Opinion | 09 Jul Podría definirse a un emprendedor como aquella persona que adopta una actitud proactiva y transformadora, constructora de su propio futuro mediante el desarrollo de capacidades para generar funcionamientos que le permiten actuar con autonomía y libertad para, en forma creativa, imaginar, desarrollar y realizar proyectos viables y sustentables. Así lo concibe el Programa Jóvenes Emprendedores que desarrolla el Consejo Técnico Profesional (UTU) y que recientemente reconoció nueve proyectos de estudiantes provenientes de los departamentos de Montevideo, Florida, Canelones, Soriano, Salto, Durazno y San José.
Este programa --que en esta ocasión destacó proyectos que cuentan con muy buenas condiciones y perspectivas para su puesta en funcionamiento o para incrementar el presupuesto que actualmente manejan, con el propósito de expandirse-- tiene por objetivo apoyar la creatividad y el trabajo de los jóvenes que se proponen desarrollar su propia idea de negocio con la finalidad de autosustentarse.
La formación de emprendedores a nivel de la UTU y la Universidad ha sido una materia pendiente por mucho tiempo, aunque en los últimos años han comenzado a realizarse talleres de capacitación tendientes a involucrar estudiantes en actividades emprendedoras, así como potenciar sus capacidades para diseñar y evaluar proyectos.
Este tipo de iniciativas y programas no solo son bienvenidos, sino necesarios. Hay emprendedores que lucharán contra cualquier obstáculo, pero otros pueden tener buenas ideas y dificultades para desarrollarlas. Posiblemente ambas sean personas creativas, atentas a lo que ocurre a su alrededor y capaces de ver oportunidades donde otros ven problemas. Pero también es probable que ambos necesiten capacitación para transformar su idea de negocio en proyecto, evaluar su viabilidad y conseguir apoyos de diferente índole.
En los últimos años se han incrementado en Uruguay los programas que brindan asistencia, capacitación y distintos tipos de apoyo a emprendedores, a la vez que el Estado ofrece diferentes alternativas para desarrollar una actividad formal. Fundaciones, incubadoras de empresas, parques tecnológicos y hasta programas de financiamiento hoy están disponibles y forman parte de un ecosistema emprendedor que tiempo atrás no existía.
En este contexto, resulta bienvenido que en el marco de sus actividades académicas las instituciones educativas que forman en oficios y profesiones promuevan el desarrollo de habilidades emprendedoras de forma que los jóvenes que culminan su formación puedan convertir ideas en proyectos, puedan ser capaces de gestionarlos, innovar, planificar y generar fuentes laborales para sí mismos y otras personas.