Paysandú, Martes 14 de Julio de 2015
Opinion | 10 Jul La violencia doméstica crece sin pausa en Uruguay, a tal punto que las muertes que provoca son diez veces más que en España y cinco veces más que en Chile. La organización no gubernamental “Por la integración” presentó a fines del mes pasado, un estudio que destaca que lo que va del año ha sido particularmente violento en nuestro país. En apenas seis meses se han constatado 22 muertes de mujeres a manos de sus parejas. En este mismo lapso, en España murieron 13 mujeres, y en Chile 27. Pero la cantidad de población del territorio uruguayo con poco más de 3,5 millones de habitantes, nos posiciona con un índice por encima de esos países.
La ONG señaló en su reporte que los datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), muestran que penosamente Uruguay está primero en el índice de homicidios de mujeres por violencia doméstica, que llega al 0,73%, el mismo porcentaje que presenta El Salvador, considerado el país más violento del planeta.
Sin duda, uno de los principales problemas de nuestro país, teniendo en cuenta además que no todos los casos son denunciados. Quizás, en realidad, muchos queden entre las paredes del hogar.
Pero, del otro lado de la moneda, Uruguay también lidera la transformación del concepto que la sociedad tenía de lesbianas, gays, bisexuales y transgénero (LGBT). Aquí se ha avanzado rápidamente en la lucha por los derechos LGBT, más aun que Estados Unidos y países europeos.
¿Qué explica esta paradoja? ¿Cómo un país con fama de machista y homofóbico está en la vanguardia de la lucha LGBT? La respuesta es simple: gracias al ingenio y la tenacidad de grupos de la sociedad civil.
Los grupos LGBT suelen ser de izquierda. Pero, a diferencia de la izquierda radical, son más pragmáticos que revolucionarios. Buscan la concertación en vez de la confrontación. Por eso invierten tiempo en la identificación de quienes puedan ayudarlos, sean de donde sean, incluyendo instituciones que puedan colaborar. En nuestro país los grupos LGBT han logrado aprobar leyes aliándose con el propio partido en el gobierno. El colectivo Ovejas Negras forjó una alianza con el Ministerio de Salud Pública para capacitar a 1.500 personas en temas de salud LGBT. La lección: las instituciones y los partidos no deben ser vistos como enemigos, sino como lugares donde buscar y encontrar amigos.
Esto debe servir de ejemplo en la lucha contra la violencia doméstica. La sociedad civil debe profundizar la lucha, la misma que ya brinda a partir del trabajo de la mencionada ONG y de otras. Pero la comunidad LGBT ofrece valiosas lecciones que podemos aprovechar para otras causas, porque los cambios que han impulsado eran casi inimaginables hace pocos años.
Hay que involucrarse en la gestión del cambio. No alcanza con campañas como “Ni una menos”, hay que avanzar decididamente en otros ámbitos de educación y castigo de los violentos dentro de las cuatro paredes de sus casas. Mucho por hacer, pero hay ejemplos que impulsan y abren esperanzas.
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