Paysandú, Viernes 05 de Junio de 2015
Opinion | 29 May Cuando en Estados Unidos se unen la Fiscalía, el FBI y la temida IRS (Internal Revenue Service, o Agencia Tributaria) puede temblar el mundo. Y realmente ha pasado así con el escándalo de corrupción en la mismísima Fédération Internationale de Football Association (FIFA), lo que afecta aún más la ya destartalada credibilidad del organismo todopoderoso que domina la práctica profesional del fútbol en el mundo.
No es nuevo, las acusaciones de que la FIFA se ha comido a medio mundo con sus negocios turbios tienen ya décadas. Pero ahora, la detención de siete directivos de la organización, muy próximos al presidente, Joseph Blatter, acusados de soborno, chantaje, fraude y blanqueo de dinero, confirma que de la sospecha al hecho no hay trecho.
De acuerdo a la fiscal general de Estados Unidos, Loretta Lynch, se trata de una corrupción con “raíces profundas” que ha operado al menos durante 24 años. Esto es, el fútbol mundial vive en medio de la corrupción desde los noventa al menos.
Y no era de esperar menos de estos señores que han hecho del oscurantismo, de la arbitrariedad, de la glorificación de las castas su modo de vida. El golpe dirigido desde Washington, puede ser una oportunidad de cambio profundo, pero tratándose de la FIFA y la luz de lo que ha ocurrido en las últimas horas, más vale no apostar mucho por esa opción.
La elección del nuevo presidente sigue tan campante como si nada hubiera pasado, mientras Joseph Blatter lucha para no perder su lugar. Y eso que debería ser el primero en renunciar, si es que eso que se llama decencia estuviera en el vocabulario de la FIFA.
¿Quién puede creer que don Blatter --más bien el Don-- desconociera la corrupción de sus cercanos, entre ellos --cuando no-- el uruguayo Eugenio Figueredo, a quien el fiscal uruguayo Juan Gómez también lo quiere investigar? Durante su mandato los gestores de marketing deportivo han sobornado a los directivos de la FIFA hasta el punto de que, en expresión del FBI, “los pagos ilícitos eran la forma de hacer negocio” en la organización. Incluso aunque no supiera nada, Blatter era y es el responsable. La decisión más lógica, por más que desde la organización se asegure que el presidente “no está implicado”, era la de dimitir, lo que ayer dejó en claro no haría. Por el contrario, como el partido tiene que seguir, inauguró el congreso 65 que elegirá presidente.
No obstante, no solo Blatter y sus secuaces continúan, porque tampoco puede decirse que las federaciones nacionales sean tan inocentes, con presidentes que se eternizan, casi siempre como consecuencia de compensaciones, intercambios de favores o intereses comunes entre los clubes y quienes los representan.
Por eso lo que promueve el fiscal Gómez es más que saludable. Y que siga hasta el hueso de la AUF, para no solo celebrar la caída de algunos. Si van a caer, que caigan todos. Fútbol limpio y sano para todos. Ahora es cuando.
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