Paysandú, Viernes 22 de Mayo de 2015
Opinion | 15 May Sobre fines del año pasado la capital peruana fue escenario de la denominada cumbre sobre cambio climático, en uno de los tantos foros que se han desarrollado en los últimos años para el tratamiento de una problemática que en mayor o menor medida puede ser de importancia para el ciudadano común, que sin embargo lo ve como algo lejano ante sus preocupaciones de la vida diaria.
Esto es entendible, si tenemos en cuenta que estos cambios en el medioambiente son muy difíciles de cuantificar e incluso de identificar, se procesan a largo plazo, y cuya influencia real en la vida humana aún no está determinada. De todas formas hay una conciencia global al respecto que va en incremento y se ve reflejada en estos foros.
El punto es que desde hace tiempo se está procurando acordar y hacer cumplir acciones que puedan poner fin o por lo menos limitar el ritmo del cambio climático, cuya expresión más notoria es el calentamiento global, pero que también registra variantes por zonas, con perspectivas de que se siga agravando en las próximas décadas.
Igualmente, una cosa es la convicción que tienen muchos de los integrantes de la comunidad científica y otra que haya unanimidad sobre las eventuales consecuencias y hasta causas, por lo que para poder acordar en las acciones es preciso a la vez coincidir en el diagnóstico y tener voluntad consensuada de llevar a cabo las acciones correctivas consecuentes, cuando están al alcance.
El presidente del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), Rajendra Pachuari, alertaba recientemente respecto al panorama en este aspecto que todavía hay tiempo, “aunque muy poco” en cuanto a eventuales medidas para contener o enlentecer el cambio climático, que entre otras consecuencias provoca que se eleve el nivel de los mares, disminuyan los hielos y nieve de los glaciares y la temperatura de los océanos y de la atmósfera sigue aumentando, provocando a la vez variaciones extremas en el clima. Es cierto que en todo el entramado de las negociaciones en torno al clima y la evolución de los cambios la sociedad civil es un elemento clave, pero no hay unanimidad de opiniones y de voluntad manifiesta para evaluar y acordar lo que se puede hacer en torno a esta problemática. De acuerdo al presidente del IPCC, la clave debe estar en enfocarse en las soluciones y no en el problema, creando un sentido de confianza, y sobre todo no debe minimizarse la seriedad y los impactos que tiene en la sociedad y en el planeta.
El último informe del panel intergubernamental señala que dejar las cosas como están tendrá efectos irreparables, al afectar el medio ambiente, la seguridad alimentaria y profundizando la pobreza. A juicio de Pachuari, la sociedad civil debe encarar una perspectiva positiva y está en sus manos hacer una gran diferencia para que participen más activamente grupos de interés como los gobiernos, el sector privado, los investigadores y los académicos.
Pero a la hora de establecer responsabilidades, sin dudas los que están en el banquillo de los acusados son los países industrializados, que son los principales contaminantes por el volumen de actividad que desarrollan y el exceso de consumo de energías, con la salvedad de que todos los países y regiones del planeta tienen su cuota parte en la degradación del ecosistema y concretamente en el cambio climático, porque hasta los productores naturales de carne, como el Uruguay y otras naciones del Cono Sur latinoamericano, contribuyen con la emisión de metano y otros gases que incrementan el efecto invernadero.
En cuanto a las respuestas, en su gran mayoría la comunidad científica estima que se debería recortar las emisiones de gases nocivos entre un 40 y un 70 por ciento para 2050, con la meta de que para finales del siglo la emisión llegue a cero, desde que de otra forma los efectos serán graves para el medio ambiente, la seguridad alimentaria y la pobreza.
En el último encuentro desarrollado en Lima, la Cop 20, conferencia que fuera organizada por las Naciones Unidas, ha surgido un esquema de trabajo para la cumbre de este año que tendrá lugar en París, Francia, apuntando a fijar objetivos posibles de reducción de emisiones, con la firma de un tratado que sustituya el de Kyoto, estableciendo compromisos concretos.
No puede obviarse de todas formas que hay fuertes intereses económicos en juego, y que todo lo que se haga estará signado por el grado de afectación que se tenga sobre multinacionales y países, por lo que hay recelos y pedidos de garantías de que los compromisos se cumplirán por las respectivas partes y contrapartes, habida cuenta de que hay que repartir costos y beneficios, y los puntos no siempre están claros cuando hay quienes respetan lo acordado y quienes no o lo hacen solo en una medida muy acotada.
En cuanto al escenario y antecedentes, tenemos por ejemplo que la cantidad de gases de efecto invernadero enviados a la atmósfera alcanzó un nuevo máximo histórico en 2013, de acuerdo a lo indicado por la Organización Meteorológica Mundial, y es así que estos datos dan cuenta de que el dióxido de carbono ha aumentado su concentración a un ritmo que no se registraba desde hacía casi treinta años, lo que la pauta de que hay empujes que agravan la situación porque no hay una acción sistemática de contención.
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