Paysandú, Domingo 07 de Junio de 2015
Opinion | 05 Jun Con aparición incluso de la presidenta argentina Cristina Kirchner por cadena nacional, una vez más, el gobierno argentino ha proclamado su irrupción como “República nuclear”, previendo triplicar las inversiones en energía atómica, con una nueva central y plantas para producir uranio.
La jefa de Estado anunció que el Plan Nuclear prevé inversiones desde este año y hasta 2025 por unos 31.000 millones de dólares, incluyendo prolongar la vida útil de Atucha y la central Embalse. Argentina pasó a producir el 5% del Molibdeno-99 que se consume en el mundo y es el tercer productor de Cobalto 60, en tanto Buenos Aires ha proclamado con entusiasmo que rusos, chinos, japoneses y coreanos traen sus dólares al país, atraídos por la enorme riqueza del suelo argentino.
Estos son solo algunos de los aspectos que indican que Argentina está embarcada, a contramano de lo que sucede en el mundo, y sobre todo en países desarrollados, como Alemania, en potenciar todo lo que tenga que ver con la energía atómica, a despecho de desastres --el último de los cuales la central de Fukushima, en Japón--, que son determinantes para que las centrales nucleares sean cada vez más cuestionadas.
Pero a la vez, mientras todavía hay quienes en la vecina orilla y sobre todo en la cercana Gualeguaychú siguen agitando los fantasmas de la contaminación del río Uruguay por la planta de celulosa de UPM Botnia, se hacen los distraídos cuando tienen una planta nuclear a pocas decenas de kilómetros, como si fuera un aspecto menor la contaminación que puede derivar de un accidente o del propio funcionamiento de la central.
Hace unos veinte días el ministro de Relaciones Exteriores de Uruguay, Rodolfo Nin Novoa, dijo que su cartera envió varias preguntas a Argentina sobre el proyecto de construir Atucha III, la cuarta central nuclear del país vecino, de las que no había obtenido respuestas “todavía”.
“La Cancillería ya ha enviado algunas preguntas en el marco de los acuerdos sobre energía atómica que hay y no hemos recibido respuesta todavía”, declaró Nin Novoa en una conferencia de prensa sobre una reunión previa con parlamentarios de las comisiones de asuntos internacionales.
Y de este lado del río, precisamente, hasta hace unos años se registró un movimiento, promovido por algunos técnicos y representantes de sectores políticos que sostenían la necesidad de que Uruguay incorporara usinas de generación de electricidad a través de la energía nuclear, como una forma de concretar una respuesta adecuada a las necesidades energéticas de nuestro país, teniendo en cuenta que la demanda estaba creciendo significativamente por encima de la posible oferta de generación, y que con una inversión relativamente barata se aseguraría una potencia firme mediante el uso de este tipo de energía. De todas formas, igualmente seguiríamos dependiendo de tecnología y materia prima del exterior, y nada menos que de material atómico.
Pero el desastre del complejo nuclear de Fukushima en Japón, luego de un tsunami que provocó entre otros dramas la pérdida de material nuclear contaminante hacia el mar, ha sido determinante para que con una opinión pública adversa, y hechos incontrastables respecto a la magnitud de los posibles desastres aún en países desarrollados cuando no se puede contener la fuerza de la naturaleza, la idea se deje en el “congelador”.
En diciembre el presidente José Mujica recibió el quinto y último informe de la comisión multipartidaria que en 2008 y por decreto el expresidente y ahora presidente Tabaré Vázquez creó para analizar la viabilidad de la instalación de una planta nuclear en el Uruguay. El documento de ochenta páginas redactado por la comisión que formó Vázquez es concluyente, porque en ninguno de los escenarios de precio proyectados hasta 2045 la energía nuclear es viable para nuestro país.
El documento expone que desde 2009 Uruguay ha cambiado su matriz energética. De sufrir faltantes de energía se pasó a tener excedentes para exportación, y es así que el año pasado Uruguay vendió a la Argentina energía por 200 millones de dólares y en breve se pondrá en marcha la interconexión de 500 megavatios con Brasil, por lo que se abrirá otro mercado. A ello que debe agregarse que el cambio de matriz ha permitido incorporar energía solar y eólica, así como de biomasa, al parque de generación, que son fuentes autóctonas y renovables que han reducido en más de un 40 por ciento los costos de generación. Otro aspecto importante es la incorporación de la regasificadora, que permitirá que se integre un componente energético de bajo costo relativo a la fuente de generación.
Por lo tanto, según la evaluación del entonces director nacional de Energía, Ramón Méndez, “hoy tenemos algo que funciona, estamos muy lejos de lo que ocurría hace años y el camino está trazado para los próximos veinte años”.
Y en cuanto a decisiones políticas, como mencionábamos, el documento también tiene en cuenta el grave accidente en la planta nuclear de Fukushima en Japón, el 11 de marzo de 2011, que sin dudas dio un vuelco fundamental contra los promotores de la energía nuclear en todo el mundo, porque además tiró por la borda ideas sobre la seguridad de las plantas que se creía irrefutables, debiendo tenerse en cuenta que desde el punto de vista económico, más allá de la contaminación, se perdieron en un segundo 20.000 millones de dólares en reactores, en tanto la limpieza de toda la zona para que vuelva a ser habitable requerirá otros 100.000 millones de dólares, sin olvidar la destrucción, el drama, la pérdida de vidas humanas y personas lisiadas de por vida.
Y como corolario, más allá de costos y necesidades, que por ahora no se perciben en un Uruguay en pleno recambio de la matriz, está el de la disposición de los residuos nucleares, que no se degradan, que solo se encierran en barriles de material de alta resistencia para que no salgan al exterior, pero que seguirán con potencial contaminante durante cientos y miles de años y que deben mantenerse lejos de todo ser vivo indefinidamente.
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