Paysandú, Domingo 06 de Septiembre de 2015
Opinion | 06 Sep Hay momentos en la historia que establecen un escenario propicio para cambios sustanciales. Se hace necesario que esas condiciones sean acompañadas por decisiones claras, concretas y apropiadas. Por ejemplo, en el Paysandú de hoy se dan algunas condiciones que pueden determinar cambios que impulsen avances.
Se sabe que el sesenta por ciento de la población reside al norte de avenida Salto y hasta el propio arroyo San Francisco, el límite Norte de la ciudad. Más de 50.000 personas viven en esa área, y la demanda no cesa. En tanto, al Sur la situación es muy diferente, especialmente más allá del Sacra.
Por otro lado, sin que a primera vista tenga que ver con el desarrollo de la ciudad, Tessamérica ya no será una textil, mientras se buscan inversores para tratar de solucionar la situación de los 170 trabajadores de Cotrapay, actualmente en seguro por desempleo. La intención es que al menos parte de ellos pasen a integrar la fuerza laboral de una probable industria, que se espera adquiera la manzana de la ex Paylana para instalar allí otro centro fabril.
Ahora bien, del mismo modo que el intendente Guillermo Caraballo sostiene que es necesario mirar al menos dos décadas hacia adelante, para planificar hoy el Paysandú de la siguiente generación, ejecutando obras de gran envergadura --con el concurso de un fideicomiso de 15 millones de dólares--, en esa mirada, debe considerarse que hay ya una decisión clara y concreta que no puede usarse la hoy zona industrial para la instalación de nuevas industrias.
A finales de los años 40, esa zona quedaba prácticamente fuera de la ciudad, pero hoy está inserta en ella, rodeada por cooperativas de viviendas, escuelas y todo lo que constituye la base de zonas residenciales. La zona industrial hoy está instalada en un área que ha sido conquistada y ha quedado en el centro de amplias áreas pobladas.
Es cierto que no se puede ir con una topadora y tirar abajo las instalaciones fabriles que están en plena actividad, pero no es menos cierto que cuando una industria sale de actividad, estamos ante una oportunidad imperdible para que esa área pase a formar parte de la zona urbanizada.
Eso ocurre siempre, en todas partes del mundo. Por más lejos que se instalen las industrias, son alcanzadas por la urbanización, y lo que ocurre es que el área industrial paulatinamente se abandona. No es eso lo que debe pedirse en Paysandú, en un contexto en el que las grandes industrias son ya raras y sobreviven aun con las “tentaciones” del área metropolitana, con notorias reducciones de costo por su cercanía con el puerto capitalino.
Pero la situación en el caso de la ex Paylana es totalmente diferente. Se intentó todo, los propios trabajadores de ese centro fabril se pusieron la camiseta y buscaron desde la operativa empresarial mantener la industria. Se consiguieron apoyos financieros estatales, se buscaron mercados, se establecieron controles de calidad para sacarle el mayor provecho al parque de maquinarias con que se contaba, que no era ya de última generación. Se hizo todo lo que se pudo. Pero no alcanzó. Y agotadas todas las posibilidades de recuperación, la propia ministra de Industria, Carolina Cosse, puso en claro que la solución no pasa por continuar con la industria textil, sino buscando otras salidas laborales. Esto abre una posibilidad cierta y clara, al tiempo que también establece un compromiso con los empleados que lucharon por Tessamérica. La posibilidad es concreta: esa enorme área industrial debe ser transformada en una zona donde se construyan viviendas, porque eso es lo que Paysandú necesita --con un déficit habitacional del 4,5% según el Mides, el tercero del país-- y porque esa área, mirando el Paysandú que se viene, no puede seguir siendo industrial, por la necesaria defensa del medio ambiente y por la concepción urbana que debe primar.
Entonces una buena inversión podría ser que el Fondes le vendiera el terreno al Ministerio de Vivienda o en caso extremo, a privados, para construir allí viviendas sociales. La venta de un solar como ese ciertamente traerá dinero al Fondes, que podrá reinvertirlos en proyectos que beneficiarán a su vez a muchos trabajadores, y a su vez permitirá que algunos cientos de familias puedan ver solucionado su problema de vivienda, en una zona privilegiada que cuenta con todos los servicios, a solo unas pocas cuadras del centro de la ciudad y próximo a todo, donde solamente hay que construir y habitar. Un terreno extraordinario donde actualmente solo hay galpones obsoletos --al dejar de producir la textil-- y algunos en mal estado, así como grandes superficies ideales para construir grupos de viviendas destinados atender la emergencia habitacional. Porque es sabido que el mayor problema que encuentra el Ministerio de Vivienda, asi como las nuevas cooperativas de viviendas en formación, es justamente la falta de lugares adecuados y cercanos a los servicios para edificar.
Esto, de ninguna manera, debe considerarse como un desconocimiento al problema de los integrantes de Cotrapay. Y es muy buena la intención que sus integrantes sean considerados mano de obra prioritaria para futuras incorporaciones empresariales de gran porte. Pero no es razonable que se siga usando la vieja fábrica ni para producir juguetes ni derivados de madera ni otra cosa, después que se luchó tanto por mantener su destino original.
Paysandú aún sufre todos los días el “error” que pudo significar, décadas atrás, haber decidido instalar allí, tan cerca, su área industrial. Hemos perdido las playas, los olores inundan la ciudad cada vez que la atmósfera se pone espesa, el polvillo cubre los barrios circundantes, los ruidos no permiten el descanso de los vecinos, entre otros muchísimos perjuicios que nos ha causado. Puede entenderse que una decisión así se haya tomado hace 60 años, porque la ciudad en aquellos años no se extendía mucho más allá de calle Charrúas. Pero pasa el tiempo y seguimos tropezando con la misma piedra --siempre por muy buenas razones--, y es así que en los años 80 surgió Azucitrus, contaminando el arroyo La Curtiembre y destrozando el olfato de la mitad de Paysandú; pero también en años recientes se instaló Rinpay, Paycueros agregó la planta de cebo --que produce un olor a ensopado característico que se siente a kilómetros de distancia, en especial en algunas noches--, Azucarlito construyó una usina generadora de electricidad que funciona con chips de madera --tapando de viruta a los vecinos los días que hay viento, y produciendo un ruido a avión jet cada vez que se pone en funcionamiento--, y ahora se está instalando PILI en donde antes estaba Sandupay, entre un sinfín de cambios que sucedieron.
Por lo tanto, mirando al futuro que todos queremos, la vieja Paylana, que ya no hace sonar su sirena ni se escucha el sonido de sus máquinas, debe ser reformulada como un área de viviendas. La industria que surja de aquí en más tiene otras opciones para instalarse; por lo pronto, existe un flamante Parque Industrial a medio camino entre Paysandú y Casa Blanca que espera ser ocupado.
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