Paysandú, Viernes 26 de Junio de 2015
Opinion | 19 Jun Aunque por estos días el frío se hace sentir, en los últimos años hemos tenido más días de calor, como si la temporada estival se hubiera extendido o como si nuestra región fuera paulatinamente transformándose en sub tropical.
No obstante, ese es el menor de los problemas. De la región y del mundo en lo que refiere al clima. Porque el cambio climático provoca una transformación a nivel mundial que se dice afectará severamente a varias regiones del mundo en los años por venir. Y se sostiene que se trata de un futuro más cercano de lo que imaginamos.
A finales de año tendrá lugar en París una decisiva cumbre del clima de la ONU, que tiene que aprobar el protocolo que sustituirá al de Kyoto a partir de 2020. El G-7 (Estados Unidos, Canadá, Alemania, Francia, Italia, Reino Unido y Japón) ha pretendido impulsar políticamente esa cumbre, haciendo hincapié en tres puntos: que el calentamiento global no sobrepase dos grados centígrados con respecto a los valores preindustriales --lo que demanda desde hace bastante una comunidad científica que ahora empieza a considerar que el máximo debería ser 1,5 grados, no dos--; que en 2050 la reducción de gases esté entre un rango --demasiado flexible-- del 40% y el 70%, e impulsar el Fondo Verde del Clima, de 100.000 millones de dólares al año, que ayude a los países más afectados por el problema para que todos puedan firmar el pos Kyoto.
Los países del G-7 queman cantidades industriales de carbón. El carbón es la principal causa del cambio climático, en la medida que el grueso de la emisión de gases de efecto invernadero proviene de la quema de combustibles fósiles para el transporte, el uso de las fábricas, y para la producción de energía mediante la emisión de dióxido de carbono.
Según la clasificación Global 500, de la revista Fortune, de las 50 mayores empresas del mundo, en términos de ingresos, 15 de ellas son compañías petroleras o gasísticas, y siete, automovilísticas. Si el cambio climático reside en las emisiones derivadas de los combustibles fósiles, la solución chocará con el modelo de negocio de estas empresas tan grandes e influyentes.
Por tanto, hay un largo camino por recorrer que no parte precisamente de los acuerdos multinacionales, sino de un cambio en el modelo productivo. Eso aparece como lo más difícil de lograr porque los intereses particulares (llámense empresariales, industriales o regionales) difícilmente piensan más allá y llegan a los intereses generales.
No obstante, no hay otro camino, porque este es único mundo que tenemos, y si el cambio climático se profundiza, las consecuencias serán de enorme perjuicio para todos. Tanto que aquellos que hoy defienden sus intereses industriales no tendrán consumidores. Y probablemente ellos mismos no puedan ser considerados consumidores.
Lamentablemente el ser humano sigue igual. Mientras el peligro sea solo inminente, nadie le da real importancia.
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