Paysandú, Sábado 29 de Agosto de 2015
Opinion | 24 Ago Algunos se disfrazarán con coloridos trajes, otros no. Muchos saldrán a cenar, otros no. Pero miles de sanduceros --y de uruguayos en todo el país-- compartirán ese sentimiento tan particular, la nostalgia. Tal y como lo planificó Pablo Lecueder, la de esta noche es la que en el año se reserva para escuchar y bailar la música “de antes”, término que no significa lo mismo, sino que depende de quien lo diga. Puede ser la música de los sesenta, de los setenta, de los ochenta y hasta de los noventa, suerte de nostalgia naciente.
No hay dudas que la Noche de la Nostalgia se ha convertido en un negocio y es un emprendimiento comercial importante que da trabajo a restaurantes, discotecas, mozos, empresas de catering, alquileres de infraestructuras para fiestas, servicios de seguridad, iluminación, amplificación, promotoras, entre otros tantos proyectos que aprovechan este momento.
Junto con las fiestas de Navidad y Fin de Año, la Noche de la Nostalgia es uno de los eventos que convoca más gente. Hasta se afirma desde algunos sectores que es la noche que en realidad hay mayor movimiento, porque a diferencia de lo que ocurre en las fiestas tradicionales de fin de año, no solamente salen los jóvenes sino personas de todas las edades. Padres, hijos, recién casados y novios hacen de esta noche una ocasión para pasar momentos agradables y recordar viejos tiempos o no tanto, dependiendo de la edad.
En fin, es innegable que la nostalgia nos acompaña como lo hace nuestra sombra. Una canción despierta el recuerdo de un amor del pasado; el olor de una torta transporta a la infancia porque recuerda a las que preparaba la abuela; un grupo de jóvenes sonrientes con mochilas a punto de subirse a un ómnibus evoca la despreocupación y la alegría de la juventud. Aunque parezca un contrasentido, la nostalgia es una felicidad triste. Se recuerda el gozo del pasado, pero duele saber que todas esas experiencias ya no pueden volver. Lo perdido parece inolvidable, único e irrepetible. Por eso mismo, todo tiempo pasado fue mejor.
También puede decirse que la nostalgia nos hace ver el paraíso perdido, ni más ni menos que ese pasado emocionante y especial que vivimos; ese pasado idealizado también. Aun hoy seguimos idealizando el 16 de julio de 1950 y hasta llamamos héroes a los jugadores uruguayos de fútbol que lograron el segundo Campeonato del Mundo para el país. Aún hoy seguimos idealizando la lucha contra la dictadura como si cada casa hubiera sido un baluarte contra los militares que tomaron el poder, cuando en realidad, de la mayoría de la población solo puede decirse que cada cual siguió viviendo su vida, tal y como pudo, lo mismo que ahora, en medio de plena vida democrática.
La nostalgia está en nosotros, es como nuestro espejo retrovisor. Ahora, eso es una cosa, otra muy diferente es que la nostalgia tenga su feudo esencial en la música. La música “de antes” no implica solamente las canciones, sino también la forma en que se disfrutaba; todo lo que rodeaba a los bailes, todo lo que le ponía sabor desde los programas de radio, de los conductores de programas que se seguían. La música “de antes” estaba muy ligada a un disfrute comunitario, a cómo esas letras y esas melodías impactaban en todos.
Precisamente por eso, cuando se piensa en la música que nos llena de nostalgia seguimos pensando en la de los sesenta y setenta. Incluso entre los más veteranos se puede pensar en la de los cincuenta. Pero de ahí en adelante, algo así como silencio de radio. Porque eso tiene que ver también con el aumento de un estilo de vida más personalista, del fin de las utopías, de la pérdida de un sentido colectivo para el logro de las aspiraciones. Y porque todo eso aparece sustituido por un profundo estilo consumista, en el que las alegrías y satisfacciones pasan por lo que se puede comprar. Del mismo modo, las frustraciones por lo que no se puede adquirir.
La Noche de la Nostalgia hoy es tan comercial como el Día de la Madre, el Día del Niño o la mismísima Navidad. Eso no la convierte en algo malo, pero si determina que la nostalgia hoy es un producto más. Y eso es algo que no está bien. Porque resulta que hoy es la noche en que tenemos que recordar aquellos años felices.
Por otra parte, cuanta más energía dedicamos al pasado, menos tenemos para el presente y el futuro. Y precisamente los uruguayos tenemos el lagrimón fácil y vivimos siempre pensando en lo que hicimos en vez de en lo que hacemos o --mejor-- lo que podríamos hacer. La nostalgia bien puede permitirnos encontrar un refugio momentáneo a las inclemencias del presente, pero ciertamente no puede hacernos construir un futuro sin tormentas.
Bienvenida la nostalgia, porque en definitiva nos retorna a la pureza del pasado, a aquellos tiempos felices. Pero cuidado con quedarnos con la nostalgia. En el caso de los uruguayos, vivimos al borde de la nostalgia y eso indudablemente es un ancla que nos hace difícil avanzar.
Por otra parte, como reflexión final, las generaciones mayores tienen música para recordar. Cierto es. Ahora bien, la música que hoy se edita no parece tener ese mismo destino. Es tan fugaz como tantas otras cosas que caracterizan estos tiempos. Se produce hoy, se consume hoy, y se olvida mañana a más tardar. Tiempos modernos, diría Chaplin.
La nostalgia, a través de su noche estrella, es patrimonio cultural uruguayo. Es lo que hay, valor. Es lo que somos, un país donde siempre todo tiempo pasado fue mejor. Es tiempo ya de volver la mirada al presente, por difícil y complejo que se presente, para construir un futuro que nos satisfaga como sociedad. El espejo retrovisor ayuda, pero hay que conducir mirando hacia adelante. En esa dirección está el futuro. En esa dirección está el desafío de esta sociedad. Aunque cada 24 de agosto sigamos disfrazados y agitando con aquellas canciones, las de nuestro “mejor tiempo”.
EDICIONES ANTERIORES
A partir del 01/07/2008
Ago / 2015
Lu
Ma
Mi
Ju
Vi
Sa
Do
12
12
12
12
12
12
12
12
12
12
12
Diario El Telégrafo
18 de Julio 1027 | Paysandú | Uruguay
Teléfono: (598) 47223141 | correo@eltelegrafo.com