Paysandú, Miércoles 02 de Septiembre de 2015

Unidos gana Uruguay

Opinion | 29 Ago El conflicto que se ha planteado en la enseñanza, como en otras situaciones en las que están en juego aspectos muy caros a nuestro régimen institucional y a la propia democracia, pone de relieve una vez más que hay valores a preservar que son intrínsecos a un país, y son por lo tanto común denominador para ciudadanos de todos los partidos, por encima de diferencias políticas e incluso ideológicas en muchos casos.
El punto es que lamentablemente existen extremismos, grupos radicalizados a los que poco les interesa la libertad de los individuos, la Justicia, la libre expresión y los derechos humanos, que solo son invocados y defendidos cuando sirven para acceder a más poder.
En la fuerza de gobierno que cumple actualmente su tercer período, conviven por cierto grupos de sectores socialdemócratas con un amplio espectro que va desde una izquierda moderada a radicales que en su fuero íntimo no comulgan con la democracia, y lo demuestran en cada situación en que tienen la oportunidad.
El escenario que se está dando con el prolongado e irracional conflicto en la enseñanza, de cara al reclamo salarial ante el tratamiento del Presupuesto Quinquenal, pone de relieve los corporativismos que están tomando de rehenes a todos los uruguayos, en una diversidad de áreas y en este caso nada menos que en la enseñanza, que se ha deteriorado a ojos vistas en las últimas décadas.
Estamos ante grupos que quieren ponerse al margen de todo juicio de valor, que se sienten extraños a las serias deficiencias del sistema educativo, cuando son parte indisoluble del problema, y las actitudes de muchos de sus dirigentes y activistas lo están demostrando una vez más ante la opinión pública, ajena a las luchas de poder internas en los sindicatos y entre los grupos radicales.
Pero Uruguay debería estar por encima de estos episodios y desvaríos, por el bienestar de sus ciudadanos. En una democracia representativa de gobierno, el Poder Ejecutivo, el Parlamento, las instituciones, son fiel reflejo de la opinión del ciudadano, y los uruguayos tenemos por lo tanto el gobierno que ha surgido de la libre expresión del cuerpo electoral en las urnas. Mientras que el Parlamento es el único órgano representativo de la diversidad de opiniones del país.
Por supuesto, somos más, muchísimos más, los uruguayos que no comulgamos con la intolerancia, con la violencia y los radicalismos, que en las urnas, cuando verdaderamente se expresa el ciudadano, apenas son apoyados por una minoría ínfima, pero que aun así se les ha dado una cuota de poder desmesurada que hoy pone en jaque al gobierno.
Pero el sistema político todo, como contrapartida, debe estar a la altura de las circunstancias y considerar que los problemas de los uruguayos deben estar por encima de toda consideración, y que es mucho más lo que une a los partidos que lo que los separa. Este es un momento propicio, lejos de los tiempos político-electorales, para buscar entendimientos que permitan acordar soluciones a muchos de nuestros problemas.
Cuando a la vez estamos ingresando en un período de incertidumbre por un escenario internacional complicado y conflictos en lo interno, el sentido común indica que estando todos en el mismo barco, es preciso tender puentes y concretar espacios de entendimiento para dar un amplio respaldo político a decisiones y medidas que deben ponerse en marcha para generar respuestas imprescindibles en una serie de ámbitos de vital importancia para el país.
Se requiere para ello dar pasos que permitan acercar posiciones entre el gobierno y la oposición para ofrecer un marco de mayor gobernabilidad y certidumbre al país, porque al fin de cuentas el grueso de los sectores que componen la coalición de izquierdas y los partidos de oposición tienen mucho más en común de lo que parece y lo que es bueno para el país debe ser bueno también para los partidos, más allá de las posiciones que coyunturalmente ocupan. Es decir, los moderados son muchísimos más que los radicales, y suele olvidarse que la mitad del país votó otra cosa que no es al actual gobierno, que es el que cobija a la minoría manipuladora.
Es cierto, en algunos casos puntuales la soberbia ha sido el manto bajo el que se han pretendido ocultar errores y responsabilidades, porque ello también va con el factor humano. Pero tan pronto se rasque un poco la superficie nos encontraremos con que hay mucho más afinidades entre sectores del gobierno y la oposición, que entre grupos de la propia izquierda, dividida en los hechos entre los del perfil socialdemócrata y los radicales que siguen remitiéndose a los “sesentismos” y añoran los regímenes autoritarios marxistas.
Estos grupos radicales, que actúan con independencia de todo lo que no sea funcional a sus intereses, se han erigido ya en la principal oposición a la gestión del gobierno, son los “revoltosos” de siempre que generan el caos y las posturas de confrontación, muy lejos de la opinión del grueso de la ciudadanía y de la mayoría de los propios votantes del Frente Amplio, sin duda.
Es decir que actualmente la principal oposición del gobierno está en el propio Frente Amplio, en los radicalismos que tienen en jaque a Tabaré Vázquez y el astorismo, no en los partidos tradicionales. Lo que corresponde, ante los desafíos que tiene el país por delante, es que se ponga el oído atento a la mayoría silenciosa que quiere vivir en paz, lejos de los conflictos atizados por los agitadores y los profesionales de la protesta y la intolerancia. De otra forma, los extremistas ganarán la pulseada, y seguramente exijan la cabeza de los ministros que se les pusieron en el camino, cosa que el presidente deberá aceptar para “pacificar” a los sindicatos, mientras las dos terceras partes del país que no está de acuerdo pierde una vez más un espacio que les corresponde.
En suma, unirse y trabajar codo a codo por un país mejor junto con los que representan a la mitad del electorado, que está mucho más cerca de la línea del Poder Ejecutivo que de los radicales de la coalición que nunca van a tener paz con nadie, ni siquiera con ellos mismos.


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