Paysandú, Lunes 24 de Agosto de 2015
Opinion | 19 Ago A propósito de las turbulencias en la región, y la disconformidad de los socios con los resultados del Mercosur en más de dos décadas de vigencia, cobran cada vez más importancia los planteos que desde hace tiempo se están dando respecto a la necesidad de abrirse al mundo y soltarse del verdadero “corsé” que establece el acuerdo del bloque.
Brasil durante años se opuso a que Uruguay pudiera encarar negociaciones bilaterales con otros países; debe recordarse la oportunidad en que siendo canciller Reynaldo Gargano personalmente se encargó de traer a jerarcas de Itamaraty para “explicar” a los uruguayos que no podía suscribirse un tratado de libre comercio con Estados Unidos, como era la idea del entonces presidente Tabaré Vázquez y su ministro Danilo Astori, en un gesto poco patriótico que bastante daño le produjo a Uruguay.
Pero los tiempos han cambiado, las frustraciones también se han sumado, hay otro escenario internacional y otras experiencias, y sobre todo ahora que le va mal, hay un vuelco en Brasil debido a que son ellos quienes se ven perjudicados por la letra del tratado. Y como es bien sabido, el Mercosur baila al ritmo de samba.
En el caso de Uruguay, debido a las dificultades del escenario internacional y el cambio de los vientos, que ya no son tan favorables en el concierto internacional como en la última década, también se está reanalizando esta problemática, a la luz de cómo se encuentra el país para dar un salto diferencial obligado además por los elementos de la coyuntura.
El economista Jorge Caumont, del suplemento “Economía y Mercado” del diario El País, al evaluar estas posibilidades, analiza que reiteradamente se ha escuchado, con singular insistencia, que la economía uruguaya se “desacopló” de sus socios mayores del Mercosur “y que su diversificación comercial contribuye a que los problemas por los que atraviesen estas dos grandes naciones no generen efectos tan negativos como los de 1982, 1999 y 2002.
Considera que los vecinos están en problemas y que la teoría del “desacople” “vivirá en los próximos tiempos una dura prueba que le impondrá la realidad. “Si efectivamente lo que pasa en la región no nos afecta medianamente como en ocasiones anteriores, entonces se habrá probado, por el método científico --hipótesis y prueba empírica de la hipótesis--, que la teoría es acertada. Solo debemos esperar el veredicto de la realidad”, reflexiona.
Pero claro, los antecedentes no obran en nuestro favor, cualesquiera hayan sido las circunstancias, los atenuantes y los agravantes, y es posiblemente un exceso de optimismo siquiera creer que pueda haber esa suerte de “blindaje” en Uruguay como se mencionaba en los gobiernos de José Mujica y la primera presidencia de Tabaré Vázquez.
Lo señala Caumont cuando refiere que Brasil vive serios problemas que le restan autoridad y afectan el poder de su conducción política, con un deterioro de la imagen de la presidenta Dilma Rousseff, denuncias de corrupción a su entorno y una situación macroeconómica con marcados desequilibrios, al punto que el grado de inversión de la séptima economía del mundo está en peligro.
Una combinación de recesión, inflación y problemas en su sector externo se conjuga con que la industria brasileña ha estado en receso y ello provocó una pronunciada caída de la confianza de los empresarios industriales y de los consumidores.
Hacia el plano exterior y regional, por supuesto, se acentúa una devaluación sostenida y Brasil ha reducido sus compras a Uruguay en casi 30% y no sería extraño que al cabo de este año la baja de las ventas sea aún mayor.
Por lo tanto, Caumont considera que en los próximos doce meses Brasil seguirá derramando efectos negativos sobre la actividad exportadora uruguaya y que “así, importaremos recesión y deflación del socio mayor del Mercosur. Pero también, nos impondrá la necesidad, como ya lo viene haciendo, de seguirle en materia cambiaria por lo que se depreciará nuestra moneda para evitar perder competitividad, ya no solo la de los bienes exportables sino también de las mercaderías y servicios transables”.
En el caso del otro socio grande del bloque regional, Argentina presenta una situación macroeconómica que tampoco es buena para nuestro país. El reflejo es una caída del monto exportado en mercaderías del 17% en los doce meses hasta junio. Y también de los que refieren a las ventas de servicios y a los de inversión, en el agro y en la construcción.
Otros elementos en la vecina orilla son un lapso extenso de estancamiento con alta inflación provocada por el financiamiento, con significativa expansión monetaria, de un déficit fiscal que trepa aceleradamente y que no se transmite al tipo de cambio oficial ni al paralelo por imposición de la represión cambiaria, que obra como una represa para pretender contener la inundación hasta que las cosas no den más.
En este último objetivo “la apreciación del dólar se presenta insoslayable, lo que haría aún más competitiva a la producción transable argentina sobre la uruguaya. Y ello pondría aún más presión alcista sobre el valor del dólar en nuestro país”, indica el economista.
Y es compartible su concepto de que desde los dos vecinos hay creciente presión sobre el concepto de “desacople” de Uruguay, que deberá superar esta prueba ante lo que ocurre en nuestros socios regionales, de lo que ya es una muestra que el dólar se apreció 18% en los últimos doce meses, y el gobierno está procurando contener con venta de la divisa su alza persistente.
Como bien lo indica Caumont, el “desacople” tendría una manifestación si en Uruguay la devaluación no siguiese una senda similar a la que tendrán sus vecinos y si no sintiese desde ellos ni un fuerte reflejo recesivo ni uno deflacionario, pero a diferencia de Brasil, por ejemplo, el tipo de cambio y consecuentemente un dólar depreciado es utilizado en Uruguay como ancla para que no suba la inflación, lo que indica que el margen de maniobra es muy acotado, y que lo que no se haga por un lado, sin duda podría pagarse más caro por otro.
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