Deportes | 04 May Las tarjetas que seguramente llevó el que gusta del boxeo en casa, frente al televisor, podía dar ganador a Mayweather por uno o dos puntos. Quizá alguno podía llegar a dudar de que podía darse un empate, teniendo en cuenta el empuje de Pacquiao.
Y el que solo se interesó en la pelea para ver por qué el mundo entero hablaba de lo que sucedería en Las Vegas, se quedó con esa imagen del filipino yendo a buscar al gran escapista y no dudó en catalogar de tongo a la pelea que, eso sí, no terminó de llenar el ojo por más que fuera la pelea del siglo o del milenio. Lo que está claro es que el triunfo de Mayweather, pese a lo que podía esperarse, fue ajustado. Y sí puede considerarse locura considerar que hubo 8 puntos de diferencia como vio uno de los jurados, y hasta quizás 4, como opinaron los dos restantes.
Pero el combate resultó apasionante más allá de que, nadie puede dudarlo después de haber visto esta versión 2015, que cinco años antes hubiera sido realmente para alquilar balcones.
El sábado a la noche, en el MGM de Las Vegas, Pacquiao fue Pacquiao, y Mayweather fue Mayweather, aunque ambos ya en el tramo final de sus respectivas carreras. El filipino tenía en claro que tenía que salir a buscar, a jugar en corto para poder sacar ventajas ante uno de los grandes reyes del negocio. Y lo intentó, más allá de que demoró en calentar motores, lo que terminó por jugarle en contra porque dejó pasar los tres primeros rounds, hasta que apareció en el cuarto, en el que mostró lo mejor.
Y Mayweather mostró lo suyo, lo que lo ha llevado a transitar una carrera por demás exitosa. El hombre tiene en claro lo que es el boxeo: pegar y no dejarse pegar. Y esa es la clave, aunque al espectador le guste otra cosa. Por eso vuela arriba del ring, y sus piernas y cintura son tan importantes para escapar de toda situación complicada, como lo son sus puños para pegar solo cuando se debe, esperando el momento para dar el golpe exacto; yendo o incluso saliendo. Y, al final, ahí está la explicación de todo.