Paysandú, Lunes 18 de Mayo de 2015
Opinion | 18 May Frecuentemente se escuchan posturas, de distinto tenor, con cuestionamientos, críticas o sugerencias para revitalizar el alicaído Mercosur, el acuerdo regional que durante sus más de dos décadas de existencia se encuentra estancado –sobre ello no hay dos opiniones—, haciendo gala de marcada incapacidad para reformularse y asomar al mundo como una alternativa válida para mejorar el intercambio comercial entre sus integrantes y con otros mercados.
Entre los últimos aportes se encuentran expresiones del secretario general de la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi), Carlos Álvarez, quien dijo esta semana que "el Mercosur debe repensarse". Dijo esto con relación a las palabras del ministro de Economía uruguayo, Danilo Astori, quien meses atrás afirmó que el organismo está pasando el peor momento de su historia. "Puede haber una versión crítica de un organismo que debe repensarse, yo soy un ferviente defensor de que los organismos se articulen y hagan cosas juntos porque la percepción en la sociedad es que hay muchos organismos y poca integración", manifestó Álvarez.
Agregó que se tiene que favorecer "una reflexión crítica sobre el estado de la integración" y que los organismos regionales, como el Mercado Común del Sur (Mercosur), tienen que ser revisados para llevar a cabo "una discusión a fondo, no solo entre las cancillerías, sino también entre los presidentes de cada estado".
Indicó asimismo que no le corresponde a él decir si el Mercosur debe permitir que cada país miembro pueda negociar de manera independiente tratados de libre comercio con otros estados, lo que constituye "una demanda de Uruguay desde hace muchos años". Pero aclaró que "es muy difícil avanzar con el disgusto o crítica constante de dos o tres países", y consideró que "nadie discute la visión estratégica" del Mercosur y que si se quiere "tener presencia internacional" en "muchos" contextos, la región "es más conocida como Mercosur que como cada país de forma individual". Uno de los últimos ingredientes, que ha contribuido a una visión algo más optimista respecto a la evolución del bloque regional se tuvo por el lado de Brasil, cuya cancillería indicó que el país norteño promoverá que se flexibilice los términos de la cláusula que impide suscribir acuerdos preferenciales de intercambio comercial de cada país en forma individual, y que refiere a un planteo recurrente de Uruguay en los últimos años, que se ha potenciado a partir del gobierno de Tabaré Vázquez.
Por otro lado, ya en marzo el ministro de Economía Danilo Astori y el embajador de la Unión Europea (UE) en este país, Juan Fernández Trigo, defendieron la necesidad de no cejar en el empeño de cerrar el demorado acuerdo entre el Mercosur y la UE.
"No queremos inmiscuirnos en cuestiones que afectan al orden interno del Mercosur, pero ojalá que podamos sincerar uno y otro lado y cumplir un acuerdo que potenciaría esta relación comercial que existe entre nosotros", dijo Fernández Trigo en Montevideo. En el mismo acto, Astori, por su parte llamó a seguir generando "conciencia" dentro y fuera de la región acerca del papel "fundamental" que un acuerdo comercial de este tipo puede significar.
El inicio de la negociación de un acuerdo entre ambos bloques se remonta a 1999, y tras varios años de parálisis, la negociación se reabrió hace dos años. El Mercosur ya tiene lista su oferta de bienes, servicios, inversiones y compras gubernamentales, pero los europeos alegan que aún no ha finalizado el proceso de consultas internas para entregar su propuesta.
También del lado europeo hay resistencias para avanzar en determinados aspectos, sobre todo en el caso de Francia, que sigue protegiendo sus productores agrícolas, temerosos de ser afectados por las ventajas comparativas de sus colegas de los países del Mercosur para producir, y pretenden que se les asegure la colocación de su producción.
Pero ya desde la ceremonia de asunción del canciller Rodolfo Nin Novoa –que fijó una estrategia de inserción externa que prioriza lo comercial sobre lo político–, la designación de asesores con perfil técnico en su cartera y los problemas internos que atraviesan Brasil y Argentina, abren una “oportunidad histórica” para que Uruguay pueda avanzar en relaciones bilaterales, al amparo de la nueva visión en el Mercosur que parte desde Brasil.
El presidente de la Eurocámara en Uruguay y titular de la Cámara de Comercio e Industria Uruguayo-Alemana, Paul Riezler, ha afirmado que Uruguay “esperó demasiado” por los pasos que dieran los socios grandes del Mercosur (Brasil y Argentina) para avanzar en un acuerdo comercial con la UE, cuya negociación comenzó hace 20 años. Si bien en los últimos dos años se dinamizó el proceso de discusión con la presentación de una oferta por el Mercosur, el presidente de la Eurocámara ve poco probable que se pueda avanzar en “bloque”, dado los problemas internos que atraviesan Brasil y Argentina. En ese sentido, el empresario destacó el giro que anunció el nuevo gobierno en materia de política exterior y algunos hechos concretos que ya llevó a la práctica, que para los empresarios europeos fue un claro mensaje de que lo “político” quedará relegado a un segundo plano, algo que hace tiempo se venía reclamando a la cancillería. Asimismo, Astori ha reafirmado la necesidad que tiene una economía pequeña como la uruguaya de apostar a su inserción internacional y subrayó que el gobierno pregona un “regionalismo abierto”, en tanto el canciller Rodolfo Nin Novoa sostuvo que “queremos un Mercosur que se plantee objetivos y acuerdos viables, y que de ser necesario ajuste sus objetivos a las posibilidades actuales, con una agenda externa activa que rompa con el encierro”.
Brasil tuvo que sumergirse en una crisis económica, con recesión y problemas de competitividad, como la actual, para que los países del Mercosur busquen alternativas, y enhorabuena. Nadie nos va a devolver el tiempo perdido, pero si se avanza con convicción en esta línea, la región podría mejorar sustancialmente el intercambio comercial, multiplicar su actividad y dar un salto positivo en calidad de vida, sin contraponer política o ideologías con los intereses comerciales.
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