Paysandú, Viernes 04 de Septiembre de 2015
Opinion | 04 Sep Es sabido que existen enfermedades de carácter endémico en diversas zonas del globo, como es el caso, entre otras, de América Latina, que tienen su origen o mejor dicho este carácter debido a escenarios socioeconómicos muy complejos, que datan de muchos años, pero donde también por aspectos culturales muy arraigados encuentran caldo de cultivo para que exista el vector y se manifieste en determinadas áreas o sectores de población vulnerables.
Entre estas patologías que son comunes a buena parte del cono sur figuran la hidatidosis y el Mal de Chagas, que son prácticamente desconocidas en otros continentes, y que sin embargo en este se manifiestan endémicamente y con empujes periódicos, dejando en evidencia que existen serias fallas de base cultural para asumir acciones que tiendan a eliminar factores de riesgo.
Es que en el caso de la hidatidosis, basta cortar el ciclo de alimentación con achuras crudas al perro para eliminar de raíz la posibilidad de transmisión al ser humano, pero pasan las décadas y pese a que se ha logrado abatir los porcentajes de infección, existe un nivel endémico en nuestro país que significa que sigue el déficit de concientización y de controles, sobre todo en áreas rurales, para combatir este factor.
Sin embargo, en lo que refiere al Mal de Chagas, se han logrado avances sustanciales en nuestro país, al punto que en 2012 fue declarado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como libre de la vinchuca que transmite la enfermedad, la que sin embargo en países vecinos, caso de Brasil, Paraguay, parte de Argentina y Bolivia, sigue registrando miles de casos al año.
En Uruguay han dado buenos resultados planes de concientización y de control ante escenarios endémicos como el Este de Paysandú, parte de Tacuarembó y Rivera, sobre todo, y logrado erradicar las especies de vinchuca transmisoras, desde que es una enfermedad que afecta a pobladores rurales de casas precarias, sobre todo de paredes de barro, con galpones y ambientes que presentan condiciones de higiene y estructuras con grietas que son el hábitat natural del insecto.
Es decir que el medio sociocultural es fundamental en el combate y acciones preventivas de enfermedades como el Chagas, y en la pobreza y el déficit de educación y costumbres arraigadas para asumir responsabilidades que causa este estado de cosas radica el motivo por el cual tenemos Mal de Chagas en el subcontinente como enfermedad endémica.
Y prueba de ello, por si hacía falta, es la situación que se está dando en lugares donde no existía este flagelo, de lo que da cuenta la información publicada recientemente por EL TELEGRAFO en base a nuestra agencia noticiosa AFP, que indica que el Mal de Chagas, enfermedad infecciosa crónica asociada a la pobreza en Latinoamérica, entró a Estados Unidos, de la mano de la migración desde el sur. En la nación norteamericana existe ya medio millón de afectados, según informó recientemente Eric Stobbaerts, integrante de la entidad Iniciativa de Medicamentos para Enfermedades Olvidadas (DNDI, sigla en inglés).
Dijo que “en Estados Unidos se estima que hay medio millón de casos. Muchos de ellos son por migrantes pero también se detectaron en Texas 400 casos en afroamericanos, gente sin techo. No se sabe aún cómo se infectaron”.
Sus expresiones fueron vertidas durante las sesiones en Buenos Aires de la Plataforma de Investigación del mal, un foro con centenares de médicos, funcionarios y pacientes de América Latina que trabajan en este tema desde hace años en procura de consolidar avances que se han dado en el combate de la enfermedad, pero los medicamentos disponibles pierden eficacia en estadios avanzados, que llevan a desenlaces fatales o serias limitaciones cuando el parásito se aloja en órganos, y ataca con frecuencia al corazón.
Se especula que en Estados Unidos el agente de transmisión no ha sido la vinchuca, como ocurre en América Latina, sino que se está ante casos provocados por falta de determinados controles en las transfusiones de sangre procedentes de determinados grupos que donaron sangre sin saber que estaban infectados, por cuanto en la fase inicial el Mal de Chagas puede pasar prácticamente inadvertido, para manifestarse cuando se llega a los estadios más graves, en la fase aguda que luego se hace crónica.
Precisamente el director regional de la DNDI explicó que «los bancos de sangre hasta hace poco no ‘tamizaban’ (medidas de seguridad biológica) las donaciones de sangre en relación con el Chagas, lo que explica que haya medio millón de personas que padecen el mal en Estados Unidos, teniendo en cuenta que una madre infectada puede transmitir el mal a su hijo, aunque éste no reciba una transfusión».
En Uruguay, por el carácter endémico de esta enfermedad, se aplican medidas de seguridad específica para las donaciones de sangre que tienen en cuenta este factor, y ello explica que se haya ingresado en un margen muy bajo de infección, aunque tampoco hay que bajar los brazos.
Pero se siguen registrando casos en nuestro medio --muy pocos felizmente--, al haberse transmitido la enfermedad de madres a hijos y repetirse el proceso cuando no se han realizado análisis para detectar la presencia del virus. Ello da la pauta de que se han dado pasos fundamentales en el caso de esta enfermedad, que ha logrado reducirse a una expresión mínima y que de mantenerse la tendencia va camino a desaparecer en su carácter endémico.
Un dato alentador a esta altura, felizmente, pero que no significa que la lucha esté ganada ni mucho menos, sino que debe seguir librándose día a día, para no dejar resquicios que hagan que reaparezca tan pronto nos descuidemos.
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