Paysandú, Sábado 16 de Mayo de 2015
Opinion | 16 May Las recientes elecciones departamentales realizadas en todo el país han dejado mucho paño para cortar en cuanto a evaluar en forma simple quienes han sido ganadores y perdedores no solo en lo que refiere su objetivo de ganar las respectivas intendencias, sino en el caso de los líderes partidarios, sectores y las propias colectividades cívicas.
Entre otros elementos incorporados en esta oportunidad, tenemos la comparecencia en el ruedo electoral del denominado Partido de la Concertación, un acuerdo entre blancos y colorados por el que los partidos tradicionales se presentaron unidos ante el electorado para la disputa ante el partido dominante en la capital, que es el Frente Amplio, de forma de que los lemas pudieran unir sus votos ante la coalición de izquierda, que de otra forma se presentaba como la única colectividad con opción real de triunfo.
Claro, las expectativas fueron en buena medida ya frustradas por la votación de octubre, en la que el Frente Amplio resultó amplia mayoría en Montevideo, y pese a una imagen notoriamente negativa de la gestión frenteamplista en el gobierno departamental capitalino, se partió de un piso que hizo que la izquierda tuviera amplia mayoría.
Además, hubo candidatos ya predesignados de los partidos tradicionales que fueron sustituidos debido a diferencias internas, y un tercer candidato, independiente, que finalmente resultó mayoritario dentro de la Concertación.
Y más allá de opiniones interesadas desde cada sector político, la interrogante que se ha planteado es si se está ante una experiencia positiva en cuanto a la unión de los partidos de manera formal, la que se da en cambio en los hechos en el Interior, con los votantes de un partido tradicional que se vuelcan masivamente al otro para impedir la victoria del Frente Amplio.
Las dificultades para plasmar esta opinión ciudadana en un partido formalmente resultan notorias en nuestro régimen electoral, y así la Concertación en Montevideo respondió a un intento de última instancia ante la imposibilidad de hacer otra cosa.
Ahora, el hecho de que no haya logrado el objetivo en su primera presentación ante el ciudadano debería estar lejos de constituir un fracaso, por cuanto si se tiene buena memoria, debe tenerse presente que en 1971, cuando se juntaron en el Frente Amplio partidos tan opuestos en su ideología como el Partido Demócrata Cristiano (PDC) y el Partido Comunista, entre otros, se obtuvo apenas el 18 por ciento de los votos, y con el devenir del tiempo, ahora la izquierda es la primera fuerza.
Por lo tanto, este instrumento político electoral debe ser visualizado en la perspectiva que da el tiempo, antes que generar conclusiones precipitadas, porque la realidad política es cambiante, como lo es también el voto ciudadano.
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