Paysandú, Martes 08 de Septiembre de 2015
Opinion | 08 Sep En los últimos meses se ha registrado una serie de eventos en el plano internacional, desde el punto de vista económico, que confirman que estamos ante un escenario que ha cambiado respecto al que se venía desarrollando en la última década, del que no escapa ningún país, al punto de que su suerte en esta especie de feria mundial del comercio y las finanzas dependerá de cómo se han hecho los deberes en el período anterior, más allá de las debilidades propias y el perfil de los cambios que se vienen registrando.
Corresponde empezar por identificar algunos de los síntomas de esta nueva realidad, en el caso uruguayo, en lo que refiere a la interdependencia con la región y el mundo, porque lejos de países como Brasil y el propio Estados Unidos, incluyendo en alguna medida también a la Argentina, que son casi un continente en sí mismos, en nuestro caso estamos precisamente en el lado opuesto, por una serie de factores, empezando por nuestro tamaño y realidad socioeconómica.
Un análisis de Ricardo Galarza, en El Observador, respecto a cómo ha evolucionado el comercio exterior en el último año, da la pauta de cómo viene la mano, porque nada puede salir bien en cuanto a medidas y análisis, si no se parte de un diagnóstico acertado de la realidad.
Es así que podríamos empezar por evaluar los números de las exportaciones uruguayas. Según cifras del Instituto Nacional de Estadística (INE), las exportaciones a los países del Mercosur han caído un 28% este año; a los países asiáticos (fundamentalmente China), otro 18%, como consecuencia del enlentecimiento de la economía del gigante asiático y sus efectos en la región.
Pero en este mismo período, las exportaciones del Uruguay a los países del Nafta (acuerdo comercial que incluye a los países norteamericanos) crecieron un 22%, debido casi exclusivamente al aumento de las ventas de carnes y cítricos a Estados Unidos.
Es decir, que parece claro que el camino que se debió haber recorrido hace varios años fue la firma de un tratado de libre comercio (TLC) con Estados Unidos, que se hubiera constituido en una herramienta muy oportuna especialmente en estas circunstancias, y en lo que a Paysandú respecta, hasta quizás le hubiera salvado la vida a Paylana, por cuanto Estados Unidos era prácticamente al único mercado al que podía aspirar a entrar con sus telas en forma competitiva.
Tampoco hubo suerte en este aspecto con el Mercosur, que como bloque no firmó ningún acuerdo preferencial, pese a que en aquel entonces el canciller Reynaldo Gargano hizo redoblar la apuesta al acuerdo regional y, siendo más realista que el Rey, subrayó --incluso trajo a un diplomático brasileño en su apoyo-- que Uruguay no podía establecer vínculos bilaterales con ningún país por fuera del Mercosur.
Pero el sentido común indica que diversificar los mercados es clave para evitar contagios de crisis ajenas, y en el escenario actual, la desaceleración económica del gigante asiático genera una suerte de contagio internacional que se acentúa en las economías emergentes, sobre todo en las de América Latina.
Y aunque China no está en recesión, ha bastado la desaceleración de su economía para impactar con fuerza en las economías de la región, las que han basado buena parte de su crecimiento en materias primas en su carácter de principal consumidor en el mundo.
Por otro lado, otra repercusión de los cambios comerciales y financieros se refleja en la depreciación de las monedas en países del área latinoamericana, con una caída del real brasileño de un 30% en lo que va del año y en menor medida del peso colombiano, el mexicano, el uruguayo y hasta el argentino.
Quiere decir que hay un “efecto dominó” regional y mundial por la desaceleración china, al tiempo que la caída en los precios de las materias primas representa menos ingresos por las exportaciones de los países latinoamericanos, con casos de impacto directo en Uruguay, Brasil, Argentina, Colombia, Perú y Bolivia, como los principales afectados.
Más aún, a los aspectos comerciales deben agregarse las repercusiones en el ámbito financiero, porque los capitales de inversión que desde la crisis de 2008 se habían refugiado en los mercados emergentes, ahora están regresando a Estados Unidos y Europa, donde tienen mayor rentabilidad y se ponen a cubierto de incertidumbre en economías más vulnerables, como lo son las de la región.
Y con menos dinero en circulación ya las cosas se complican para economías que con matices, presentan problemas de sustentabilidad, alta primarización de los procesos de exportación --prácticamente se exportan solo materias primas sin procesar-- carencias logísticas, déficit en tecnología, servicios deficientes, problemas sociales que han sido disimulados por ingresos provenientes de la bonanza, baja calidad del empleo y en capacitación de mano de obra para los desafíos del empleo.
Por añadidura, cuando los problemas se acentúan, se agravan las crisis políticas y sociales, alta inestabilidad y mayores demandas de sectores postergados cuando los recursos del Estado se reducen por una menor recaudación. Y eso se puede ver en la altísima conflictividad que se registra en nuestro país, cuando ni siquiera estamos en recesión sino que el crecimiento del PBI previsto ronda el 2%.
El punto es que más allá de diagnósticos puntuales, sí existen medidas y líneas rectores de acción que no deben perderse y que sí tienen carácter preventivo para toda economía: no gastar de lo que se puede, llevar adelante políticas contracíclicas que permiten invertir en cosas productivas para que estén disponibles cuando se revierten los ciclos de la economía, mantener equilibrio fiscal y no incorporar costos fijos que luego no se pueden pagar en la época de las vacas flacas.
La respuesta en el corto plazo, ante las carencias en las políticas a las que nos hemos referido, es buscar paliativos a través de ajustes fiscales moderados, y tratar de abrir nuevos mercados pese al momento, preferiblemente Estados Unidos y Europa, en una diversificación en un grado que todavía no hemos alcanzado.
Debió hacerse mucho antes, naturalmente, pero no es posible volver atrás, y las cosas deben afrontarse tal como vienen ahora, porque no es momento el intentar levantar una represa con el agua ya ingresando a la casa.
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