Paysandú, Martes 11 de Agosto de 2015
Opinion | 07 Ago Todo partió cuando Walt Disney recorrió Latinoamérica a fines de la década del 40 en busca de personajes para su película “Saludos amigos”. Para Argentina vistió a Tribilín de gaucho, en Brasil inventó a Pepe Carioca y, cuando le tocó el turno a Chile, pensó en un avioncito pequeño, llamado Pedrito, como el presidente Pedro Aguirre Cerda, que intentaba infructuosamente cruzar la cordillera de Los Andes hacia la ciudad argentina de Mendoza.
Pero el dibujante Pepo (René Ríos Boettiger), pensó que no interpretaba para nada la idiosincrasia del chileno y, como un desafío, creó Condorito, inspirado en el cóndor del escudo nacional chileno.
Han pasado 66 años --cumplidos ayer-- y la caricatura chilena más famosa de Latinoamérica y el mundo representa en buena medida a Chile. “¡Exijo una explicación!”, dicen los chilenos, como Condorito, cuando alguna situación provoca perplejidad. O el clásico “Plop”, la expresión que se utiliza en la revista cuando algo realmente desconcierta a los personajes, que de la impresión dan una voltereta hacia atrás.
En realidad --y esa es la mejor parte--, Condorito refleja la idiosincrasia de todos los latinoamericanos, porque finalmente nos parecemos. De otra forma no se explica que la historieta se lea en prácticamente todos nuestros países. Además, Condorito se ríe con la gente y no de la gente. Es lo que ha permitido que sobreviva hasta nuestros tiempos, donde la televisión muestra un tipo de humor agresivo y de doble sentido.
La historieta forma parte de nuestra vida. Quizás no con tanto énfasis que en generaciones anteriores, pero está. Porque es en definitiva una forma de comunicación. A muchos la historieta los introduce a la lectura y a la apreciación estética. A otros simplemente los entretiene. Y a otros tantos una combinación de las anteriores. Como sea, la historieta, además, es un estilo de vida o por lo menos forma parte del estilo de vida de muchas personas.
Aquí en Latinoamérica hay algunas cuyas viñetas parecen eternas, como Mafalda. O el propio Condorito. Y eso es porque no evaden la realidad. Cuando hace cinco años 33 mineros se quedaron enterrados en el norte de Chile y se supo que estaban vivos, un sicólogo que los trataba sugirió bajarles un ejemplar de Condorito a más de 700 metros bajo tierra. El equipo diseñó un dibujo especial para ayudarles: “Ánimo, amigos. Estoy con ustedes, son mis héroes”, decía.
La historieta también es una gran herramienta para la educación y de hecho muchas campañas educativas incluyen una historieta para fijar con mayor precisión los conceptos.
En este mundo donde la televisión y los videojuegos parecen tener un dominio absoluto en el entretenimiento, la historieta sobrevive y además aporta a la sociedad, desde frases que ingresan al lenguaje popular hasta reflexiones.
Aquí mismo, en estas páginas pueden leerse historietas como El Gato Raúl o Juan Invicto. Condorito ya tiene 66. Pero sigue tan campante, sobrevolando Latinoamérica. ¡Plop!
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