Paysandú, Lunes 17 de Agosto de 2015
Opinion | 12 Ago Quizás sea divino, quizás no, pero dudas no hay que es todo un tesoro. La juventud, ese bien tan preciado, pero que en general los humanos no tomamos realmente en cuenta hasta que se va para no volver, es hoy el motivo del Día Internacional de las Naciones Unidas.
El 17 de diciembre de 1999, la Asamblea General de la ONU, en su resolución 54/120, respaldó las recomendaciones de la Conferencia Mundial de Ministros de la Juventud y aprobó que el 12 de agosto fuera declarado Día Internacional de la Juventud, con el objetivo de mejorar la participación de la juventud en las actividades de las Naciones Unidas, así como en la sociedad y en la toma de decisiones. También para desarrollar políticas en temas prioritarios como la educación, el empleo, el hambre y la pobreza, la salud, el medio ambiente, el uso indebido de drogas y la delincuencia juvenil. Y para lograr canales de comunicación y cooperación entre organizaciones juveniles, agencias del sistema de las Naciones Unidas y otras organizaciones juveniles intergubernamentales.
No hay, o al menos no se ha descubierto la fuente de la juventud aun cuando al parecer el rey Heródoto tenía una en su palacio, y se las mostró a los embajadores del rey persa Cambises, según se narra en el tercer libro de las historias de Heródoto. Mucho después, hasta el mismísimo Alejandro Magno la buscó, pero infructuosamente.
No obstante, todos los seres humanos contamos con el regalo de la juventud. Esa que con el paso de los años deja lugar a la madurez y luego a la ancianidad. La que permite que el ser humano, en el pleno uso de su fortaleza, alcance logros que el paso de los años dificultarán. Además, dicen los optimistas, está la juventud del alma, y que esa sí es tan eterna como que llega hasta el último suspiro.
Como sea, la sociedad asiste a una valoración excesiva de la juventud. O una depreciación excesiva de las otras edades que, en verdad, lleva al mismo resultado. Asimismo, juventud se asimila a belleza para completar la idílica imagen que la sociedad recibe.
Pero la realidad es que la juventud sigue siendo esa etapa de enormes desafíos en la que se toman decisiones claves como la profesión que proveerá satisfacción tanto como se convertirá en el medio de sustento. En el mundo, como en Uruguay obviamente, la población juvenil está muy expuesta a problemas como la pobreza y el desempleo. A pesar de su valor como fuerza de trabajo, se encuentra en clara desventaja en muchos aspectos.
Sin embargo, también es la misma juventud la que tiene la potencialidad para ser la solución de sus propios problemas mediante la participación activa, no solo para reclamar derechos, sino para hacer uso de las posibilidades que le brinda la sociedad en educación, salud y otras áreas.
Es aquí y ahora cuando la juventud debe vivirse para que valga la pena el resto de la vida. Los versos de Ruben Darío seguirán agradeciendo el divino tesoro, pero además tendrá que comprenderse que ese tesoro necesitará del terráqueo esfuerzo.
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