Paysandú, Viernes 17 de Julio de 2015
Opinion | 17 Jul Aunque en la economía el Estado siempre cuenta con recursos para enfrentar cualquier crisis, en el caso de los privados las alternativas pasan por tener una orientación previsora y en lo posible, lograr que las coyunturas complicadas resulten en oportunidades, si se tiene la visión y naturalmente elementos para aprovecharlo hasta que los nubarrones se despejen.
Este es el caso de muchos empresarios que tienen sus emprendimientos ya en marcha, y que naturalmente sufren los embates del costo país, las cargas fiscales y salarios muchas veces desproporcionados respecto a la capacidad de respuesta de la firma.
Pero a la vez hay una fuerza vital en el país que requiere contar con instrumentos para hacerse un lugar propio en este mundo y valerse por sus propios medios, aunque parezca que está todo inventado o todos los lugares ocupados para intentar algo viable en el mercado.
Ocurre que el privado es el motor de la dinámica de la economía, el verdadero --el único en realidad-- creador de la riqueza, porque el Estado es un muy mal empresario, gestiona mal los recursos, crea burocracia y sobrecostos, y lo que hace es hacer recaer sobre las espaldas de todos los uruguayos, sean sus clientes o no, toda su ineficiencia.
De ahí que resulte importante en cualquier coyuntura, pero sobre todo en medio de dificultades como las actuales, establecer canales de estímulo y apoyo a los nuevos emprendedores.
En este contexto el integrante de la firma Summa Consultores e ID Retail, Andrés Lalanne, al plantear este escenario a El Observador expuso que “si representamos un sector de la economía como una montaña, podemos imaginar los productos y servicios del sector en alguna posición de sus laderas. Un pequeño espacio de la montaña sería como un nicho de mercado. Hacia estos nichos, existentes o proyectados, apuntan las ideas de los emprendedores”.
Ahora, emprender no es hacer cualquier cosa para ver qué sale, naturalmente, sino que más allá de las capacidades y oportunidades identificadas para un emprendimiento de riesgo, se debe pasar a concretar un plan de negocios; aunque en la práctica, partir de un plan bien formulado no es algo que suceda con frecuencia.
En este sentido el economista subrayó que “un plan de negocios es un requisito académico para miles de trabajos estudiantiles que nunca se harán realidad. Por eso es bienvenida la tendencia reciente de pedir inicialmente a los emprendedores que definan un modelo de negocios. Esto es una variante menos cuantitativa que expresa gráficamente las relaciones clave de la propuesta. En lugar de pedir números de fantasía se requiere un ‘racional’ de la estrategia, un esquema simple y claro que es relativamente fácil de evaluar. En estas etapas iniciales se necesita identificar el tipo y volumen de necesidades, de capital, de socios estratégicos, de canales de distribución, así como lograr la mejor identificación posible de la propuesta de valor diferencial para los futuros clientes”.
Aclaró que si se pasa esta etapa con éxito en algún momento será necesario tener un plan de negocios para “enamorar” a los terceros (socios, aliados, inversores) que necesita el emprendedor. “Cabe de todos modos relativizar algo este instrumento porque un emprendimiento es ante todo un acto emocional, un compromiso, lo que explica que algunos emprendedores sean capaces de caer y levantarse varias veces”, aunque muchas veces la diferencia radica en el capital disponible, por ejemplo con respaldo familiar, lo que hace que muchas veces emprendedores capaces, bien intencionados y con buenas ideas, igualmente queden por el camino.
Tener emprendedores no es un aspecto secundario en ningún país, y mucho menos debería serlo en el Uruguay, donde todavía prima por lejos la cultura del empleo público de por vida.
A juicio de Lalanne, más allá de que existen algunas iniciativas privadas que contribuyen a mejorar el desempeño de los emprendedores en desventaja social, “este es un terreno para las políticas públicas. En estos años, en los que tanto se ha avanzado en la creación y estímulo de un ecosistema emprendedor, poco se ha concretado en relación a este segmento. Desde el punto de vista de la promoción del emprendedurismo a partir de la comunicación de casos ejemplares, los éxitos de jóvenes en desventaja social resultan más efectivos que los de emprendedores privilegiados por su origen familiar”.
El punto es que los emprendedores de origen humilde siguen esperando por instrumentos adecuados a su realidad, sostuvo, lo que es muy cierto. Pero más allá del mérito indudable de salir de un segmento social postergado y hacerse un lugar en la vida por esfuerzo y perseverancia, debe promoverse a través del Estado, porque es de interés general, políticas públicas de estímulo y formación de emprendedores con mayor énfasis que los programas todavía insuficientes que están en marcha a través de entidades como Dinapyme.
Es que en fortalecer a estos emprendedores se juega mucha de la suerte del país, y lo que se haga en este sentido es mucho más importante que organizarse en sindicatos para reclamar más y más recursos del Estado, por ejemplo.
El emprendedor, que invierte y arriesga su capital, cuando lo tiene, que no cuenta con el Estado detrás para enmendar los números en rojo, es al fin de cuentas la gallina de los huevos de oro que debemos preservar y tratar de multiplicar, para que sea cada vez más protagonista y sostén de nuestro tramado socioeconómico.
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