Paysandú, Miércoles 10 de Junio de 2015
Opinion | 08 Jun La constante y consecuente naturalización y relativización de las denuncias provenientes de poblaciones afectadas por contaminantes en el aire, agua y suelo demostró su punto de inflexión con los hechos ocurridos entorno a la cuenca del Santa Lucía y en Laguna del Sauce.
En 2013, tras las “cañitas voladoras” que argumentó el exministro de Medio Ambiente, Francisco Beltrame, y el desafío del presidente de OSE, Milton Machado, a que se “demostraran científicamente” las denuncias por la mala calidad del agua, ahora los ministros que conforman el gabinete de Tabaré Vázquez toman contacto con la noticia de la alta contaminación existente en Dolores que afectó el San Salvador y el río Negro.
En una carta presentada ante la ministra Eneida de León, los doloreños señalaron que “la ciudad padece o al menos sospecha que está sufriendo una agresión al medioambiente que afecta la salud de nuestros habitantes. Índices de casos de cáncer y alergias llamativamente superiores a lo normal afectan tanto a adultos como a niños”.
Los vecinos sustentan su exposición en la descarga de la red cloacal y vertido de barométricas sin tratamiento, además de los fitosanitarios utilizados en las plantaciones de soja. De hecho, el argentino Gustavo Grobocopatel --uno de los magnates sojeros más importantes del mundo-- tiene instalado allí a uno de sus socios, ante la incomparable calidad de la tierra.
El desarrollo productivo se extendió en una diversidad de áreas y, además de ganar terreno, impulsó la economía, pero paralelamente condicionaba la vida de sus habitantes. En 2013, el exdirector de la Ursea, Fernando Longo, dijo que “la calidad del agua en Uruguay es buena y lo de las algas es un hecho puramente circunstancial”. En el caso del litoral, entonces, esa circunstancialidad rige desde mediados de la década de los 80 en el río Uruguay y lleva más de 15 años en el río Negro. En ambos lugares se han detectado cianobacterias por exceso de nutrientes y en este marco parece claro que el San Salvador no es ajeno.
El año pasado, un planteo de similares características fue elevado por los doloreños a la comisión de Medio Ambiente de la Junta Departamental de Soriano, donde denunciaron hechos contaminantes presuntamente provocados por chimeneas de silos que rodean Dolores, algunos en la zona urbana y otro ubicado junto a un centro escolar.
Allí expusieron el aumento de casos de cáncer de estómago y enfermedades del aparato digestivo y respiratorio, en tanto establecieron un nexo entre el procesamiento de granos y un aumento de los cuadros oncológicos. Incluso algunos padres dejaron de enviar a sus hijos a esa escuela, tras la afectación a la salud por determinadas patologías.
En el Consejo de Ministros, los ediles y representantes de municipios explicaron que en Soriano solo se recicla el 20% de los materiales utilizados para almacenar agroquímicos, entre otros aspectos.
Sin embargo, parece que las gestiones efectuadas en su momento no llegaron a las manos de los ámbitos de decisión porque el director nacional de Medio Ambiente, Alejandro Nario, afirmó que “la denuncia que hicieron no nos consta”.
Solo resta cruzar los dedos y esperar a que la indiferencia no toque a Dolores con su varita de relativizar.
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