Paysandú, Lunes 11 de Mayo de 2015
Opinion | 05 May Más de 500 niños por día mueren en accidentes de tránsito en el mundo, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), siendo los traumatismos por accidentes de tránsito figuran entre las cuatro causas principales de defunción de todos los niños mayores de cinco años. Otros cientos quedan con graves secuelas. Se trata de un grave problema de salud pública y por eso el organismo internacional ha recomendado a sus países miembros ejecutar acciones para proteger la vida de sus ciudadanos en calles, rutas y caminos, especialmente de los niños.
Esta semana y hasta el próximo domingo Uruguay se suma a la Tercera Semana Mundial por la Seguridad en las Vías de Tránsito. Más de 50 centros educativos desarrollarán actividades e intervenciones que incluye tanto centros urbanos como rurales, a nivel Inicial, Primaria y Secundaria; sumando participación de Clubes de Niños y Scouts entre otros actores.
“Los niños queremos que esto cambie, para ello los adultos deben tomar conciencia y actuar”, será el reclamo de escolares de diferentes puntos del Uruguay, al tiempo que se planteará la necesidad de acciones preventivas eficaces e inmediatas para evitar las muertes que ocurren en el tránsito.
Caminar, andar en bicicleta y otras actividades físicas que realizamos cada día para trasladarnos o como ejercicio para prevenir el sobrepeso y la obesidad, exponen a los niños al contacto con las calles y carreteras.
Cada vez que un niño muere o es gravemente lesionado en un accidente de tránsito sobreviene la impotencia y un sufrimiento inconmensurable para las familias aunque, por otra parte, parece que poco hacemos en el día a día para revertir ese tipo de situaciones.
Utilizar el cinturón de seguridad y el casco y no transportar en los vehículos más personas que la cantidad para la cual fue diseñado son conductas que deberíamos desarrollar como algo natural y, no obstante, diariamente vemos como se contradice la lógica más elemental. El control de la velocidad, la prevención de la conducción bajo los efectos del alcohol, la utilización de los dispositivos de protección para niños que viajan en vehículos, el mejoramiento de la infraestructura vial, la instrumentación de medidas de reducción de riesgos para conductores jóvenes y la vigilancia de adultos a los niños en las inmediaciones de las carreteras también son medidas fácilmente aplicables, aunque no siempre cotidianas.
Estaremos lejos de la solución mientras sigamos saliendo a la calle como si pensáramos que nada puede pasarnos ni teniendo en cuenta cuál debe ser nuestro aporte en bien de la seguridad de quienes nos acompañan a pie o en el vehículo, para nosotros mismos o los demás.
Es imprescindible cambiar de mentalidad para asegurar que las carreteras de todas partes sean seguras y satisfagan las necesidades de los usuarios, especialmente los niños, pero también otros grupos vulnerables tales como peatones, ciclistas y motociclistas.
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