Paysandú, Jueves 28 de Mayo de 2015
Opinion | 28 May El Movimiento de Erradicación de la Vivienda Insalubre Rural (Mevir) se acerca al medio siglo de vida y lo recuerda bajo el lema “48 años de Mevir en el territorio: de la soledad absoluta a la necesaria interrelación”. En este tiempo, ha construido más de 27.500 viviendas que alojan a más de 100.000 personas.
Creado por ley en 1967 a impulsos del Dr. Alberto Gallinal con el objetivo de erradicar la vivienda insalubre del asalariado rural, Mevir es una persona pública de derecho privado. Con el transcurso del tiempo amplió su objetivo original, pasando a trabajar en forma integral tanto a asalariados rurales como a pequeños productores familiares de bajos recursos (menos de 60 UR de ingreso mensual), facilitando no sólo la construcción o refacción de viviendas sino también edificaciones productivas, servicios comunitarios, infraestructura (agua, electricidad, saneamiento).
Todos los programas de Mevir involucran el aporte de trabajo de las familias así como el pago de cuotas mensuales, cuyo valor se define en función del costo total de la obra construida y la situación socio-económica de cada familia.
A diferencia de otros programas de vivienda llevados adelante por otros organismos, tanto en los sistemas de edificación por ayuda mutua como en la autoconstrucción asistida, es un requisito la participación de las familias beneficiarias en las obras. Este aporte, que se considera un requisito indispensable para participar en los programas de Mevir, es sumamente importante como forma de involucrar a las familias en el proceso y asegurar que la obra sea sentida como un esfuerzo propio, lo que redunda en el futuro compromiso de pago y usufructo, a la vez que permite conocerse entre sí a los futuros vecinos y ejercer el trabajo en equipo por una causa común.
Precisamente estos aspectos, resultan importantes a la hora de concretar uno de los objetivos de fundamentales de Mevir en la actualidad, la construcción de un hábitat rural sostenible. Al llegar a sus 48 años, apuesta a dar un paso más mediante los denominados Planes Integrales de Proyectos Locales (PIPL) que tienen como fin generar soluciones integrales a las necesidades de una zona previamente definida. Los mismos conciben el territorio de una manera más amplia que hasta ahora: como un sistema social, productivo y cultural.
Esto es algo que resulta necesario en un contexto donde familias de distintas procedencias geográficas, modos de vida y costumbres se ven en la situación de convivir en pequeñas parcelas vecinas de núcleos habitacionales y donde, fundamentalmente las mujeres, niños y adolescentes cambian sus roles asociados a tareas rurales para pasar a vivir en complejos de características barriales o urbanas que suelen carecer, al menos inicialmente, de propuestas de actividades culturales y recreativas. Lograr que las familias se mantengan en el lugar que eligieron para vivir, trabajen y se desarrollen, es un objetivo deseable como base de la sostenibilidad deseada.
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