Paysandú, Sábado 15 de Agosto de 2015
Opinion | 14 Ago Aunque a primera vista pueden aparecer como conceptos meramente técnicos, y que refieren más bien a elementos de análisis por la academia, cuando se menciona como al pasar que hay “desequilibrios” en la economía de cualquier país o empresa, debe inferirse que en mayor o menor grado se trata de anomalías o parámetros “desalineados” en el delicado tramado de la economía.
Y la economía, que es un concepto abstracto, tiene muchas vertientes y consecuencias, pero en todos los casos de una u otra manera nos afecta a todos para bien o para mal, porque cuando las cosas van bien, hay una mayor generación de riqueza y redistribución que contribuye al bienestar del ciudadano y la familia, y cuando las cosas se dan al revés, en gran medida hay un deterioro del nivel de vida, en la capacidad de adquirir bienes y servicios y en acceder a productos cotidianos.
Es decir que ninguna de estas alternativas nos son indiferentes en los hechos, y por lo tanto corresponde evaluar tendencias, parámetros, la alineación de los datos en danza y tener ante sí una perspectiva real del escenario en el caso de los gobernantes y quienes tienen el poder de decisión en sus manos para actuar en consecuencia, porque es de buen administrador y dirigente político responsable hacer lo que se debe hacer, antes que dejar las cosas como están.
Esto es particularmente válido para Uruguay, que por su tamaño y vulnerabilidad es netamente tomador de situaciones, y además está ubicado en una región complicada porque nuestros dos grandes vecinos, Argentina y Brasil, son muy afectos a los padecimientos en desequilibrios y a contagiarnos sus problemas, que se agregan a los nuestros.
Es por lo tanto del caso tener presente en todo momento cual es la dirección de los vientos en la economía, atentos tanto al escenario interno como internacional, porque los desequilibrios se pagan caro si se hace caso omiso a las señales, como lo han señalado por ejemplo en los últimos años economistas y artículos periodísticos que en algunas oportunidades han sido calificados como agoreros de desgracias por dirigentes del gobierno.
Uno de los economistas que precisamente era acusado de servir a intereses contrarios al país o de partidos opositores era Ernesto Talvi, director académico de Ceres, que tuvo a su cargo hace pocas horas una exposición sobre la situación económica y política de Uruguay y enumeró una serie de “herencias” negativas que recibió la actual administración, como así también señaló desafíos a llevar adelante y aspectos que el gobierno está realizando con buen tino. El economista sostuvo que el gobierno recibió una economía en franco enfriamiento, con todos los componentes de la demanda creciendo a tasas muy por debajo de las que crecieron antes, con las exportaciones en volumen físico ya sin crecimiento y en dólares cayendo a razón de 15%, con desaceleración de la demanda, enlentecimiento de la actividad económica y freno en el ritmo de importaciones, según da cuenta El País. “La combinación de enfriamiento, recesión en algunos sectores, la baja de precios de los productos primarios, ha llevado a que los procesos de concurso estén en los niveles más altos de los últimos años. Varias empresas cerraron y por primera vez desde 2002 estamos viendo una tendencia a que el desempleo aumente”, dijo.
Estos elementos han sido expuestos también desde esta página editorial en numerosas ocasiones, porque sería de tontos pretender que todo va sobre ruedas si se percibe que se ha seguido insistiendo con procesos procíclicos, es decir aumentando el gasto fijo incluso por encima de los ingresos adicionales por bonanza, cuando es de sentido común generar condiciones que permitan atemperar las consecuencias de los ciclos en la economía, donde un período bueno precede a uno regular y viceversa.
Talvi indica con buen tino que la Administración Vázquez recibió el gobierno de manos de la del expresidente José Mujica con una situación interna delicada, con el adicional de focos de tensión externos. Refirió a las “herencias” negativas vinculadas a la gestión, y en materia macroeconómica señaló un “tremendo deterioro del desequilibrio externo” traducido en que el país gasta más de lo que genera por concepto de ingresos, mientras en lo que refiere al desequilibrio comercial evaluó que hubo un “tremendo enfriamiento del ritmo del crecimiento de las exportaciones que no se acompasó con una desaceleración concomitante del ritmo de crecimiento de importaciones”.
Otro de los desequilibrios que marcó fue un fuerte desalineamiento de los salarios privados. Indicó que durante los años de bonanza los salarios crecieron de acuerdo con los fundamentos que la economía permitía que lo hicieran. “En el enfriamiento, los salarios se desalinearon y crecieron dos veces y media por cada punto porcentual que debieron haber crecido de acuerdo a los fundamentos de la economía”, dijo Talvi.
En el caso de las tarifas públicas, “durante el boom, las tarifas estuvieron al precio que --con las ineficiencias del caso y sobrecosto-- garantizaba que las empresas del Estado tuvieran superávit. Cuando nos desalineamos, desacomodamos a las empresas del Estado que ahora tienen déficit en vez de superávit”, afirmó.
“Como resultado de que se desalineó la política fiscal, salarial y tarifaria, se nos desalineó también la competitividad”, por lo que “en materia macroeconómica este es el país que recibe Vázquez; un país repleto de desequilibrios macroeconómicos por uno y otro lado, en medio de un contexto más complejo y una economía en franco enfriamiento”, evaluó.
En buen romance, para empezar, hay que corregir los “desalineamientos”, y restablecer los equilibrios macroeconómicos en procura de mantener la solidez financiera y la estabilidad económica, al mismo tiempo que acompañar el proceso de crecimiento con una mejora real de la situación social, porque en cuanto asoman las crisis, los primeros en sufrir las consecuencias son los sectores que siguen marginados.
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