Paysandú, Viernes 04 de Septiembre de 2015
Opinion | 02 Sep Setiembre se acaba de asomar, como para que se sepa que el 2015 acaba de tomar la curva del último cuatrimestre cuando aún parece que fue anoche cuando encendíamos los fuegos artificiales para saludar su llegada. Es cierto, los chicos crecen, pero demasiado rápido.
Los días pasan cual horas y eso lleva a que cuando menos lo esperemos, llegará el verano. Bueno será, es cierto, porque definitivamente quedará atrás el frío; porque el río Uruguay espera paciente el resto del año por esa temporada en que se convierte en el sitio preferido de todos. Es que cuando hace calor, porque seres humanos somos, lo que buscamos es un poco de fresco. Lo mismo que en invierno nos cubrimos con frazadas buscando un poco de calor.
Como sea, el verano es esa temporada en que el país se toma descanso y mientras algunos parten al Este, muchos quedamos aquí, de cara al río, aprovechando sus playas. Pero, hasta en el descanso hay oportunidades para buenos negocios.
Ahora que desde el Ministerio de Turismo y Deporte vuelve a enfatizarse en la importancia de la industria turística en el país, con especial destaque del turismo de cruceros, que dejó al país entre octubre del año pasado y abril del presente 11 millones de dólares, una vez más --porque ciertamente no es la primera-- hay que decir que aquí estamos y que también el Uruguay es un río para cruceros. Obviamente, de pequeño porte. No podemos seguir mirando solo al Este y a Montevideo y ver qué buenos negocios hacen, en la medida en que aquí hay un mercado insatisfecho, totalmente dejado de lado, especialmente por las exigencias legales.
Del tema se ha escrito muchas veces. Las normas que regulan el tráfico fluvial de pasajeros impiden que se invierta en cruceros --por ejemplo, tipo catamaranes-- para que pocas personas disfruten de paseos por el río, porque no es posible cubrir siquiera los costos debido a las inversiones que esas medidas obligan.
No hace mucho el propio ministerio ordenó la construcción de algunos yates con capacidad para diez personas para comenzar a cubrir esa necesidad, pero --¡ups!-- Paysandú no está considerado esta vez, y no tendrá la oportunidad de contar con uno de esos barcos. Esto será así incluso más allá de que explícitamente hay un club de pesca que sí quiere comenzar a intervenir en ese negocio turístico, porque cuenta con la solvencia que le dan sus socios, que recibirían de muy buena gana ese nuevo servicio.
Pero querer no siempre es poder, si lo sabremos los sanduceros. Quedaremos a la vera del río, disfrutando sus playas y mirando cómo quienes pueden adquirir una lancha pueden disfrutar de pasear por sus aguas, en tanto el resto --los más--, además de quienes llegan a la ciudad, no logramos cumplir con esa ilusión. Aun cuando desde la orilla argentina, bien enfrente a nuestra ciudad, parten diariamente varias lanchas repletas de pasajeros.
Cuando se habla de lo bueno del turismo náutico, también debería hablarse de quienes queriendo no podemos navegar en ese negocio.
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