Paysandú, Jueves 03 de Septiembre de 2015
Opinion | 28 Ago El domingo 23, en la zona de la costanera se produjo un siniestro de tránsito que pudo tener graves consecuencias, pero que el destino quiso que se saldara con un niño de siete años con golpes y magulladuras. A primeras horas del anochecer, una camioneta de gran porte circulaba por avenida Batlle y Ordóñez cuando, al llegar a la cebra pintada a la altura de calle Tacuarembó, su conductor no vio al niño que cruzaba la calle. Debido a la velocidad a la que se desplazaba el vehículo o a una distracción, el hombre no pudo detener el vehículo a tiempo y embistió violentamente al menor, que salió despedido varios metros y cayó en el pavimento sin conocimiento. Aunque el diagnóstico primario de los paramédicos que lo asistieron en el lugar indicaba “politraumatizado grave”, una vez practicada una tomografía se supo que no tenía lesiones internas que pusieran en riesgo su vida. En tanto, el conductor de la camioneta fue procesado sin prisión por la Justicia Penal y está impedido de manejar por el lapso de un año. Hasta ahí los hechos.
El punto es que aunque --felizmente-- en esta oportunidad los hechos no pasaron a mayores, están dadas todas las condiciones para que ocurra una tragedia. Sabido es que niños jugando y tránsito intenso conforman la fórmula perfecta para el desastre, y allí se instaló recientemente un Paseo de los Niños con atracciones para chicos de toda edad, rodeado por la avenida con mayor tránsito de Paysandú en los fines de semana. No existe un cercado de seguridad e incluso una calle --Bolívar-- corta la zona de recreo. Dicha calle es angosta y allí suelen estacionar vehículos en ambas manos, siendo usada tanto por aquellos que circulan por Bolívar al oeste como quienes lo hacen por la senda este de Batlle y Ordóñez y desean dirigirse hacia el centro por la senda contraria de la avenida.
Y aunque hasta ahora en ese lugar “nunca pasó nada”, en los hechos es uno de los puntos más peligrosos del paseo, donde niños y mayores cruzan en una y otra dirección, saliendo desde atrás de automóviles estacionados, confiados en que hay seguridad cuando --por el contrario-- la constante es de motos y autos que pasan a velocidades a las cuales no podrán detenerse en caso de emergencia. Todo esto con el agravante de que, al ser una cuadra corta y donde doblan muchos vehículos, es difícil determinar el momento seguro para cruzar la calle. En tanto la cebra existente en el lugar… Bueno, todos sabemos que en Paysandú las cebras son parte del decorado.
En cuanto a la avenida Batlle y Ordóñez, todos sabemos que tiene un tránsito rápido e intenso. Para muchos motociclistas y algunos automovilistas es como el óvalo de Indianápolis, en cuyo centro hay nada menos que un parque para niños, que disfrutan de los juegos mientras otros se entretienen con la pelota en el cantero. Muy mala combinación, por cierto. Y es un verdadero milagro que hasta ahora no haya ocurrido un desastre. Hasta por el solo hecho de que la pelota en cuestión suele terminar en el medio de la calle y --como dice el dicho popular--, “detrás de la pelota... siempre viene un gurí”.
Las lomadas no han servido para enlentecer el flujo vehicular, en especial a las motos, que las sortean “en el aire”. Además está el hecho de que la mayoría de los conductores no tiene plena conciencia de lo que significa ir a “paso de peatón”, como indica la normativa municipal para los lugares donde hay concentración de gente, y consideran que 30 o 40 kilómetros por hora es la velocidad adecuada. Pero a 30 kilómetros por hora un automóvil promedio necesita 7 metros para detenerse, que sumados a los 14 metros que insume la reacción de conductor se transforman en 21 metros que pueden ser fatales, si un pequeño que se cruza de improviso.
Eso es válido en todos lados, no solo en la costa sanducera. Y tampoco es tenido en cuenta en otro punto especialmente riesgoso, como lo es la semipeatonal de 18 de Julio. Es riesgoso porque hasta ahora no se ha asumido que en una semipeatonal la prioridad está en el peatón, y por lo tanto el tránsito debe ir a velocidad de peatón. No es una calle cualquiera. Quien quiera o necesite desplazarse con agilidad, debe buscar otras alternativas. Pero sin embargo es común ver aceleradas para evitar la luz roja, o conductores que claramente no entendieron el mensaje.
En definitiva, el siniestro del pasado domingo sirve como advertencia. Afortunadamente, el niño se sobrepondrá y es de esperar que la mayor secuela que le quede sea que antes de cruzar una calle --así sea en una cebra-- se cerciorará de que no se acerque ningún vehículo.
En tanto, el hecho causó gran indignación en muchos sanduceros, con voces que piden la hoguera para el conductor de la camioneta, como si la intención de éste hubiese sido salir a atropellar niños a ver qué ruido hacen.
Sería bueno que esto sirva para lograr los cambios que se necesitan en el tránsito de Paysandú y en la actitud de cada uno. Que la próxima vez que veamos la aguja del cuentakilómetros a “solo” 30 kilómetros por hora al pasar frente a una concentración de niños nos despierte la conciencia y levantemos el pie del acelerador, o que seamos tan severos para juzgar a quienes circulan claramente pasados de velocidad como lo fuimos en esta ocasión, sin distinguir si se trata de un automóvil, una moto descacharrada, o una moderna 4x4.
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