Paysandú, Viernes 22 de Mayo de 2015
Opinion | 21 May Por cierto que no ha inventado la pólvora el presidente del Banco Central del Uruguay (BCU), economista Mario Bergara, cuando dijo al participar en las últimas horas en un foro del Banco Mundial (BM) en Lima, Perú, que la inversión, el ahorro y la productividad de la mano de obra serán clave para que las economías como la uruguaya, altamente dependientes del comercio de materias primas logren sostener el crecimiento económico en un marco de baja de los precios de ese tipo de bienes.
Es decir, que estos preceptos rigen para un escenario como el que ya enfrentan el Uruguay y la región, con precios en baja para los commodities, en un contexto de enlentecimiento perceptible en la economía interna del país, que se proyecta además sobre las expectativas de los operadores y por lo tanto con incidencia directa sobre los parámetros de la economía.
En este foro Bergara además se manifestó escéptico sobre el futuro de la integración regional hasta que los países “grandes” --en alusión a Brasil y Argentina aunque sin nombrarlos-- “no asuman su responsabilidad”. Asimismo, durante el foro denominado “Los países del Sur: ¿nuevos dueños de la economía global?”, se presentó un informe que demuestra que tradicionalmente los países industrializados, como Estados Unidos, Canadá y Europa occidental, han regido la economía mundial, controlando desde las exportaciones y las importaciones de materias primas, hasta el comercio de bienes y el flujo de capitales.
Sin embargo --añade el trabajo-- “el siglo XXI ha llegado para darle la vuelta a esa tendencia y los países en desarrollo hoy concentran el 51% del comercio global y, en un espectacular ascenso en los últimos 50 años, suman el 40% del PBI mundial, y se calcula que para el 2025 llegarán al 55%”.
Evalúa que ello se tradujo en los grandes avances socioeconómicos de años recientes, particularmente sustentados en el boom de exportaciones de materias primas y las nuevas interconexiones entre los países del Sur. Empero, consigna el informe que “ahora la situación ha cambiado --menos consumo de materias primas, más competidores globales-- y Latinoamérica se ve ante la disyuntiva de revisar su modelo de crecimiento económico”.
Naturalmente, las interrogantes que se abren son muchas, entre las cuales cómo seguir creciendo ante la caída de la demanda de materias primas, cómo aprovechar las nuevas interrelaciones con Asia para mejorar destrezas y habilidades y cómo proteger los avances sociales que multiplicaron a la clase media y redujeron el número de pobres, de acuerdo a este estudio.
Lo primero que hay que establecer, por supuesto, es hasta dónde se aprovechó en la región y el país esta situación coyuntural, que al haberse prolongado durante más de una década fue percibida por muchos gobiernos como firme, y no hubo por lo tanto mayor preocupación por generar sustentabilidad a las respectivas economías.
En este foro, el titular del BCU también sostuvo que le “cuesta pensar que las materias primas sean una maldición” y por el contrario, consideró que “la clave” sigue siendo “agregar valor” mediante inversiones locales y sobre todo extranjeras porque estas “traen el cambio técnico abajo del brazo” y permiten incrementar la “productividad” de la fuerza de trabajo, lo que en Uruguay ha provocado una situación de “casi pleno empleo”.
En ese sentido, defendió el régimen de promoción de inversiones vigente en Uruguay y dijo que el mismo ha permitido lograr la captación de capital foráneo en forma exponencial “cuando hasta hace poco años competíamos con Haití en los últimos lugares de América Latina”.
Pero mientras Uruguay está en media tabla en el subcontinente, tenemos que Bolivia, Paraguay y Perú crecerán este año por encima del 4 por ciento, mientras en el fondo están Brasil, Argentina y Venezuela, con crecimientos negativos, de acuerdo al último informe dado a conocer por la Organización de las Naciones Unidas.
Y en cuanto a medidas, sin ir más lejos el ministro de Hacienda de Brasil, Joaquim Levy, indicó que su país recortará unos 23.200 millones de dólares en gastos estatales en procura de nivelar las cuentas públicas y garantizar el cumplimiento de la meta del superávit primario para este año, fijada para el 1,2 por ciento del Producto Bruto Interno (PBI).
El punto es que en el pecado está la penitencia, y el Brasil destinó a “políticas sociales” cuantiosos recursos durante los gobiernos de izquierda, para encontrarse con que el impacto en los sectores destinatarios fue muy menor y en cambio sí “impactó” fuerte en la economía, generando un profundo déficit y una necesidad de ajuste que terminará sacándole a los sectores presuntamente beneficiarios de aquellas políticas mucho más que lo que se les pretendió dar.
Y en lo que refiere a Uruguay, aún situado en un intermedio entre los peores y los mejores ubicados en la región, tampoco los respectivos gobiernos han hecho muy bien los deberes, porque se siguió aumentando el gasto por encima del adicional de ingresos, se ha generado incluso un fuerte déficit fiscal pese al aumento de recursos, y encima se han incorporado gastos rígidos que deberán pagarse aún si hay dificultades económicas.
Y tiene razón el presidente del BCU cuando sostiene que debe apostarse a la inversión, el ahorro y la productividad de la mano de obra como respuestas válidas ante la coyuntura que se nos viene. Solo que esas medidas debieron intentarse mucho antes, cuando era bien sabido que la bonanza tendría un fin próximo, y no cuando ya estamos sufriendo las consecuencias.
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