Paysandú, Sábado 01 de Agosto de 2015

OPINIÓN

SOLICITADA

Locales | 26 Jul SOBRE MEDALLAS,"MENTIRAS PIADOSAS" Y POLÍTICA DE "ALTO RENDIMIENTO"
A principios de octubre de 2000, los sanduceros estábamos como perro con dos colas festejando emocionados la muy merecida medalla olímpica plateada de “el Gorra” Wynants. Todo el país también, y no era para menos. La gran mayoría de los uruguayos no teníamos ni idea lo que era ganar una medalla, y otro tanto ni se acordaba qué se sentía.
Como cualquier sociedad, somos exitistas, y es comportamiento natural aceptado. Así, por ejemplo, cuando Guillermo Vilas desde 1977 hasta 1980 se aburría de ganar todo partido de tenis que se le cruzara por delante, en estos lares andábamos amontonados comprando raquetas. Cada vez que Nacional o Peñarol ganaba algo importante (hace muuuucho), aparecían hinchas por todos lados. Ahora, si no fuera por “la celeste”, a nadie le interesaba el fútbol.
Los éxitos deportivos tienen esa parte buena, útil, y sano es aprovechar el momento de gloria que contagia entusiasmo, para hacer cosas que luego --definitivamente-- no se harían. Si no se nos hubiese ocurrido hacer un campeonato mundial de fútbol cuando nadie quería hacerlo, no tendríamos el glorioso Centenario.
Pensemos en los miles de socios que llegó a sumar el Club Remeros de la mano de los éxitos deportivos, y así pudo tener Paysandú una verdadera “sala de botes” y su primera piscina cerrada. Recordemos los buenos contagios que en la década del ‘40 provocó en las comunidades de Colonia y Soriano “el león de Carmelo”, Atilio François, cuando todos querían ser ciclistas... y podríamos seguir con muchos ejemplos más.
Volviendo a Paysandú, cabe preguntarnos ¿qué nos pasó? El último aprovechamiento de entusiasmo lo tuvimos hace... ¡25 años! La Copa América nos dejó buen saldo a los sanduceros: un estadio grande y cuatro hoteles presentables. Pero no supimos sacar partido al éxito del sacrificado Milton. El 6 de octubre de 2000, Jaime Trobo, Ministro de Deporte y Juventud, nos aseguró que ya se había resuelto crear en nuestra ciudad una “Escuela de Ciclismo” con características de “centro deportivo de alto rendimiento” incluyendo el velódromo, por supuesto...
Volvemos a preguntarnos ¿qué nos pasó? Porque --como todos sabemos-- aquí no se ve ningún centro deportivo de alto rendimiento ni cosa parecida, por más que en octubre de 2000 ya estuviera resuelto hacerlo. Por más que desde 1950 estemos pretendiendo tener un velódromo “como la gente”. Lástima que la respuesta a la pregunta que nos hacíamos recién, no exista, ni vaya a existir. El Ministerio de Deporte --que ya ni siquiera existe--, la Federación Ciclista, el Ministerio de Economía, el Presidente, y el Intendente, y todos, tendrán sus “sobradas razones” para demostrar que el lazo en sus cuellos no corresponde, o sea que --en conclusión-- la culpa no la tiene nadie, como siempre. Y conste que nombramos instituciones y no nombres, porque da lo mismo las personas o partidos titulares; el resultado hubiera sido igual, o sea: la nada.
Palabras que se dicen al pasar, igual que las piadosas mentiras usadas cuando no hay más remedio. ¿Qué otra cosa podía decir un Ministro de Deportes en medio de la algarabía popular? ¿Que no se iba a dar apoyo, acaso?
El resultado “práctico, contante y sonante” que nos dejó el titánico esfuerzo de Wynants fue un número más en la estadística y el cambio de nombre de un lugar deportivo.
No somos adivinos, pero podemos asegurar que los próximos comentarios sobre las actuaciones de los deportistas uruguayos en Rio 2016, van a ser exactamente los siguientes. Si perdemos: “y bueno, hay que comprender que no somos profesionales... que somos tan pocos y pobres...” Y si ganamos algo (los convertimos en dioses): “porque estos muchachos, que ni siquiera se pudieron entrenar...”, bla, bla. ¿Hasta cuándo vamos a seguir así, torcidos?
Por estos días, algunas mentes brillantes han descubierto que es totalmente necesario y urgente hacer un “arena” en la capital. No solo eso, sino que aseguran “lo van a utilizar todos los uruguayos y se va a desquitar el costo”. Aún si cada alquiler dejará una pingüe ganancia líquida (promedio) de 40.000 dólares.
Habría que alquilarlo 2.500 veces, descontando las que ese monto sea subvencionado “por hache o por be”.
Está bien. No nos amarguemos y hagamos el balance al estilo Ancap: pongámoslo como inversión. Inversión en cultura y esparcimiento montevideano (campeonatos internacionales y grandes recitales). Es importante. Pero no más importante que la inversión en mejoramiento del Deporte nacional. ¿Qué se podría hacer con 100 millones en infraestructura deportiva? Nadie pretende hacer un polideportivo de alto rendimiento en cada ciudad, pero en 5 o 6 lugares del Interior, uno de cada cosa, sí: en Montevideo de fútbol, en Paysandú de ciclismo, en Colonia de remo, en Durazno de atletismo, por decir algo. No es necesario hablar de los beneficios del deporte en la juventud, el combate a las drogas, etcétera. Esto sí sería “para todos los uruguayos”. Pero ahora es tarde llorar. El Antel Arena es como la lotería que a todos nos gustaría comprar: “sale o sale”. Cueste 1.000.000 o cueste 50. La enfermedad es haberlo empezado, y el remedio de no hacerlo es peor. Agua y ajo, como consecuencia de aplicar políticas “de alto rendimiento”, desde hace muuuuchos años.
Maldito


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