Paysandú, Viernes 15 de Mayo de 2015
Opinion | 12 May Aunque todavía no ha terminado el escrutinio en algunos departamentos, y resta además el conteo de los votos observados, se considera inamovible ya el resultado de las elecciones departamentales y tenemos por lo tanto un mapa definido en lo que respecta a los gobiernos que han surgido de las elecciones del domingo,
Llega por lo tanto la tradicional hora de las evaluaciones y como suele ocurrir, si hay partido o sector que ha resultado ganador o perdidoso en el saldo de cuantificaciones de intendencias o alcaldías obtenidas, como si se tratara de una competencia deportiva, cuando en realidad el único objetivo que no debe perderse de vista es el pronunciamiento popular, el de la ciudadanía que ha elegido a partidos y personas para regir los destinos de su departamento o localidad en los próximos cinco años.
Es decir, que en una democracia, como la que felizmente tenemos, nadie es dueño de los cargos para siempre, porque está sujeto al juicio y veredicto del ciudadano, y éste, en el acierto o en el error, que solo puede determinarse en la perspectiva que da el tiempo, hace valer su derecho en las urnas para elegir a quien quiere o a quien no quiere en determinada función.
Las elecciones departamentales a partir de la separación en el tiempo por la reforma electoral incorporada en 1997, han tenido una revaloración al sufrir un menor arrastre de la elección nacional, y sobre todo quedado expuesta la importancia que revisten para el vecino en el escalón de la comunidad que atañe directamente a su calidad de vida.
Así, el pronunciamiento del soberano naturalmente deja espacio para el comentario de los analistas y a nivel popular, respecto a factores que pueden haber incidido en los resultados y las perspectivas del trabajo a encarar por los gobernantes electos, porque quien más quien menos, tiene intereses legítimos que entiende deben ser atendidos desde el sillón comunal y los respectivos municipios, y en base a los cuales seguramente decidió su voto en la consulta popular.
Es saludable que en una democracia haya rotación de partidos en el poder, y lo que es válido para el gobierno nacional también lo es el departamental, por lo que es de recibo que cada partido o gobernante le dé su impronta a la gestión, porque en ello radica la confianza del ciudadano. Pero a la vez un aspecto clave inherente a toda gestión es dar continuidad a las políticas, planes y programas, como forma de responder a la necesidades y aspiraciones del vecino, cuya situación debe ser prioridad y por lo tanto objeto del desvelo de los elegidos para gobernar.
En el plano departamental, precisamente, también se da esta premisa en los dos sentidos: por un lado el gobierno actual debe continuar ejecutando obras y proyectos como tenía previsto, hasta que asuman las nuevas autoridades, porque las necesidades del ciudadano no tienen color político, y por otro lado quienes pasan a tener la responsabilidad de ejercer el gobierno tras los resultados del domingo, no deberían llegar con el ánimo de borrar todo y empezar de cero, como si todo lo que se está haciendo no sirviera para nada, sino dar continuidad a lo que está en marcha, porque se trata de recursos públicos que deben aprovecharse de la mejor forma posible, respetando al contribuyente que ha pagado impuestos para llevar a cabo las obras.
No debe perderse de vista que las intendencias departamentales, con el reciente agregado de las alcaldías y las propias juntas locales, son los organismos a los que recurre el vecino en primera instancia cuando no obtiene respuestas a sus reclamos en una serie de áreas que muchas veces son de resorte de organismos del gobierno nacional, pero con los cuales no encuentra canales fluidos de comunicación y con una burocracia que demora en exceso las respuestas, cuando se logra obtenerlas.
Y transcurridos los festejos y la lógica alegría de la victoria en la consulta popular, viene la hora de la verdad, el desafío de responder a las expectativas, de aprender de errores y aciertos, de ver como aterrizar lo que se ha prometido, de establecer prioridades en base a los recursos materiales y humanos, de elevar las miras y contemplar a la gente en primer lugar antes que a los compromisos político partidarios.
Naturalmente, en toda elección hay muchos factores que inciden en el electorado, y la voluntad popular es veleidosa, muchas veces inexplicable por su complejidad, porque así como hay voto castigo hay voto premio o voto esperanza, al fin de cuentas, y también porque en una democracia las mayorías siempre son circunstanciales, y alcanza con que una pequeña porción del electorado cambie de partido, para que se den resultados muy diferentes.
Lo vemos por ejemplo en Paysandú, donde hoy el partido vencedor gana por la misma diferencia estrecha con que perdió en los comicios de cinco años atrás, seguramente por una diversidad de factores, que alcanzaron para hacer que la Intendencia cambiara de signo.Y como es norma, corresponde extender una carta de crédito a quien asumirá el gobierno de Paysandú en pocas semanas, porque a su suerte va atada la suerte del departamento y la calidad de vida de quienes en él residen.
Es de esperar --confiamos que así va a ser-- que a la vez tenga la visión y capacidad de defender los intereses de los sanduceros en toda circunstancia, en coordinación y trabajo codo a codo con el gobierno nacional, naturalmente, pero también para responder con firmeza ante decisiones y atropellos tan frecuentes del centralismo, que se dan en gobiernos de todos los partidos sin excepción.
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