Paysandú, Viernes 19 de Junio de 2015
Opinion | 12 Jun No es inusual apreciar a algún niño pidiendo dinero en la calle o recogiendo cosas de las volquetas, residuos descartados por otros. Y pocas veces tomamos conciencia de que están realizando una tarea laboral, empujados por las condiciones de pobreza de su familia que entre otras situaciones es motivada por la falta de trabajo decente para los adultos que los tienen a cargo, la falta de protección social y la incapacidad para asegurar la asistencia de los niños a la escuela hasta la edad mínima legal de admisión al empleo.
El trabajo de menores no es, precisamente, menor. Y tal como lo ha señalado recientemente el Comité de Derechos de los Niños de las Naciones Unidas, en nuestro país el problema se centra en los niños explotados económicamente, particularmente en venta callejera, recolección de basura, construcción y trabajo doméstico y rural.
De acuerdo al Comité Nacional para la Erradicación del Trabajo Infantil y la Protección del Adolescente Trabajo (CETI) hay más de sesenta mil niños, niñas y adolescentes que cumplen tareas laborales. La cifra también incluye a jóvenes de entre 15 y 17 años, que realizan trabajos considerados peligrosos. No incluye el trabajo doméstico, pero se estima que la cifra es muy superior a la indicada.
En todo el mundo unos 120 millones de niños de 5 a 14 años de edad se encuentran en situación de trabajo infantil; en este grupo de edad, los niños de ambos sexos son afectados casi por igual. Ante esto, en el día de hoy, por iniciativa del 12 de junio de 2003 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), se llama la atención mundial ante un problema que sigue necesitando urgente definición y solución. Porque los niños de 2003 --en su mayoría-- ya son adultos. Millones de ellos debieron soportar el trabajo infantil. Y si no se alcanza una mejora sustancial en el problema en pocos años tendremos otra generación de niños a los que no habremos podido ayudar.
El énfasis de este año es en la necesidad de brindar en los ámbitos de pobreza una educación de calidad, gratuita y obligatoria para todos los niños hasta por lo menos la edad mínima de admisión al empleo. También la propuesta es emprender acciones para llegar a aquellos niños actualmente en situación de trabajo infantil.
Y es cierto, eso es imprescindible. Sin educación no solamente tendremos menores de edad explotados laboralmente sino adultos igualmente explotados.
En Uruguay, si bien la educación es gratuita y obligatoria, hay mucho camino por andar para que llegue de manera eficiente a los más necesitados, para cortar esa cadena que mantiene a los pobres en la pobreza aunque pasen generaciones y eso no se logra solamente con educación seglar. Un trabajo denodado y permanente que muestre el horizonte posible más allá de la pobreza es un camino. Porque la sociedad debe trabajar para evitar que lo hagan los niños.
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