Paysandú, Martes 09 de Junio de 2015
Opinion | 03 Jun Varias intendencias del país aparecen con sus finanzas comprometidas debido a lo que se califica como manejos irresponsables del presupuesto municipal por parte de las administraciones que se aprestan a abandonar el poder departamental, tras haber perdido las elecciones.
Las más comprometidas serían las de Salto, Maldonado y Río Negro. Y su realidad se va conociendo en principio porque en ellos ha triunfado la oposición (el Frente Amplio en la primera y la tercera y el Partido Nacional en Maldonado) y luego porque se ha provocado una crisis tal que el Salto ni siquiera se pueden pagar los salarios y no hay nafta para la flota municipal.
No obstante, en aquellos departamentos donde hubo reelección se desconoce la realidad de las administraciones por obvias razones. Pero en un país tan pequeño, con realidades tan similares, no sería extraño saber en cierto tiempo que en otras intendencias la situación es tan frágil como en los tres departamentos mencionados.
Es que los administradores municipales no se han caracterizado precisamente por ser siempre responsables y es esto son parecidos independientemente del partido al que representan. Obviamente, como en toda actividad humana, ha habido intendentes que han dado ejemplo de buena administración.
Pero las crisis provocadas por escasos recursos que quedan al término de las administraciones son moneda corriente, aunque estas escaseen siempre en esas ocasiones. Hoy se descubre que algunas intendencias en donde los partidos que las gobernaban perdieron las elecciones están en bancarrota o con las finanzas comprometidas. Quizás haya otras, que como el mismo partido sigue en la administración tratarán de cubrir como puedan esa realidad.
Pero, ¿dónde está el núcleo del problema? Porque los líderes políticos pasan, pero la realidad parece seguir siendo la misma. En síntesis, pasa lo mismo que en un hogar. No se puede gastar un monto mayor al que ingresa. Los países en desarrollo bien sabemos las consecuencias que ha tenido el despilfarro de la plata dulce obtenida por créditos que después tuvieron que ser pagados (o se están pagando) por las generaciones posteriores.
Y cuando eso ocurre en un departamento, se reducen las obras y menos demandas de los vecinos son satisfechas, porque el dinero fácil no dura para siempre. Por el contrario, el pago de esos créditos es lo que más cuesta y eso genera un retroceso en el impulso de los departamentos.
Por encima de partidos políticos debe primar una buena administración departamental. Como en la casa del intendente tanto como en la de cualquier ciudadano. Gastar más de lo que se percibe puede brindar momentánea satisfacción. Pero también interminable disgusto.
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