Paysandú, Domingo 26 de Julio de 2015

El fin de la “década dorada”

Opinion | 20 Jul El contador Enrique Iglesias, exministro de Relaciones Exteriores recién restablecida la democracia en nuestro país, expresidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), es desde hace tiempo un gran referente y motivo de consulta en el continente y el mundo, y en lo que respecta a nuestro país, una voz autorizada para evaluar no solo el rumbo de la economía, sino también sus proyecciones en el tramado social del país, su actualidad y su futuro.
Aunque naturalmente sus reflexiones no sean una verdad revelada --nadie en el mundo la tiene-- sí es pertinente tener en cuenta una serie de conceptos que desgrana en entrevista con El País, y extraer elementos para ponderar lo que se hace o deja de hacerse para corregir desvíos en las políticas, así como destacar aciertos o errores.
Iglesias puntualizó que el mundo surca aguas “muy turbulentas” y que el gran desafío de América Latina es no perder lo logrado en la última década. “Parte de la clase media corre riesgo de perder posiciones por lo que hay que ser prudente, sobre todo en materia de presupuesto, que es el pacto de una sociedad”, indicó.
Pero sobre todo el economista consideró que en este período se ha perdido una oportunidad excelente para instrumentar las reformas estructurales en la educación, el Estado y políticas sociales, nada menos que en un subcontinente que históricamente se ha considerado como postergado y escenario de profundas desigualdades que no se han logrado corregir, precisamente.
A los 85 años, Enrique Iglesias ha sido testigo y en muchos casos protagonista directo o indirecto en estimular los cambios que se han generado en la región, y en el caso de Uruguay recuerda bien cómo se procesaron los debates más importantes del país en los últimos cincuenta años y se confesó feliz porque “algunos temas que nos separaban ya no admiten debate. Hemos superado ciertos mitos que nos dividían. Ahora todos comparten que debemos tener una economía estable, que la inflación es un enemigo de los pobres, que se debe invertir más y que no podemos jugar con el déficit fiscal”.
Señaló que hoy la historia se vive en tiempo real y que “somos testigos de la transferencia de poder económico más grande de la humanidad con la irrupción de Asia con China a la cabeza”, pero que a la vez “tenemos problemas de todo tipo, no sólo económicos sino producto del choque de razas, religiones e ideologías, y todo es producto de la obsolescencia de instituciones como Naciones Unidas, algo en lo que, durante mi juventud, creímos que sería la garantía para los países más débiles. Esos organismos hoy están en franca decadencia, el multilateralismo está en regresión y son los grandes bloques y los megatratados que imponen las reglas de juego a todos”.
Sobre el concepto extendido de que en los últimos diez años América Latina tuvo un crecimiento inusual y mejoró la mayoría de sus indicadores, pero que frente a esa bonanza hay quienes hablan de la “década perdida”, precisó que fue una década dorada en la que China, “con todo su poder económico, mitigó la crisis de 2008. Ese impacto en América Latina permitió mejorar significativamente el nivel de vida, aumentó la inversión y la acumulación de reservas. “Fue un período excepcional para el continente pero se perdieron oportunidades para, en base a esa bonanza, resolver problemas estructurales en materia de educación, productividad, reforma del estado, etcétera. Yo comprendo que los gobernantes usan ese aumento de recursos para mejorar la vida de la gente, pero hubo países como Chile o Noruega que en la bonanza ahorraron para tiempos menos brillantes. Ahora, frente al período de bajo crecimiento que se avecina, hay que saber administrar con cuidado”.
Sin embargo, evaluó que en el caso de Uruguay hubo comportamientos y consecuencias disímiles, por cuanto por un lado “construyó confianza y ese es un factor fundamental para la economía de un país. En base a la confianza llegaron inversiones, capitales, se alcanzó el grado de inversión, etcétera. Hay que tener clara conciencia de cómo está avanzando el mundo y los nuevos desafíos que habrá que enfrentar. Si bien es importante seguir aspirando a mejorar las condiciones sociales, no menos importante es defender lo logrado. Se creó una nueva clase media y nada garantiza que no haya un retroceso. Hoy nos amenaza la inflación, el desempleo, el endeudamiento y se debe apelar a la prudencia”.
Precisó que “hoy en día los recursos fiscales son escasos. No se debe desconocer el legítimo derecho de la gente a mejorar sus niveles de vida, pero tan importante como ese derecho es evitar que las generaciones que han subido vuelvan a caer. Son aguas turbulentas y parte de esa clase media corre riesgo. Hay que tener cuidado, sobre todo en el presupuesto, que es el pacto fiscal de un país”.
Con referencia al armado del Presupuesto Quinquenal puntualizó que “hay que ser muy cuidadoso con el déficit porque nunca se sabe cuándo se puede ir de las manos. El déficit puede jugar un papel circunstancial en determinado momento, pero hoy el mundo entra en un túnel que no sabemos cómo termina. El déficit no puede convertirse en algo permanente porque la economía se cobra siempre”.
De eso precisamente se trata, cuando con el paso de los días se acentuarán los ya desmedidos planteos que en medio de una desaceleración de la economía, siguen reclamando más gasto y presiones a las empresas, con sindicatos que siguen apoyándose en motivaciones ideológicas.
Y son de compartir conceptos de Iglesias en el sentido de que “no encuentro explicación para la falta de consenso en cuatro o cinco aspectos centrales para mejorar el futuro como educación, productividad de la economía, políticas sociales inteligentes que trasciendan lo asistencialista para estimular la creatividad de la población, inserción internacional, etcétera”.
Nada menos que aspectos centrales para el presente y sobre todo el futuro del país, que siguen postergados y que dan la pauta de que todavía falta madurez y asumir responsabilidades para ir en la dirección correcta, que deberían ser la base de la construcción del tejido socioeconómico revitalizado para afrontar los grandes desafíos que se nos avecinan.


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