Paysandú, Miércoles 08 de Julio de 2015
Opinion | 02 Jul Sin dudas, Paraguay ha sido sobre todo en la última década un país que es de los que más ha crecido en la región, y no ya más que Uruguay, que ha estado a media tabla en este ranking, sino también que economías que han estado muy pujantes en el período, como es el caso de Perú y Bolivia. En tanto que, como es sabido, el comportamiento de Brasil ha sido muy relativo y Argentina ha tenido de los peores desempeños, superado solo en el caos por la incalificable Venezuela con su “revolución” chavista.
Pero no todas son rosas en estos crecimientos, como lo hemos señalado en más de una ocasión, porque en una región que se caracteriza por exportar productos primarios sin industrializar, y dotarlos de escaso valor agregado incluso en lo interno, estos buenos desempeños en el Producto Bruto Interno no son acompañados de inversiones en infraestructura y reformas estructurales que aseguren la sostenibilidad del crecimiento aún en tiempos menos ventajosas.
Es pertinente en este contexto traer a colación reflexiones vertidas al Suplemento Economía y Mercado del diario El País por el economista Fernando Masi, director del Centro de Análisis y Difusión de la Economía Paraguaya (Cadep), exasesor del ministro de Industria y Comercio (2009-2012) y del ministro de Hacienda (2003-2005), quien expresó que sin duda Paraguay fue uno de los países de Latinoamérica de mayor crecimiento de la última década y que el auge de los precios internacionales de los productos agropecuarios impulsó su expansión y también generó un problema considerado “nuevo” para el país: la volatilidad.
Así, Masi sostiene ahora que la alta dependencia de los granos y la carne plantea restricción a una economía que debe “ajustar su modelo” porque el actual “está agotado”, pese a los buenos resultados de los últimos años.
Consultado sobre si es sostenible para Paraguay seguir creciendo como en la última década, consideró que “no. Esa expansión económica tiene que ver principalmente con la demanda por commodities agrícolas. Pero en los últimos años, desde 2009 en adelante, hemos tenido otro fenómeno, que es la volatilidad del crecimiento, con una dependencia muy fuerte del sector primario y agroindustrial en general. Si bien la crisis financiera de 2008 prácticamente no afectó a Paraguay, sí lo hicieron las sequías de 2009 y 2012, donde tuvimos crecimientos negativos en ambos años, y el rebote en 2010 y 2013 fue muy fuerte, justamente por efecto de ese problema climático. La volatilidad de la expansión económica es algo nuevo y no muy conveniente para el país; se tendrían que agregar otros sectores al crecimiento para hacerlo menos dependiente y volátil”.
Conviene aclarar que en los últimos años, las condiciones ventajosas para invertir que ha ofrecido Paraguay han sido determinantes para que argentinos y uruguayos compraran tierras y se dedicaran a emprendimientos productivos, teniendo en cuenta que en el país guaraní hay mucho menor presión tributaria, con menores costos en insumos así como de mano de obra, lo que se traduce en mayores márgenes de rentabilidad.
En Paraguay el agro representa el 25% del PBI, y si se suma la agroindustria se puede superar el 30%, pero a juicio de Masi “lo que hace falta es más inversión en otro tipo de industrias, diversificar. Al actual modelo no le queda mucho potencial para expandirse, por tanto necesita crecer en otras áreas, donde se está buscando atraer inversiones extranjeras”.
Las reflexiones indican que estas limitaciones se terminan convirtiendo en una restricción, y por ejemplo consideró que “este año hay determinados efectos climáticos que hacen que se reduzca la producción agropecuaria, acompañada, además, de otro factor que se mantuvo inalterable en casi una década que es el precio de los commodities. Estamos en una etapa de baja y eso genera incertidumbres por la mencionada extrema dependencia”.
“No hay que olvidar que durante todos estos años hubo un incremento de la demanda muy importante. Ese crecimiento tuvo un efecto de derrame en toda la economía. Se ha desarrollado una nueva clase media, pero no tan segura económicamente. Cualquier falla o ausencia de los factores que tienen que ver con el crecimiento es suficiente para que esa gente reduzca sus ingresos”, evaluó.
Este análisis de la economía paraguaya no es enteramente extrapolable a nuestro país, pero sí hay elementos en común que corresponde tomar en cuenta, porque los frenazos en la demanda y precios de los productos primarios de base agropecuaria tiene una incidencia muy similar y se traslada a la vez a otros sectores de la economía.
Según el economista, hoy la demanda no tiene el nivel de años anteriores: “Hay un freno en sectores como el comercio o los servicios, así como la construcción, sobre la cual se había puesto mucha esperanza; sin embargo, no se está dinamizando como se pensaba que iba a suceder. Por otra parte, la dinámica de la industria está dada por la agroindustria, en especial el procesamiento de aceite y harina de soja y de la carne. Entonces, cuando tenemos precios bajos en los granos y una caída muy importante de la demanda de carne desde Rusia, hacia donde se destina el 54% de las exportaciones de carne vacuna de Paraguay, estamos en problemas”.
Son problemas similares a los que se da en toda la región, y sin tremendismos, a la hora de hacer el balance de una década excepcional, tenemos que los recursos excepcionales se han ido en atender situaciones del momento y no a crear condiciones que apuntalen el crecimiento aun en situaciones menos favorables. Y todo eso por creernos que “el mundo cambió” para siempre y, por aquello de que “lo que precisa el mundo es comida”, que lo que nosotros producimos iba a valer como el oro ad eternum.
Ahora, lo que precisamos es otra década excepcional inmediata, para poder trabajar sobre otro piso y sí encarar las inversiones en infraestructura, en tecnología, en educación, y ponernos a la altura de las circunstancias. Solo que ello dependerá de los ciclos de la economía mundial.
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