Paysandú, Jueves 14 de Mayo de 2015
Opinion | 14 May De diferentes maneras el movimiento ambientalista uruguayo ha venido alertando contra las malas prácticas de fumigaciones. Especialmente, en los últimos años han sido ampliamente difundidos en medios de comunicación casos de aplicación de productos químicos tóxicos que a través de fumigaciones han afectado poblaciones y escuelas como consecuencia de inconsciencia o malas prácticas agrícolas. Si bien son hechos que no se producen todos los días, no se puede desconocer su existencia y potencial peligrosidad para la salud, en especial de los niños.
Los niños son mucho más sensibles a los plaguicidas que los adultos. La exposición puede llevar al envenenamiento agudo y a enfermar inmediatamente después del contacto. Pero a menudo tiene también consecuencias a más largo plazo --y que pueden hacerse crónicas-- para su salud y desarrollo.
Los niños respiran más aire que los adultos y por lo tanto aspiran más polvo, vapores tóxicos, y gotas de la pulverización. En relación con su peso corporal, los niños tienen que comer y beber más que los adultos y si los alimentos están contaminados, absorben más toxinas. El área de la superficie de la piel de un niño por unidad de masa corporal es mayor que la de un adulto, y la piel es más delicada. Todos estos factores pueden llevar a una mayor absorción de productos químicos, y los órganos de los niños son menos capaces de eliminar los plaguicidas debido a que aún no están completamente desarrollados.
Estas afirmaciones han sido realizadas nada menos que por la FAO, el organismo de Naciones Unidas para la agricultura y alimentación, que preocupada por la necesidad de proteger a los niños de los plaguicidas ha publicado, conjuntamente con la Organización Internacional del Trabajo y en varios idiomas, una guía llamada “¡Proteja a los niños de los plaguicidas!”, que proporciona una herramienta de formación fácil y accesible. Su objetivo es ayudar a los agentes agrícolas de extensión, educadores rurales, inspectores laborales, y a las organizaciones de productores, a enseñar a los campesinos y sus familias a identificar y minimizar los riesgos en el hogar y en la granja. También aprenden a reconocer y responder a los signos de exposición a sustancias tóxicas.
Más allá del aporte que pueda hacer esta publicación en sí misma, que la FAO y la OIT hayan tomado el tema no sólo es un reconocimiento de la importancia mundial del mismo sino también de la necesidad de discutirlo. Representa también un llamado de atención a los organismos nacionales con incumbencia en el tema para el contralor de situaciones, la necesidad de limitar el uso de plaguicidas y la promoción de alternativas no tóxicas, así como el carácter crucial de la educación y concientización.
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