Paysandú, Miércoles 22 de Julio de 2015
Opinion | 22 Jul En la vereda, un grupo de personas celebraba el acontecimiento. Cruzando la calle, en la otra vereda, otro grupo de personas manifestaba contra lo que estaba ocurriendo. Esto sucedía hace aun pocas horas en la 16th Street Northwest, en Washington, Estados Unidos, donde después de décadas Cuba abrió una embajada al restablecerse las relaciones con Estados Unidos.
Para muchos un día de esperanzas y para otros una fecha nefasta. Y para todos un día histórico. Aunque no con este hecho político quedan curadas todas las heridas que el tiempo hizo, desde 1961 a estos días. Es que la apertura de las embajadas no se limita a la ceremonia de un día, a un brindis con Mojito (como corresponde si de Cuba se trata). Y en el caso de dos países que durante décadas estuvieron enfrentados con dureza, hay mucho aun por considerar.
Es cierto, los nacidos en Estados Unidos descendientes de cubanos serán --al menos por ahora-- obligados a tener pasaporte cubano si quieren ser considerados nacionales en la isla (a diferencia del modelo europeo), a lo que muchos se oponen duramente. Es cierto, Estados Unidos probablemente revise su política con los emigrantes cubanos --que siguen llegando a costas gringas-- porque hoy por hoy tienen un trato muy especial que les abre las puertas al país todopoderoso del Norte. Pero el reinicio de relaciones formales entre los dos países establece varios desafíos y abre expectativas en lo que pueda ocurrir en todo el continente latinoamericano y no solamente en la isla caribeña.
Es que América Latina ahora se encuentra en una encrucijada y habrá que archivar los carteles de “Yankees go home”, porque acaban de llegar a casa, desde que para muchos Cuba aún sigue siendo el Paraíso encontrado, más allá de sus hermosas playas y su amigable pueblo.
En un momento en el que países como Rusia, China e incluso Irán desarrollan iniciativas para hacer presente su influencia en el hemisferio latinoamericano, el mensaje de Obama --“somos vecinos y ahora podemos ser amigos”-- ha dado un giro radical a la percepción hostil que se tenía hacia Estados Unidos en una parte del espectro político latinoamericano; y está dejando fuera de juego a líderes populistas que han hecho del antiamericanismo la base de su discurso.
En la isla, Raúl Castro debe ser consciente de que la oportunidad que se le brinda a La Habana no es un cheque en blanco para continuar un régimen caracterizado por la falta de libertades y la penuria económica. La normalización de las relaciones y el eventual fin del embargo --que Obama volvió a pedir al Congreso, pero que sigue aún firme-- constituyen una oportunidad histórica para que Cuba realice la transición hacia un sistema de libertad y prosperidad que le coloque en el papel que merece en el Caribe y en toda Latinoamérica. Y a su vez, significa el fin de una excusa histórica para justificar todas las penurias que sufre el pueblo cubano.
En tanto, todos juntos, ensayan “Come together”, de los eternos (a Dios gracias) Beatles.
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