Paysandú, Sábado 23 de Mayo de 2015
Opinion | 22 May Deben tomarse como un indicativo alentador las reflexiones formuladas por el vicepresidente Raúl Sendic, expresidente de Ancap, al señalar que se obtuvieron datos que demuestran que Uruguay tiene hidrocarburos en tierra y en el mar, al punto que proclamó que “estoy convencido de que vamos a perforar y tener gas y petróleo”.
Este anuncio pleno de optimismo --naturalmente hay que esperar luego lo que digan los hechos-- contrasta con el déficit histórico del país en cuanto a poder recurrir a energéticos fósiles y por lo tanto extractivos para aliviar la factura petrolera, que siempre ha resultado muy onerosa para el Uruguay.
Sendic dijo que las perforaciones comenzarán antes de fin de año y continuarán en 2016. Destacó que “será un cambio sustancial no solo en la matriz energética, sino de toda la economía”. La explotación de gas se llevaría a cabo en el departamento de Salto, que Sendic señaló es un punto estratégico, por su cercanía con Argentina y de Brasil. Según indicó, luego de las prospecciones y comprobación de la existencia de reservas, habrá un plazo de tres años para comenzar la explotación. “Si descubrimos que los tenemos, ya es un elemento muy importante, aunque no los podamos explotar inmediatamente”, señaló el exjerarca de Ancap.
Debe tenerse presente que los estudios de exploración en tierra firme en Uruguay siguen arrojando datos alentadores para las autoridades, y en este sentido la empresa australiana Petrol Energy --accionista del 51% de Schuepbach Energy que tiene adjudicados dos bloques en el norte del país-- comunicó la recertificación de recursos prospectivos en las áreas de Salto y Piedra Sola (Tacuarembó y Durazno, Salto y Paysandú).
La empresa Netherland, Sewell & Associates (NSAI) actualizó nuevos estudios de procesamiento e interpretación de datos que habían sido divulgados en enero de este año. La novedad principal surgió de la posibilidad de encontrar gas y no solo petróleo como arrojó la divulgación anterior. De ahí, las áreas mencionadas tendrían 62% de petróleo y 38% de gas.
Es así que la recertificación de hidrocarburos por NSAI estimó que ambas cuencas del norte del país contarían con 2.892 millones de barriles de petróleo y 4.729 billones de pies cúbicos de gas en el subsuelo.
En cuanto al rol del Estado, consultada sobre cómo piensa administrar el gobierno los recursos potenciales que dejarían la explotación de gas y/o petróleo, la ministra de Industria, Energía y Minería, Carolina Cosse, dijo que el gobierno está trabajando y discutiendo sobre el diseño de un fondo intergeneracional con “responsabilidad”.
Hay una serie de aspectos a tener en cuenta en este tópico, y seguramente a los que se aborden en este comentario primario deben agregarse muchos otros que están involucrados directa e indirectamente y los que se irán incorporando a medida que se generen nuevos hechos, pero no puede soslayarse que es un hecho histórico de enorme significación y proyección que el Uruguay pueda contar en un futuro --esperamos que inmediato-- con recursos energéticos de esta envergadura, y eventualmente con un impacto muy beneficioso en costos de la energía que a la vez permitan mejorar la competitividad del país, si se actúa en forma criteriosa y responsable en la administración de los recursos.
En alguna medida la tónica ha sido mencionada por la titular de Industria Carolina Cosse cuando asegura que la administración de los recursos responderían al diseño de un fondo intergeneracional con responsabilidad, aunque sin dar mayores detalles.
Pero a la vez corresponde señalar que hay ejemplos cercanos de cómo no deben administrarse recursos adicionales provenientes de la explotación de yacimientos de gas y petróleo, como es el caso de Venezuela, que ha malgastado y mal usado sus enormes ingresos sin constituir un mínimo aparato productivo en áreas estratégicas, por lo menos, y hoy, en que el precio internacional del crudo ha bajado, está sumida en una grave crisis económica por vivir el eterno sueño del nuevo rico.
La Argentina también tiene importantes recursos en estas áreas, y ya sabemos cómo le va, por lo que surge claramente que el contar con esta riqueza en el subsuelo no garantiza la felicidad ni mucho menos, sino que por el contrario, de no establecer un régimen de explotación bien regulado y moderno, apuntando a sustraerlo a la eventual disponibilidad libre y que haya gobiernos tentados de asumir o profundizar prácticas voluntaristas, se corre el serio riesgo de que mucha de esa riqueza se diluya además en el mar de burocracia característico de nuestro Estado.
Y para muestra basta un botón: si bien el Uruguay tiene los precios de los combustibles más altos de la región, en su caso como importador de todo el petróleo que consume, los costos adicionales por la burocracia e ineficiencia de Ancap, y la carga tributaria que les aplica para obtener recursos para el Estado, determinan que aún si tuviéramos el petróleo gratis --como publicara en su momento EL TELEGRAFO-- es decir sin siquiera los costos de extracción, igualmente seguiríamos teniendo los combustibles más caros del Mercosur.
Ello indica que si se logra traducir en hechos estas buenas perspectivas surgidas de los estudios de las petroleras, más allá del impacto natural de la buena nueva para el país, debe inmediatamente ponerse manos a la obra para que esta riqueza a término permita volcar recursos adicionales para infraestructura e inversiones que generen sustentabilidad, reducir costos de producción y mejorar calidad de vida sin caer en los inmediatismos populistas que se derrumben más temprano que tarde como un castillo de naipes.
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