Opinion | 06 Ago La precandidata a la Presidencia de Estados Unidos por el Partido Demócrata, Hillary Clinton, subrayó en el marco de su campaña al sillón presidencial que el embargo comercial contra Cuba, que está vigente desde 1962, “debe acabar de una vez por todas”.
Explicó su postura al señalar que “el embargo a Cuba debe terminar de una vez por todas. Debemos reemplazarlo por un enfoque inteligente que brinde poder al sector privado y a la sociedad civil en Cuba, y a la comunidad cubano-estadounidense para fomentar el progreso y presionar al régimen”.
La precandidata expuso estos conceptos a quince días de haberse concretado que Washington y La Habana reanudaran sus relaciones diplomáticas tras medio siglo de interrupción, en el marco de la política de acercamiento que ha liderado el presidente demócrata Barack Obama con respuesta positiva del jefe de Estado cubano Raúl Castro.
Es que a partir de la crisis de los misiles de 1962, que llevó al mundo al borde de una guerra nuclear, la política de Washington hacia la isla que durante más de medio siglo fue gobernada por la dictadura de Fidel Castro --con respaldo de la ex Unión Soviética en la provisión de armamento, petróleo para consumo y para reexportación, así como cuantiosos subsidios-- fue la de tratar de asfixiar al régimen, lo que sin dudas ha sido un tan sistemático como profundo error.
La Habana siempre encontró medios para eludir este bloqueo con apoyo de otros gobiernos, pero a la vez tuvo la excusa ideal que estaba necesitando para justificar la escasez y la inviabilidad económica del régimen, que se tradujo a la vez en una pobreza y carestía extrema de la población.
Lamentablemente debieron pasar décadas, pese a que gobernantes y organizaciones de todo el mundo democrático se lo advertían a Washington, antes de que se asumiera en la Casa Blanca y el Parlamento que era preciso cambiar la pisada y ayudar al pueblo cubano de otra manera, en lugar de poner de víctima al régimen dictatorial.
Lo explicó Hillary Clinton al señalar que los estadounidenses deberán decidir en las elecciones presidenciales de 2016 si prosigue esta nueva política liderada por Obama o si se vuelve a la “política fracasada” de tratar de aislar al régimen cubano.
De lo que se trata es de generar condiciones para que se dinamice la actividad privada en la isla, se promuevan canales de participación de los ciudadanos, con mayores libertades individuales y acceso a los bienes y servicios que impliquen mejorar su calidad de vida, lo que no es mucho pedir teniendo en cuenta la pobreza generalizada en la isla.