Opinion | 04 May Los datos divulgados por la encuesta nacional sobre salud, nutrición y desarrollo infantil, que realizó la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP) a través del Programa Uruguay Crece Contigo, que presentan un alto nivel de obesidad infantil, incluso por encima del resto de los países de América Latina, no son nuevos.
Una primera encuesta de similares características publicada en diciembre de 2002 en la Revista Médica del Uruguay y efectuada durante el año 2000 concluyó en aquel entonces que 1 de cada 4 niños uruguayos padecía sobrepeso u obesidad (26%) y uno de cada 10 (9%) atravesaba una obesidad con “riesgo médico”.
El estudio realizado por los doctores Raúl Pisabarro, Alicia Recalde, Ernesto Irrazábal y Yenica Chaftare resultó revelador en un momento específico del país, con cifras que no aportaron diferencias significativas en el Interior (incluido Paysandú) y que, además, obtuvo la aprobación del Comité de Ética del Hospital de Clínicas.
En 2002, los profesionales auguraban que “con estas cifras podemos predecir un incremento de la diabetes tipo 2 y las enfermedades cardiovasculares en los próximos años”.
Hace 13 años, el equipo señaló en su informe que Uruguay había alcanzado “cifras epidémicas de obesidad infantil” y advertían la necesidad de que: “los médicos en Uruguay debemos mejorar nuestras estrategias en prevención” con la identificación de los grupos de riesgo y “no solo” en la promoción de hábitos saludables.
Al finalizar el documento, los médicos señalaban que “estas cifras desbordan las acciones personales y exigen medidas gubernamentales”.
Hace pocos días se conoció la evaluación realizada por la OPP, donde los datos agregan un comparativo a nivel continental. El promedio de niños obesos hasta 5 años es 7,1% en América Latina, mientras que en Uruguay asciende a 10,5%. En la actualidad, la incidencia de sobrepeso y obesidad llega al 11% en Montevideo y al 9% en el Interior.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) reitera los antiguos consejos de las abuelas y “recomienda” que los niños pequeños coman asistidos por un adulto, sugiere mantener el contacto visual durante la alimentación, hablarles sobre los alimentos y compartir la mesa con ellos. Sin embargo, las sociedades complejizadas por sus costumbres culturales mantienen hábitos y creencias que atraviesan las generaciones, además de las estadísticas.
El sedentarismo, apoyado en las nuevas tecnologías aplicadas a los juegos, dietas con alto contenido sódico y graso, revela el escaso consumo de frutas y verduras, en tanto menos de la mitad (37,2%) consume vegetales a diario y el 80,5% ingiere panes y galletitas todos los días, según las últimas cifras.
La prevención, educación y cuidados que empiezan por casa nos interpelan desde hace años. Los resultados no varían y es el espejo de la sociedad que queremos.