Paysandú, Domingo 07 de Junio de 2015
Opinion | 01 Jun La Cámara Nacional de Comercio y Servicios del Uruguay presentó una encuesta efectuada entre marzo y abril, la cual evaluó las habilidades reclamadas por los empleadores y las respuestas presentadas por los jóvenes que se postulan a un empleo.
Más de la mitad (52%) de los empresarios planteó insatisfacción ante el nivel evaluado y solo el 9% se manifestó “muy satisfecho”. Incluso ante la consulta acerca del nivel de preparación, que involucra una diversidad de aspectos, respondieron que “están nada o poco preparados”. Es que el documento denominado “Cualidades requeridas para la contratación de personal” se extendió en el análisis de las denominadas habilidades blandas, con las cuales los jóvenes ingresan al campo laboral. Esto refiere específicamente a su conducta, motivación, valores o cultura.
En una lista de habilidades, la mayoría de los empleadores eligió la responsabilidad y la capacidad para aprender nuevas cosas, que a su vez son las menos presentes en los jóvenes.
Durante el simposio Innovaciones de la Educación, organizado por la entidad, los empresarios reconocieron la ausencia de capacitación en una segunda lengua, aunque manejan con ventajas las nuevas tecnologías. Allí también se reiteró la necesidad de acercar el mundo del trabajo a la educación para mejorar la producción con mano de obra capacitada que incremente sus niveles y se abra al mundo competitivo desde otra mirada. Pero los resultados presentados en los últimos años no arrojan luz sobre una situación que lleva años y no se dirige exclusivamente al sistema educativo de un país.
Uruguay es un territorio en crecimiento que ha incorporado –en lasmedida de sus posibilidades-- los rápidos avances tecnológicos, pero por otro lado, se apresura por naturalizar desde ámbitos oficiales los magros resultados académicos y de respuesta familiar que forman parte de la totalidad de un problema con derivaciones insospechadas.
Hace varios años, en oportunidad de realizarse en Brasil el Primer Encuentro Internacional de la Educación con la presencia del premio Nobel de Literatura, José Saramago, quedó claro que ha sido un asunto que en diversas épocas acostumbraron a resolver las propias comunidades.
El escritor abrió el encuentro e hizo referencia a su experiencia personal: “Yo fui educado por unos padres que eran analfabetos” y seguidamente se refirió a las diferencias entre educar e instruir.
Más allá de las discusiones académicas, la evidente falta de responsabilidad de la familia, que institucionalmente atraviesa una profunda crisis, arroja en otros actores los problemas que no ha sido capaz de resolver ni traspasar acciones, como la ética, cultura, respeto o responsabilidad. Esto ocurre mientras pensamos que los jóvenes “son nuestro futuro”.
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