Opinion | 20 Jul La Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó que entre el 18 y el 20 de julio de cada año se conmemore el Día Internacional de Mandela, con un mensaje de estímulo y dedicación de 67 minutos de nuestro tiempo para ayudar a los demás, en homenaje al exlíder sudafricano que durante 67 años trabajó como abogado al servicio de los derechos humanos, por la paz, como preso de conciencia y posteriormente primer presidente elegido democráticamente de una Sudáfrica libre.
La consigna en 2015 “¡Pasa a la acción, inspira el cambio!”, pretende la construcción de un mundo sostenible y equitativo, mientras la ONU celebra 70 años de su creación. En este marco, se otorgará por primera vez el premio Nelson Rolihlahla Mandela, de carácter honorario y una vez cada cinco años a dos personas (un hombre y una mujer) que hayan encarnado los valores de Mandela.
En Uruguay, se recordará hoy con un acto homenaje en el Palacio Legislativo, en el que participarán los legisladores Ruben Martínez Huelmo, Alejandro Sánchez, Felipe Carballo y Gloria Rodríguez.
La resolución 64/13 de la organización mundial reconoció la labor del expresidente sudafricano en la reconciliación interracial, la igualdad entre los géneros, los derechos de los niños y otros grupos vulnerables y en defensa de las comunidades pobres y subdesarrolladas.
A pesar de que su figura se tornó controversial durante gran parte de su vida, el legado de Mandela se transmite a nivel global y atraviesa la diversidad cultural y aunque vivamos en un mundo proclive a los homenajes de palabras sentidas, pero con escasa fuerza para perforar los bronces, su imagen de carne y hueso transitando entre otros iguales, adquiere una mayor coherencia.
Y la consigna llega justamente en momentos de mayores conflictos religiosos e interraciales, incluso en comunidades que han demostrado su superación en distintos aspectos económico-culturales. Las brechas permanecen aún más abiertas bajo determinados estereotipos y exigencias sociales que subyacen muy cerca de las superficies y que con pasar apenas la uña de las diferencias, se manifiestan en su más amplia dimensión.
Pocos han gobernado rodeados del respeto y la admiración universal, como ocurrió con Mandela desde 1994 hasta 1999, tras recibir el Premio Nobel de la Paz y más de 250 reconocimientos internacionales durante al menos cuatro décadas.