, la Organización Internacional del Trabajo conmemoró en la víspera el Día Mundial de la Salud y Seguridad en el Trabajo.
De acuerdo a la OIT cada año, 2,8 billones de dólares se destinan a cubrir gastos relacionados con la pérdida de tiempo de trabajo, el tratamiento, la indemnización y la rehabilitación de lesiones y enfermedades ocupacionales. Eso, sin contar las vidas que diariamente se pierden en el mundo por cuestiones relacionadas con la seguridad laboral.
Las cifras son escalofriantes: cada año, más de 313 millones de trabajadores sufren accidentes del trabajo y enfermedades profesionales no mortales, lo que equivale a 860.000 víctimas al día. Cada día, 6.400 personas fallecen debido a un accidente del trabajo o a una enfermedad profesional, y las muertes por esta causa ascienden a 2,3 millones anuales. En tanto, cada 15 segundos 153 trabajadores tienen un accidente laboral.
Sin duda, los accidentes del trabajo y las enfermedades profesionales son una de las principales cargas para los sistemas de salud en el mundo. Basta señalar que un 4% Producto Bruto Mundial --unos 2,8 billones de dólares---, va a parar cada año a sufragar los gastos relativos a la pérdida de tiempo de trabajo, los cortes de producción, el tratamiento médico, la rehabilitación y las indemnizaciones.
En Uruguay, si bien existen actualmente mayores controles y presiones normativas sobre las empresas en este aspecto, a nadie le pasa desapercibido que continúan existiendo riesgos y accidentes laborales con diferentes costos humanos y económicos. Más seguido de lo deseable, dramáticas noticias relacionadas con accidentes laborales son titulares de medios de comunicación y cuando la atención mediática decae hay trabajadores que continúan enfrentándose diariamente a condiciones laborales peligrosas.
También parece claro que además de lo anteriormente expresado sigue siendo importante la sensibilización y concientización y el aporte colectivo a la interna de las empresas y los sectores de actividad para instalar y profundizar una cultura de la prevención en materia de seguridad y salud en el trabajo, no debiendo quedar estos aspectos supeditados a los márgenes de beneficio de las empresas, los vaivenes de la economía y la existencia o no de fiscalización estatal porque, como claramente muestran los estudios que se hacen en todas partes del mundo, la falta de inversión en seguridad se cobra un alto precio. De una u otra manera, todos podemos contribuir a prevenir las enfermedades profesionales y las muertes y accidentes, así como a mejorar las condiciones de seguridad e higiene de los puestos de trabajo adoptando la decisión de poner la salud en primer lugar y siendo consecuentes con ese objetivo.