Paysandú, Martes 30 de Junio de 2015
Opinion | 23 Jun Según el ministro de Trabajo y Seguridad Social, Ernesto Murro, si bien preocupan al gobierno los datos de desempleo de abril, que con el 8,1 % supone el nivel más alto desde mayo de 2010, se trata de cifras “razonables”, en tanto fuentes del Pit Cnt consideraron que “sin entrar en un estado de alerta”, es necesario que el gobierno tome medidas para reencauzar “los logros” obtenidos en este ámbito desde que en 2005 llegó al gobierno el Frente Amplio.
Precisamente el desempleo está afectando en mayor medida, según el sindicato, a los trabajadores de la construcción, pero también al sector automotriz, la industria láctea, la vestimenta y la textil. Sin embargo no estamos ante situaciones aisladas, sino que a esta altura de los acontecimientos, hay una tendencia inequívoca que se enmarca en un proceso de deterioro de la economía tras el contexto de bonanza que se dio en el país en la última década al amparo de las favorables condiciones internacionales.
Y lo peor que se puede hacer en estas circunstancias es aislarse del contexto y de la realidad del país, justo cuando los costos agobian cada vez más a las empresas y a la vez se registra una menor actividad económica.
Hablando de realidad, la ministra de Desarrollo Social (Mides), Marina Arismendi, según declaraciones que recoge el semanario “Búsqueda”, dijo la semana anterior que en la secretaría de Estado se quedaron con un sabor “agridulce”, al referirse a la instrumentación del programa Uruguay Trabaja, al que este año se presentaron 17.000 personas en el llamado con cupo para tres mil personas.
Arismendi subrayó que “por un lado fue un éxito la inscripción en todo el país”, pero por otro lado se preguntó “qué está pasando que hay personas dispuestas a ir a hacer cosas por 5.000 pesos”, aunque en realidad son 7.172.
Pues lo que está pasando es lo mismo que sucede por ejemplo en varias de las empresas recuperadas –Tessamérica por ejemplo--, en que ante la eventualidad de perder todo los trabajadores-cooperativistas prefieren aceptar salarios a valores “sumergidos” o, como en el caso del Mides, prácticamente simbólicos; aunque eso todavía no ocurre en la empresa privada, que ante la imposibilidad de cumplir con obligación de los laudos acordados a la fuerza termina cerrando o dando quiebra.
Abundan ejemplos de emprendimientos que últimamente han debido cesar definitivamente sus actividades, como hiciera la empresa automotriz Chery, la industria láctea Ecolat y más recientemente otra empresa láctea similar, Schreiber Foods. Que no son capitales especulativos o “golondrina”, sino auténticos emprendimientos de riesgo que tras perder millones de dólares en Uruguay, deciden marcharse del país honrando todas sus deudas y cerrando la fábrica que les costara decenas de millones de dólares instalar, porque el país dejó de ser viable para ellos.
Es que la situación dista de ser la mejor en todo el ámbito empresarial, porque por encima de matices entre sectores, a este delicado escenario se agrega el próximo inicio de las rondas de Consejos de Salarios, donde es de esperar prime la mesura en los reclamos y se tenga en cuenta que presionar por más aumentos, incluso por encima de la inflación, como se acostumbra, resulta inviable para el común de las empresas, que además ya no están en condiciones de seguir trasladando los mayores costos a los precios de bienes y servicios que venden, en un mercado donde la desaceleración es evidente y por lo tanto los incrementos de precios solo deprimirían aún más las ventas. Y si esta situación se da en toda la actividad empresarial, la problemática es mucho más seria en el área industrial, y es así que según da cuenta “Búsqueda” algunos industriales perciben que la baja del nivel de actividad “es imparable” en ramas como la metalúrgica o textil-vestimenta, y de cara a la próxima ronda de negociaciones salariales afirman que serán “especies en extinción” si deben asumir aumentos de costos laborales.
El asesor económico de la Cámara de Industrias del Uruguay (CIU), Sebastián Pérez, evalúa que a la caída de actividad por menor demanda y pérdida de competitividad, y el elevado costo país que enfrentan las fábricas se suman como problemas la menor productividad y el alto gasto en mano de obra que a su juicio “se fue de las manos”.
Paralelamente debe tenerse presente que la tasa de desempleo en Uruguay se situó en abril en el 8,1 % de la población económicamente activa, lo que supuso un aumento del 0,8 % con respecto a marzo y un ascenso del 1,3 % con relación al mismo mes de 2014, informó el Instituto Nacional de Estadística, constituyéndose en el mayor registro desde mayo de 2010, cuando el dato de paro fue del 8,3 %.
Estos elementos de juicio, aún incompletos, dan la pauta de que el contexto de la economía ha cambiado, y que cada sector debe poner de su parte para adaptarse a los cambios sin que se dispare el desempleo y a la vez no se acentúe el cierre de empresas, que son la columna vertebral de la economía del país.
Corresponde un baño de realidad, de reconocer que no es posible solo seguir pidiendo sin tener en cuenta que cuando una empresa cierra, quedan decenas y cientos de familias en la calle, y que para preservar las fuentes de empleo debe actuarse en todo ámbito de negociación con sentido común, responsabilidad, priorizando el empleo por encima de aumentos ficticios, en una asociación capital-trabajo que es el secreto del desarrollo económico y social, en lugar de los puños apretados y la lucha de clases de la década de 1960.
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